Pandemia de coronavirus

Necesitamos al Estado, y al mercado también

La crisis generada a nivel global por el coronavirus puso en evidencia el proceso de desfinanciación que sufrió el sector de la salud durante los último 30 años. La evidencia palmaria y obscena de las consecuencias sanitarias y económicas de la pandemia está llevando a algunos líderes a reorientar prioridades de las inversiones estatales, pero no va a ser posible recuperar en el corto plazo todo lo perdido desde la década del ’80.
Por Federico Glustein

Este virus del que escuchamos a cada hora, minuto y segundo, es el factor económico más importante del año, por el momento de la década que recién se inicia, y por su magnitud actual, de los más fuertes de los últimos años. Más de 330.000 personas infectadas y 14.000 muertes es el saldo actual de esta pandemia, que no solo afecta a la salud física de las personas sino también la economía de los países y el mundo. Se podría decir que 100.000 personas se han recuperado, pero la cifra cambia segundo a segundo, como en un parpadeo.
Los países más afectados, además de China y Corea del Sur, son, hasta el momento España, Estados Unidos e Italia, donde la cifra sube exponencialmente día a día, pero no solo de afectados, sino también de muertos. La rapidez con la que se expandió marcó la necesidad de los gobernantes en cerrar las fronteras para evitar que se propague hacia países vecinos, así como también que ingresen importados. La Unión Europea, como conjunto, ha decidido poner un coto de clausura a sus límites geográficos, así como una gran cantidad de países han prohibido los ingresos de personas desde Italia y España.
Ahora, con una introducción que es conocida, el título invita a reflexionar sobre la dicotomía Estado vs Mercado. Para los extremos de cada lado de esta virtual contienda, ninguno de los polos opuestos deben permanecer fuertes, sino que uno debe prevalecer sobre el otro. Y en este momento de la pandemia pareciera que el rol del Estado se fortalece a medida que avanzan las acciones de los gobiernos. Para poder tomar esas políticas, resulta necesario un mercado que siga generando riqueza para poder recaudar los impuestos y sostener el empleo. Entonces, lo que hay que comprender, y más en estos momentos, es que si alguno de los dos flaquea, peligra también la existencia del otro, y que no es una relación dicotómica, sino complementaria, aunque de lucha por el poder. Así es el capitalismo.

Panorama económico, Estado y Mercado
La economía global estaría por sufrir una caída peor que la de 2009, vaticinan algunos economistas. Lo que pasó en China puede ser un punto de partida, donde las ventas de automóviles han caído un 80%, las metalúrgicas un 85%, el tráfico de pasajeros casi un 90%, mientras que las textiles están tocando su piso histórico. La economía prácticamente se ha detenido. Para el mundo, China es el principal proveedor de productos manufacturados y uno de los mayores importadores de bienes primarios y servicios. Los turistas chinos que inundan las capitales del mundo lentamente se esfumaron. Y los hoteles y restaurantes, entre otros, han visto menguar sus operaciones y sus ingresos, dejando un tendal de desempleados que pronto sentirán más fuerte la crisis, cuando los ahorros que poseen se reduzcan prácticamente a cenizas con el parate económico reinante donde ningún comerciante tomaría a un empleado nuevo.
Este escenario se puede asemejar a lo que ocurre en la actualidad en Europa, pero también en Estados Unidos, en América Latina, en el mundo. Son contados con los dedos de las manos los países que no han realizado la cuarentena total. Al día 22, México, Estados Unidos, Brasil, Turquía, por ejemplo, siguen con una vida relativamente activa en cuanto a lo productivo, pero con restricciones por temas de salud. El miedo a la detención total de la economía muestra a débiles gobernantes, tanto por izquierda como por derecha, con medidas que poco o nada sirven para proteger la salud de la población.
Por el lado financiero, el golpe bursátil que golpeó a los mercados desde febrero y todavía continua no ha dejado indemne a ninguna bolsa del mundo. Lo llaman el “Coronacrash” por los efectos que trajeron las medidas gubernamentales y por la caída de las acciones, los bonos y el petróleo. Todos los principales mercados financieros del mundo han caído por encima del 25%, a excepción de China que se ha recuperado, pero con una baja del 5% en el año. Vale recordar que el golpe bursátil lo ha tenido el gigante asiático hacia fines del año pasado, cuando se hizo público la aparición del coronavirus.
Asimismo, la mayoría de los gobiernos han tomado medidas de expansión fiscal, con incremento de la emisión monetaria, pero con algunas exenciones impositivas para la producción y el comercio, suba de los fondos de desempleo y supresión de los despidos, redireccionamiento de las partidas de otras ramas hacia el sector salud, pero también hacia otros vitales como seguridad y transporte. Los “mercados” tampoco han reaccionado bien a estas medidas, como ya es costumbre cada vez que estas se llevan a cabo, pese a la pandemia global.
En cuanto al empleo, a escala mundial ha afectado al sector turismo y al sector productivo, pero también, a los que viven en el día a día, no solo a los changarines, sino también a los profesionales, a los artesanos, a los vendedores ambulantes. Un electricista o un óptico que para un mes puede verla oscura si no recibe ingresos en ese período, pero sí tiene trabajo, entonces podría estar dentro del 20% de la población que mayor retribución recibe por su labor. El empleo informal sufre porque los trabajadores no cobran su salario y vive el día a día, y esa es una afección que sucede en todos los países del globo, pero sobre todo en los más pobres. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advirtió que hay en riesgo 25 millones de puestos de trabajo por la crisis económica asociada a la pandemia. De acuerdo con encuestas de interés público, en países como España e Italia, la preocupación por perder el empleo por el virus es del 90%, si hablamos del sector formal, mientras que los informales afirman que en un mes máximo podrían quedarse sin ingresos para comprar alimentos.
En nuestro país, la cuarentena total obligatoria frenó el ya parado mercado de trabajo, donde miles de personas con empleos provisorios o informales perdieron su puesto a causa de la falta de producción y/o ventas. Las medidas aplicadas por el presidente Alberto Fernández van en línea de la protección de la salud y ayuda para los más necesitados, aunque todavía es pronto para evaluar el impacto económico de las políticas llevadas a cabo. Pero lo que sí es sabido, es que pequeños comercios han tenido que cerrar y sus dueños y empleados, trabajadores del día a día, verán dificultosa su carrera para llegar a cubrir sus necesidades, más allá de alguna medida en tema impositivo, algo similar ocurre con cuentapropistas.

El rol de la salud pública y la salud privada
“Lo que ha revelado esta pandemia es que la salud gratuita, sin condiciones de ingresos o profesionales (…) no son costos”, apuntó Emmanuel Macron, Jefe de Estado de Francia, en una rueda de prensa en la cual reconoció que el COVID 19 era “la peor crisis de salud en 100 años”. “Son bienes precios, activos esenciales cuando golpea el destino”, continuó el mandatario francés. “Estos bienes y servicios tienen que estar fuera de las leyes del mercado”, señalaba. Esas frases serían un claro gesto proestatal del mandatario liberal Emmanuel Macron; sin embargo, en diciembre pasado, sufrió una de las peores huelgas de la sanidad pública de la que se tenga memoria. Más de 700 profesionales reclamaron un incremento en las partidas presupuestarias, indicando que faltan “más de 1.000 millones de euros” para sostener el sistema. El recorte desde la década de los ’80 en la salud pública francesa sería de, al menos, 20.000 millones de euros y 70.000 camas, con gobernantes de distintos colores políticos. Se estima que desde 2017, en el plan de austeridad fiscal impuesto por las autoridades, el gobierno francés retiró del sistema casi 10.000 millones de euros. En Francia, todos los ciudadanos tienen derecho al acceso a la Seguridad Social Básica –no gratuita-, aunque la mayoría de los franceses poseen un seguro médico privado para el resto de los servicios que no están cubiertos. El gasto del PBI en salud pública es del 5,94%, cuando hace 30 años alcanzaba casi el 10%. El salario base de un médico es de 3.500 euros, aproximadamente.
En España la situación es parecida. Desde hace por lo menos 30 años, tanto las gestiones nacionales como las de sus diferentes autonomías (la sanidad es una competencia transferida) aprobaron una serie de recortes sanitarios que debilitaron el sistema y que lo dejaron desnudo a la hora de afrontar, entre otras cosas, esta excepcional crisis sanitaria. En los presupuestos de este año, la inversión en el sector es de 5,9%, similar a la de Francia, aunque hace diez años era de 6,8%, casi 1% más. La media europea se sitúa en 7,5%. Los profesionales de la salud sostienen que necesitan “una fuerte inyección de dinero” para superar la crisis por el COVID 19. Es que con los sendos recortes a la salud también llegaron los copagos, los extras y otros asuntos a la hora de hablar de salud pública. Hablando de números, más del 75% de los centros médicos españoles son públicos, aunque por el trabajo “a tope” que posee la sanidad estatal, los sectores pudientes están eligiendo seguros privados. El salario medio de un médico es de 2.800 euros, aproximadamente.
En Argentina, la atención de la salud es diferente por la existencia de un sistema “semi privado”: las obras sociales. Aproximadamente el 34% de la población posee cobertura exclusiva del sistema público de salud, que para 2017 contaba con un gasto sobre PBI del 2,7%. Se estipula que 15 millones de personas dependen de la salud pública nacional, provincial o municipal. Además, si contabilizamos las 5 millones de personas que se atienden por PAMI, cuyo financiamiento depende no solo de los aportes laborales sino también de grandes erogaciones del Estado Nacional, y donde la estructura hospitalaria depende de centros de salud públicos, hay más de 20 millones de compatriotas que están pendientes del Estado para sus cuidados. Asimismo, más de 6 millones de personas cuentan con la famosa “medicina prepaga”, mientras que 18 millones cuentan con algún tipo de “Obra social” sindical o derivada del oficio. En los últimos años, la medicina prepaga ha crecido fuertemente en detrimento de la baja en la calidad de las obras sociales, algunas de las cuales cuentan con un servicio “extra” privado, es decir, con los fondos laborales no alcanzaría –más allá de otras cuestiones- y la migración así lo demuestra. De acuerdo a las principales organizaciones globales, Argentina cuenta con uno de los mejores sistemas públicos de salud de la región, pese a la disparidad regional existente: se destaca en Santa Fe y en algunos establecimientos de Ciudad de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires, aunque no en su conjunto. Es que, pese a las obras anunciadas y las grandilocuencias, la sanidad pública en el país lejos está de pasar su mejor momento, dado que se encuentra en línea con lo que se ha escrito de los otros países de Europa. Y los salarios médicos son bajos ($34000 medio).

El Estado es necesario pero no alcanza
Por lo descrito anteriormente, vemos que con la salud pública no alcanza. De por sí se encuentra a tope “en casi todo el mundo”; y pensando en esta crisis sanitaria, el “mercado de la salud” también debe ponerse a tono. Los Estados son vitales para resolver la crisis pero a su vez, se necesita que quienes cuentan con sistemas privados, lo utilicen. Por mayor que sea el gasto fiscal, se necesitarán 30 años para revertir los anteriores 30 años de retroceso. Y el Estado, necesario, debe ser eficiente, y gastar “donde se debe”, en insumos hospitalarios, mejores salarios y personal, pero dejando de lado las ineficiencias o la corrupción que aflige al sistema público. Esta es una oportunidad para enfocar un “Nuevo Estado del Estado” y ver que el Estado no resuelve todo, pero puede hacer más y que el Mercado “no resuelve por sí” pero que debe existir y tener reglas claras. Es momento clave para no “avivarse”, aunque también del Estado dede ayudar a los privados. Hoy, el Estado y el Mercado se necesitan mutuamente.