Las palabras de Koremblit fueron parte de un evento excepcional en la sociedad argentina, en paricular en los círculos de raigambre aristocrática y de importante incidencia católica: el Instituto Nacional Sanmartiniano, que galardonó a un ciudadano judío, el Dr. Noé Davidovich, por su consecuente contribución a la difusión del legado democrático del Libertador José de San Martín.
El acto, realizado en la imponente sede de la institución, en la Plaza Grand Bourg de Buenos Aires, nos permitió descubrir a otro Noé. Sabíamos de nuestro Noé, de Meretz Argentina, de Tzavta Centro Comunitario, el Noé dirigente comunitario, activista del sionismo argentino, columnista de Nueva Sión, La Luz, Mundo Israelita; pero en aquel evento, Davidovich, ante autoridades gubernamentales y representantes del cuerpo diplomático, abrió el abánico de su ideario hacia otros rumbos, evidenciando – como señalaba Koremblit – el poder de conjugar diversas opciones identitarias: su condición judía – sionista, humanista- con el involucramiento en la trama civil argentina, el compromiso con la sociedad circundante, el aporte a la cultura latinoamericana
La triste noticia del fallecimiento de Noé deja trunca una amistad que cultivamos a la distancia durante varias décadas.
Una amistad difícil, no siempre coincidimos en nuestra lectura política y a veces nos enojamos por disentir, cuando Noé percibía que la posibilidad de acuerdo se alejaba, decía con pícara sonrisa, llegó el momento de otro café y –ciertamente- todo se arreglaba.
Desde Israel, lo recordaremos con afecto y respeto.
Sabremos en los cotidianos debates, que no se agota el diálogo, que hay lugar para otra vuelta de café.
Allí, sonriente, estará Noé.
Moshé Rozén