Anticipo de la edición impresa de Nueva Sion Nº 958
Otra vez Pesaj. Los ritos y los años. Lo que cambia y lo que permanece. Una vida ordenada según calendarios que remiten a producciones históricas y que sin embargo pretenden reflejar movimientos naturales. Pero si la Tierra gira alrededor del Sol cada año, la existencia humana no reproduce un movimiento idéntico en ese lapso. ¿Cuál sería la regularidad de lo humano? ¿Qué se estaría repitiendo cada año para que cada año sea otro año? Nada. En realidad, todo esto tendría sentido si fuéramos inmortales y entonces en la eternidad infinita de las cosas, todos los años repitiéramos algunos ritos dada nuestra incapacidad por el momento de tolerar lo que no empieza ni termina. Pero nuestro tiempo es otro. Incluso podemos pensar que el intento de emular las regularidades naturales ha sido una apuesta del hombre de hacer encastrar nuestra existencia con el desarrollo de la naturaleza: si todo se repite, ¿por qué la vida no? Y así vivimos en la ilusión de un sentido que se encapsula en un año reloj, en un año lectivo, en un año electoral, y surge por ello un movimiento de fuga: todo se repite, pero siempre distinto. Una fuga que no se anima a ir por más: si siempre es distinto, ¿por qué sostener la repetición?