Nueva alianza de derecha

¿Hacia dónde va el Estado de Israel?

El nuevo gobierno de Israel no aporta ninguna esperanza de un futuro mejor. En su esencia, este es un gobierno de 61 diputados entre 120, en el cual “cada miembro puede ser rey”, y cada partido en cualquier momento es capaz de voltear o fijar su destino, para bien o para mal.
Por Avshalom (Abu) Vilan *

Este conjunto de chantajistas podrían durar unos cuantos meses juntos, pero sería suficiente con que uno solo decida salir del pacto para que el gobierno sea disuelto, ya que no tendría mayoría en el Parlamento.
Es la primera vez en muchos años, que la derecha israelí gobernará sin partners del centro o de la izquierda que “purifiquen para ellos las alimañas”. En realidad, ya en las tratativas para formar un frente común se pudo ver que la política exterior, que es el principal factor de influencia para la existencia del Estado, no fue mencionada ni siquiera una vez y no por casualidad. El nuevo gobierno de Israel no está interesado en adelantar el proceso de paz, porque no cree en este proceso y sin duda alguna saldrá en contra de todo intento de fomentarlo por parte de la comunidad mundial dirigida por los EE.UU.
Según Netanyahu, los partners con una agenda política internacional solo podrían desviar a este gobierno de su camino de extrema derecha, y por eso se siente aliviado, porque al final de cuentas no necesita depender de los partidos de centro e izquierda.
No hay duda que esto puede tener consecuencias muy negativas para el país. Ya veremos en el futuro si el Estado de Israel será considerado como la Sudáfrica del pasado, aislado y condenado, y se transformará en “el leproso del ámbito mundial”.
También en el ámbito social y económico, un gobierno de 61 diputados casi no podrá dictar reformas nuevas e importantes. El precio que deberán pagar a los diferentes grupos discordantes será demasiado alto, y quizás muchas veces también imposible. En el ámbito judicial, la lucha no será menos cruel, cuando se enfrenten duramente las fuerzas conservadoras que pretenden aminorar la influencia de la Corte Suprema e impedirle su intervención en problemas políticos y morales en discordia, y las fuerzas más liberales de la derecha, guiados por los preceptos de Jabotinsky y Beguin que seguramente se les opondrán.
El nombramiento de Ayelet Shaked, del partido Habait Haiehudi, como Ministro de Justicia significa, al parecer, un golpe fatal en la relación entre las diferentes partes y contra el sistema judicial como lo conocimos hasta hoy. Y hay quienes dicen incluso que ese paso llevará finalmente a cambiar el carácter democrático del Estado de Israel.
El hecho de que Avigdor Liberman y su partido Nuestra Casa Israel se quedaran fuera, radicalizará por fuerza la política del gobierno. Liberman flanqueará igualmente desde la oposición a la coalición de derecha, y los factores del gobierno de extrema derecha, dentro del Likud y Habait Haiehudi, tratarán de demostrar que son más extremistas, así no le quedará a Liberman posibilidad de juego en las tratativas para llegar a los sectores más extremos de los votantes.
El resultado inevitable sería el incremento de la construcción en los Territorios Ocupados, el empeoramiento de las relaciones con los árabes ciudadanos del Estado de Israel y un intento continuo de acentuar (o por lo menos no moderar), la violencia en las relaciones con los palestinos.
La paradoja es que existe la posibilidad de que el mitológico y famoso dicho de Lenin de que “cuanto peor sea la situación, será mucho mejor”, se encuentre en una histórica prueba.
La alternativa sería un gobierno de unión nacional. Un gobierno de este tipo se podría formar en una situación de crisis político/militar o interno, que se daría al verse incapaz con sólo sus 61 diputados de pasar el presupuesto nacional de 2015-2016. En un gobierno de unión nacional no entraría el partido religioso Habait Haiehudi, y así se basaría en el Likud, Havoda, Kulanu de Kajalon y los religiosos. El problema principal de este gobierno sería el profundo desacuerdo de principios que existe políticamente hablando y la falta de voluntad de Netanyahu de fomentar un verdadero proceso de paz.
Incluso si tal gobierno no da lugar a un deterioro de la situación política, determinaría el estancamiento político en nuestra región, y eso significaría sin duda, dar marcha atrás.

Por cierto, la campaña que hizo Meretz en las elecciones pasadas no podrá ser utilizada otra vez.
Meretz se encuentra frente a dos alternativas: trabajar en la construcción de una oposición fuerte y luchadora que sea también eficaz si se diera un gobierno de unidad nacional, tratando de duplicar el poder en las próximas elecciones, en caso de que estén en juego los dos partidos más poderosos; o tratar de unirse al partido laborista y otros de centro para formar un frente amplio de salvación nacional para las próximas elecciones. Es claro que en caso de que el Partido Laborista se una al Likud y a los religiosos, esta opción de frente amplio de salvación no será real.
Como director y líder de los movimientos de paz del Estado de Israel y de la izquierda israelí, tengo la esperanza de que tanto la izquierda como el centro israelí dejen de lamentarse y llorar el pasado lo más pronto posible y empiecen la construcción de una alternativa política y económica que trate de convencer al público de su integridad y honestidad, y finalmente logre ponerse en contacto con todos esos sectores que ya hace tanto tiempo se niegan a votar por ella.
Sólo consolidándose como una alternativa seria y responsable para un poder irresponsable que promueve empleos a cambio de los intereses nacionales, podría la izquierda volver al poder.

* El autor de exdiputado de Meretz y actialDirector del Sindicato de Agricultores de Israel.

Traducción del hebreo: Ariela Masch