Guerra civil en Siria

A sangre y fuego, muerte en Ghouta Este

El capítulo del asedio que las fuerzas de Bashar al Asad impusieron en el enclave rebelde de Ghouta Este, y provocó su posterior toma y destrucción, sintetiza el conflicto que desangra a Siria desde el comienzo de la guerra civil, hace ya siete largos años.
Por Flavio Goldvaser

“La guerra es una masacre entre gente que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran”.

Paul Ambroise Valéry.

 

En esta nota trataremos de presentar un resumen sobre los acontecimientos históricos que se desarrollaron en este territorio rebelde y los eventos que llevaron a la destrucción del mismo. En última instancia, esta es la tragedia de la lucha de seres humanos guiados a un destino trágico por su líder militar o «Imperator» y por sus propias concepciones espirituales que son tan difíciles de entender para el Occidente moderno. Líderes que al mismo tiempo aparecían como transfigurados a los ojos de sus hombres por una fuerza llegada de lo alto, terrible y maravillosa. Este tipo de “héroe” o líder siempre ofrece una garantía de grandeza para los tipos de personalidades y espíritus jerárquicamente inferiores donde este heroísmo y esta guerra significan a nivel personal superación, elevación y realización.
Fuerza que se encuentra latente en la base de la cultura tradicional clásico-mediterránea. Que también se extiende a los sobrevivientes de los sangrientos enfrentamientos militares a través de la transfiguración de la personalidad espiritualizada que realiza su destino sobrenatural. Y que dan lugar a confusión de las doctrinas místicas con las que se identifican al guerrero como el iniciado vencedor de la muerte, depositario de un aura especial que lo diferencia del resto de los mortales y le permite el acceso al paraíso.

Ubicación geográfica e histórica
Ghouta del Este se encuentra ubicada en el cinturón que rodea el este de la Ciudad de Damasco, capital de Siria. Su población es predominantemente de origen étnico sunita e incluye 70 comunidades y a las ciudades de Douma, Mesraba, Nashabiyeh, Jobar, Erbeen, Darayya y Harasta. Desde tiempos inmemoriales, esta región de 370 km2 fue asiento de poblaciones rurales que se dedicaban a la producción fruti-agrícola para abastecimiento de mercancías frescas a la capital. El aroma de los árboles, la briza del viento y el perfume de las plantas acompañado por el murmullo de los riachos que recorren la milenaria zona nutrieron su historia. En los últimos treinta años, debido a un proceso de crecimiento desmedido, las huertas y chacras fueron desplazadas por la construcción de centros urbanos llegando la población de la zona antes del comienzo de la guerra civil a aproximadamente medio millón de habitantes. A principios del alzamiento popular y militar contra el gobierno de Assad, en marzo de 2011, los habitantes de esta localidad no se vieron directamente involucrados, permaneciendo leales al régimen. Si bien se notaba la existencia de elementos rebeldes que organizaban bloqueos de caminos y rutas en la ciudad de Douma armados de fusiles AK-47, no aparentaba ser un levantamiento organizado. Recién para julio de 2011, con el anuncio de la creación del Ejercito Libre Sirio, se fue conformando un movimiento político insurgente con islamistas recién liberados de las cárceles sirias. Gracias a una amnistía política que fue establecida para terminar con la rebelión y con militares que desertaron de las filas oficiales en protesta a la represión estatal que se refugiaron en esta área, la oposición organizada fue tomando cuerpo.
Recién a finales de 2011 estos grupos lograron establecerse y controlar las ciudades y barrios al este de la Capital Damasco, estableciendo un bolsillo rebelde a menos de seis kilómetros del Palacio de Gobierno Sirio y de la Ciudad Vieja en la zona conocida como Ghouta del Este. Muchos disidentes y revolucionarios abandonaron el territorio controlado por el gobierno para también dirigirse a esta zona, a fin de evitar la temida represión gubernamental. La cercanía al centro político y económico de la nación la convirtió desde los primeros días del alzamiento en un objetivo primordial del régimen. Ya en enero de 2012 el Ejército sirio lanzó una fallida ofensiva militar a cargo de brigadas de tanques T-72 de la Guardia Republicana, en lo que se convirtió en una descarnada guerra urbana, mediante la cual consiguieron ocupar brevemente las ciudades de Saqba, Erbeen, Hammouriyeh y algunos distritos sin poder sostener sus posiciones, de las que fueron desalojados en los meses posteriores, tanto debido a la debilidad propia del Ejército sirio como a las grandes cantidades de contrabando de armas provenientes de Turquía que mantenían los stocks rebeldes actualizados.
La existencia de este bolsillo se convirtió en la demostración palpable de la debilidad política-militar del régimen de Assad y de la imposibilidad de imponer su control del territorio nacional. Numerosos ataques con mortero contra la capital partieron de posiciones rebeldes impactando contra edificios y barrios gubernamentales. En abril de 2013 las fuerzas gubernamentales pudieron recuperar el estratégico pueblo de Oteiba, en el extremo del enclave que servía como uno de los lugares por donde ingresaban la mayor cantidad de armas y suministros ilegales provenientes de Turquía. Esta pérdida significó el aislamiento definitivo de la zona, dejando a los defensores aislados del resto de la revolución y con la misión de sostener y administrar este pequeño mini-estado a la espera de un cambio en la situación militar a su favor, que nunca más se dio. Asimismo, el enclave fue el primero en ser atacado en forma deliberada con misiles tierra-tierra con cabezas químicas del tipo Sarín el 21 de agosto de 2013, dejando un saldo de 1400 muertos que incluyeron más de un centenar de niños.

División interna
El interior del enclave estuvo gobernado por tres grandes alianzas de extracción salafista -antidemocráticas, antichiitas y antisufíes-, totalmente polarizadas y enfrentadas entre sí, que luego de guerras intestinas desmembraron a otros grupos menores. Mientras que la ciudad de Douma, partes del este y el paso de Wafideen estaban en manos del Ejército Islámico (EI) o Jaish al Islam. La zona sur estaba dominada por el grupo Failaq al-Rahman, un grupo integrista islámico operativo dentro del paraguas de las fuerzas del FSA o Ejercito Libre Sirio. La ciudad de Harasta y parte menor del enclave quedó bajo poder de Harakat Ahrar al-Sham al-Islamiyya, una amalgama de diversos grupos islámicos cercanos a Al-Qaida pertenecientes al Nusra Front.
El grupo más importante y activo dentro del enclave correspondiente al EI controlaba la mayor porción territorial del mismo, y era el grupo que adhería al salafismo más puro (al-salafiyya al-’ilmiyya), muy cercano a Arabia Saudita y Kuwait, de los que recibían apoyo político y económico, al mismo tiempo que mantenían canales políticos con los gobiernos de Turquía y Qatar. A principios de 2011 el grupo fue creado bajo el nombre de Brigada del Islam, o Liwa al-Islam, bajo el mando de su líder Zahran Alloush, quien fuera liberado bajo una ley de pacificación gubernamental de la prisión de máxima seguridad de Sednaya por actividades salafistas. En septiembre de 2013, el grupo se unificó junto a otras 50 facciones salafistas e islámicas locales para dar lugar a la creación de Jaish al-Islam, con la consiguiente unificación territorial y la inclusión de prestigiosos religiosos locales en su consejo gubernamental, como el suní Abu Ammar Hawwa y el prestigioso Sufisheikh Said Darwish de tendencia contraria al salafismo. De esta manera, dieron paso a la creación de instituciones políticas y religiosas que comenzaron una administración independiente en un intento de autogobierno. Asimismo, crearon una policía secreta y cortes islámicas que funcionaban en la prisión de Al-Tawba, y se ocupaban perseguir disidentes internos y defensores de derechos humanos, institucionalizando la tortura como forma de poder en base a aducir leyes islámicas como cobertura de sus actividades.
El segundo de los grupos, Harakat Ahrar Al-Sham Al-Islamiyya, de tendencia antisaudita, se nutría principalmente de las enseñanzas de clérigos salafistas, como Sayyed Imam al-Sharif, Abu Mohammed al-Maqdisi y Abu Qatada al-Falastini, y recibía apoyo privado de clérigos qataríes para promover la lucha armada universal del Islam contra gobiernos árabes a los que consideraban contrarios a las enseñanzas islámicas y bregaban por la instalación de un Califato universal. Esta agrupación se separó en julio del 2016 del Frente Nusra perteneciente a Al-Qaida, en un intento por sobrevivir en forma independiente y seguir obteniendo cierto apoyo exterior.
Mientras que los anteriores grupos eran de tendencias salafistas, Failaq al-Rahman se presentaba a sí mismo como una de las facciones del Ejército Sirio Libre que enfatizaba su lucha en temas nacionalistas y militares. Este grupo estaba liderado por el capitán desertor del Ejército sirio Abdel Nasr Shmeir, con vínculos familiares en Ghouta del Este, de donde su familia provenía, y estaba emparentado con el sheikh de la ciudad de Douma, Abu Rateb Abu Diqqa. Los miembros de esta facción tenían por líder espiritual al sheikh antisalafista Riyad al-Khiraqi, o Abu Thabet, quien fue asesinado por alguna de las otras facciones rebeldes en mayo de 2015 durante una de las luchas internas de poder dentro del enclave.
El 25 de diciembre de 2015, el líder del Ejército del Islam, Z. Alloush, perdía la vida en el contexto de un bombardeo ruso en el pueblo de Uthaya, ubicado dentro de los límites enclave. Su muerte dejó un vacío de poder que fue aprovechado por las diversas facciones rebeldes para ocupar territorio. Esto desencadenó una guerra interna que dejó un saldo de cientos de combatientes muertos, y fue a su vez aprovechado por las tropas gubernamentales que lanzaron una ofensiva por la que retomaron la mitad del enclave incluyendo importantes zonas rurales que servían para el abastecimiento de productos alimenticios y facilitaban el contacto con el exterior.
Esta misma guerra civil dentro de la guerra volvió a repetirse en abril y mayo de 2016 entre el Ejército del Islam, por un lado, y Failaq al Rahman, del Ejército del Fustat y Ahrar al Sham, por el otro, dejando una vez más un saldo de cientos de combatientes muertos en ambos bandos. Fue de esta manera que la alianza enfrentada al Ejército del Islam logró expulsarla de Harasta y ocupar los túneles de contrabando que se encontraban en la zona. En junio de 2016, a través de la mediación del gobierno de Qatar, se llegó a un alto el fuego que estableció nuevas fronteras internas unidas a través de puestos de control administrados por las diversas facciones militares. Estas divisiones facilitaron nuevas ofensivas de las fuerzas leales al gobierno que los llevaron a importantes avances sobre el terreno, y a la pérdida por parte de los rebeldes de diez pueblos en la región de Deir al-Asafir, así como sus aéreas de cultivo. En nuevas ofensivas, a fines de julio de 2016 el gobierno de Assad nuevamente pudo recapturar las poblaciones de Jarba, Bahariya y Meydaa en el perímetro este del enclave, mientras que en agosto de 2016 pudieron recuperar la ciudad de Darayya y los pueblos de Hawsh y Nasri, que servían como reservorios de producción agrícola que alimentaban el enclave.
El 28 de abril de 2017, los combates internos entre Jaish al-Islam y Tahrir al-Sham volvieron a repetirse por el término de una semana, lo que llevó prácticamente a la aniquilación del último movimiento como fuerza combativa; esta vez, debido a acusaciones mutuas de traición, herejía y de provocaciones militares por diferencias ideológicas.

La línea de vida interna, contrabando y checkpoints
Bajo estas circunstancias, la vida bajo sitio para los habitantes de Ghouta nunca fue fácil, tal como describe un artículo de investigación publicado a fines de 2016 por la ONG norteamericana Century Fundation, especializada en temas de seguridad y terrorismo. También el Middle East Institute, con base en Washington, describe la situación económica dentro del enclave en un informe publicado en 2016. Bajo el bloqueo, el gobierno mantenía abierto un cordón umbilical con el exterior a través del llamado pasaje de Wafideen, cuya apertura comercial fuera fruto en mayor medida de la negociación privada de la adinerada familia de Moheddine al-Manfoush en 2014, que consiguió la administración monopólica del paso. Este empresario de la industria láctea local -quien es mejor conocido como “Abu Ayman”, y cuya familia es originaria de la ciudad de Misraba, donde sigue manteniendo varias panaderías y algunas granjas productivas-, tiene conexiones tanto a nivel gubernamental como rebelde y es propietario de la firma Al-Marai, ubicada en la región de Damasco. Hasta mediados de 2017, Abu Ayman transfería hasta 150 toneladas de alimentos y mercancías al enclave. Los productos que atravesaban la línea sufrían por parte del gobierno un impuesto a la importación y a su vez debían contar con el visto bueno de los rebeldes islámicos, quienes también cobraban su propio impuesto. Al mismo tiempo, desde el lado gubernamental el control del paso había sido disputado por diversas unidades militares leales al gobierno, quedando luego de varias pujas internas controlado por el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea y la Guardia Republicana, y pasó a ser conocido coloquialmente como “Hajez al-Miyoun” o el “Checkpoint del Millón” debido a las ganancias que obtenían de él los militares que lo administraban.
Desde el lado rebelde, originariamente el paso estaba controlado por una facción menor del Ejército Libre Sirio denominado el Ejercito de la Nación (Umma Army), cuyo líder era Abu Ali Khibbiyeh. Pero en julio de 2014 el Ejército del Islam al mando de Zahran Alloush organizó una operación militar para destruir esta facción y apropiarse de las áreas donde este estaba operativo, incluyendo el estratégico paso de mercancías. Fue así que pasaron a administrarlo y forzaron a los comerciantes a adquirir permisos de importación y a descargar los productos en galpones pertenecientes al Ejército Islámico, donde cobraban derechos de almacenamiento y derechos preferenciales de ventas de mercancías.
Situaciones como ésta crearon un sentimiento de desesperanza constante y demuestran las divisiones en la sociedad siria, de las que sólo se beneficiaban los comandantes y funcionarios políticos de ambos bandos, quienes hacían un gran negocio de la guerra. No obstante, el flujo de alimentos, electricidad, armamentos, medicina y naftas que resultaban fundamentales para alimentar la vida también se realizaba principalmente a través de túneles de contrabando que estuvieron operativos hasta mediados de 2017.
Esta situación terminó con la ofensiva gubernamental de mediados de febrero de 2017 sobre los barrios de Barzeh y Qaboun, con la captura y destrucción de estos pasos ilegales. En respuesta a esta nueva situación, Failaq al-Rahman, Tahrir al-Sham y Ahrar al-Sham lanzaron una fallida contraofensiva conjunta desde Jobar a mediados de marzo del 2017, mediante la cual recuperaron parte del territorio perdido, pero fracasó en su último fin de conseguir la reapertura de los túneles de abastecimiento. Sumado a las perdidas territoriales que los rebeldes sufrieron de las zonas agrícolas a lo largo de los años de sitio, aumentó el deterioro de la calidad de vida dentro del enclave. La situación de desesperación se agudizó a partir del cambio de política gubernamental en junio del 2017, propiciada por Rusia cuando el gobierno sirio decidió cerrar permanentemente el paso de Wadifeen.
Esto agudizó la crisis alimentaria dentro del enclave, e hizo aumentar los precios de los productos básicos alimentarios en forma exorbitante, llegando a costar el kilo de harina hasta 5 U$S, cuarenta veces más lo que costaba fuera del sitio. Una lista de precios publicada por la Douma Coordination Group mostraba las diferencias de precios en productos básicos medidos en moneda siria dentro y fuera del enclave. Los precios del azúcar variaban de 120$ a 2750$, el precio de los huevos de 750$ a 5100$, el precio del té de 1200$ a 8000$ y el precio de las  papas de 90$ a 1300$, sólo como ejemplos de las distorsiones económicas producidas. A su vez, esporádicamente el gobierno había habilitado el cruce de caravanas alimenticias de las Naciones Unidas y la Media Luna Roja Siria, para no ser acusados de crímenes contra la humanidad.
Dejar el enclave siempre fue difícil o prácticamente imposible, ya que la única vía de escape era a través del puesto de Wafideen en la zona norte. Si bien había acuerdos para que funcionarios gubernamentales pudiesen entrar y salir para cumplir tareas mínimas a lo largo de estos años, no sucedió lo mismo con los acuerdos para la evacuación de heridos, quienes siempre se vieron dificultados por la negativa del régimen para otorgar salvoconductos. Asimismo, el problema de las familias que deseaban abandonar el enclave era mucho más complejo, ya que debían atravesar las diversas zonas de influencia de las milicias que dominaban el territorio y cobraban siempre un impuesto por el derecho a transitar. Una vez llegadas al paso, estas personas debían primero obtener el permiso del Ejército Islámico, bajo peligro de ver a las familias divididas ya que los milicianos muchas veces arrestaban a las personas solamente por preguntar e impedían el cruce a toda persona en edad militar. Una vez obtenido el salvoconducto, atravesar la tierra de nadie tampoco era tarea fácil. Los valientes se enfrentaban a minas terrestres plantadas por ambos bandos y al humor de los francotiradores que disparaban a voluntad.
Los informes presentados sobre la situación general de la salud infantil y nutricional general de la población, realizados por PAC Médicos A través de Continentes-Turquía y UNICEF en noviembre del 2017, publicados en un informe denominado SMART Syria, también ponían de manifiesto el deterioro alimenticio producido en los últimos meses del sitio de Ghouta del Este, donde los índices de malnutrición infantil crónica alcanzaron hasta al 36% de la población total de infantes menores a 5 años de edad. Debido a las privaciones alimentarias, los residentes han visto su comida reducida a la ingesta de agua, vegetales crudos como el maíz, repollo o coliflor en un 80%, debido a la reducción de los espacios cultivables. El informe detalla que la alimentación diaria familiar a su vez se vio reducida a una comida diaria dando prioridad al alimento de los menores.
El 6 de febrero de 2018, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas acusó oficialmente al gobierno sirio de Crímenes contra la humanidad en un informe publicado por este organismo. También lo acusó de permitir deliberadamente el bombardeo y asesinato de civiles, así como el uso de agentes químicos contra la población civil, y la negación de toda ayuda humanitaria y alimenticia a los efectos de producir la muerte por inanición de civiles.

Asalto final
En la práctica, con la ayuda de Rusia, el gobierno de Assad lideró durante años un sitio de hambre, sufrimiento y destrucción contra la población e infraestructura civil del enclave, con la esperanza de obtener una rendición incondicional de los rebeldes. Destrucción de la que no se salvaron escuelas, mercados, mezquitas ni hospitales a los efectos de imposibilitar la alimentación, la atención médica y hasta el poder rezar por parte de la población. Lo hizo siguiendo el modelo ruso que llevó al levantamiento del sitio de Alepo en diciembre de 2016, donde después de un brutal sitio los rebeldes se rindieron y obtuvieron salvoconductos hacia zonas controladas por la oposición. De la misma forma se trató de llegar a un acuerdo para la evacuación del enclave de Ghouta Este.
El 18 de febrero del 2018, luego de un fin de semana de fuertes tormentas que pusieran un alto momentáneo al asalto de las fuerzas aéreas ruso-sirias, con la salida del sol del nuevo día el gobierno sirio concentraba lo mejor de la tecnología militar rusa en los límites del condenado enclave rebelde. Tanques T-90, lanzadores de cohetes múltiples BM-30 Smerch (considerados los más letales en el mundo) y misiles balísticos Tochka, pertenecientes a las Divisiones de las Fuerzas Tigre y al 4to y 5to Cuerpo Paramilitar de Asalto, esperaban su turno para desatar toda su potencia contra la rodeada población. Al mando de estas tropas estaba el Brigadier General Suheil al-Hassan, preferido de los rusos y acusado de crímenes de guerra desde el comienzo del conflicto, quien dio un discurso destinado a los rebeldes que fuera subido a Youtube. En el mismo, decía: “Van a ver las flamas del infierno si montan alguna resistencia a nuestro avance. Ustedes no van a encontrarse con nadie que los ayude, y si gritan por auxilio se van a encontrar ahogados por agua tan caliente como el hierro”.
A medida que la ofensiva final gubernamental cobraba impulso, palabras como genocidio, masacre y asesinato recorrían los titulares de los principales periódicos internacionales. Los casi 400.000 habitantes de este enclave se encontraban solos frente al infierno en la tierra, implorando por una salida frente a una lluvia de balas, morteros, bombas racimos e incendiarias. Las familias se encontraban saliendo de sus refugios sólo para encontrar la muerte bajo el bombardeo aéreo ruso y sirio. Fotos de cuerpos desgarrados por la metralla, ríos de sangre, gritos sordos y lágrimas por la destrucción de la vida y las familias asesinadas mostraban la crueldad y la sinrazón de la guerra. El ataque prosiguió demoliendo los cimientos de sus ciudades e infraestructuras, demostrando la impotencia de la política internacional y la inoperancia de las Naciones Unidas. Luego de tres inútiles jornadas de debates, a través de la Resolución 2401 del 20 de febrero del 2018 el Consejo de Seguridad llegó por unanimidad a la conclusión de la necesidad de un alto el fuego y de la creación de un corredor humanitario para la evacuación de civiles heridos. Pero se encontró con el veto de Rusia a toda iniciativa pacificadora. En menos de un mes de ofensiva gubernamental, el enclave prácticamente desapareció, convirtiéndose todo en ruinas y destrucción.
El capítulo final de esta batalla, que se convirtió en una de las peores derrotas de las fuerzas opositoras, llevó a la casi total ocupación del enclave por las fuerzas gubernamentales, dejando únicamente para el mes de abril de 2018 al grupo Jaish al-Islam aferrándose a la ciudad de Douma y a algunas zonas rurales a su alrededor. En tanto que el resto de los grupos rebeldes, Harakat Ahrar al-Sham y Failaq al-Rahman, aceptaron un alto el fuego y acordaron el traspaso de sus zonas de control.
Como lo relataban el periódico libanés Al-Akhbar y Al Jazeera TV en sus ediciones del 24 de marzo del 2018, quienes detallaron los acuerdos alcanzados en negociaciones lideradas por Rusia, Egipto y Siria, que siguieron el modelo de evacuación alcanzado en la Ciudad de Aleppo un año antes, los rebeldes rindieron sus territorios de control a cambio del traslado de combatientes, familias y simpatizantes por intermedio de buses a la región controlada por la oposición de Idlib y el consiguiente intercambio de prisioneros. En tanto que Jaish al-Islam rindió su territorio el 12 de abril de 2018 a la policía militar rusa debido a que se negaban a reconocer la legitimidad del gobierno de Assad.
Aunque las cifras exactas de víctimas civiles de la ofensiva final se desconocen, a través de la UN Office for the Coordination of Humanitarian Affairs, el 21 de marzo del 2018 las Naciones Unidas presentaron un informe que estimaba las bajas civiles en no menos de 1.600 muertos, 5.000 heridos y 300.000 desplazados que perdieron sus hogares, lo que representa el 94% de la población de Ghouta del Este. Debemos destacar en esta sucesión de ataques y masacres mutuos contra civiles, en primer lugar el realizado por los rebeldes el 20 de marzo de 2018 contra un mercado de Damasco, en la localidad de Kashkoul, que dejó 35 civiles muertos y 15 heridos; y en segundo lugar dos ataques con gas clorhine realizados por las tropas leales al régimen de Assad, el sábado 7 de Abril según lo detalla el Syrian Network for Human Rights, que en su reporte detalla que el primer ataque se realizó alrededor de las 16:00 horas en la panadería Sada, con 15 muertes, y un segundo ataque a las 19:30 horas en la calle al-Shuhada, que mató a 55 personas y dejó heridas a 860.
A modo de conclusión de los eventos aquí detallados y del sabor amargo que puede dejar la pérdida de vidas humanas, debemos admitir que -aunque es cierto y evidente que se cometieron crímenes de guerra donde sus responsables deben ser llevados a juicio ante tribunales internacionales- hay que indicar que el objetivo primordial de las acciones que acontecieron en Goutha del Este no se puede comparar en ninguna forma al sitio y genocidio de Srebrenica de la década del ´90, durante la guerra civil en la ex República de Yugoslavia, en la que luego de la rendición del enclave se reunieron a todos los civiles masculinos mayores de la población para masacrarlos. Esta diferencia se debe a que el objetivo del gobierno sirio y del gobierno ruso siempre fue recuperar el control geográfico la soberanía del territorio. De esta manera, asistimos al cierre, por lo menos en forma temporaria, de otros de los frentes militares de esta guerra civil que ya lleva más de siete años y de la que todavía no se ve un final.