Gira presidencial a Israel

Un artista del trapecio

Pinceladas del viaje de Alberto Fernández a Israel, donde el flamante primer mandatario argentino asistió al Foro Internacional de Líderes realizado con la doble consigna de recordar la Shoá y combatir el antisemitismo.
Por Moshé Rozén, desde Nir Itzjak, Israel

El artista del trapecio, nos contaba Franz Kafka, estaba siempre trepado a su red, tan feliz que reclamó, al dueño del circo, instalar un trapecio más.
El presidente argentino arribó a Israel escalando, también, a dos trapecios: el primero, la interna –partidaria y gubernamental- a cinco años de la muerte de Alberto Nisman; un trapecio configurado por el riesgo de caer al vacío por oscilar en la retórica suicidio / suicidio inducido / asesinato del fiscal.
El segundo, no menos peligroso, es el trapecio del ámbito internacional: una plataforma, la jerosolimitana, cargada de singular simbolismo y signada por la mirada de más de cuarenta jefes de Estado y monarcas que, al observar al mandatario argentino, indagaron seguramente sobre el recorrido histórico de un país en deuda, perpetuado en el imaginario global por su fragilidad institucional.
Como si este escenario de acrobática aventura no tuviera suficiente adrenalina, la visita a Israel de Alberto Ángel Fernández se enmarcó en un evento –el Foro Mundial del Holocausto- convocado bajo una doble consigna: recordar el genocidio y combatir el antisemitismo, un lema que compromete a los estadistas presentes a combatir todo tipo de odio y violencia contra los ciudadanos judíos en cualquier rincón del orbe.
Fernández, en este sentido, habrá percibido –desde ambos trapecios- un vértigo mayor: a 28 años del ataque a la Embajada de Israel y a 26 años del atentado contra la sede central de la comunidad judeoargentina, la persistencia de la impunidad –acrecentada por fluctuantes actitudes ante Irán y Hezbollah, aparecen como una gris mancha, que amenaza con trabar el despegue diplomático del flamante mandatario.
La reunión presidencial con los familiares israelíes de las víctimas de la dictadura militar en Argentina merece ser destacada como un acto de sensible dignidad: en Israel residen miles de argentinos que vivieron las atrocidades de aquel tiempo y reclaman justicia y verdad. Un reclamo que se extiende a los tribunales de Israel para que, a 44 años del golpe cívico-militar en Argentina, se abran al público los archivos sobre los vínculos entre ambos países en aquellos sombríos días.
La presencia de Fernández y la comitiva oficial argentina no encontró amplio reflejo en la prensa escrita y electrónica de Israel a causa de cuatro sucesos que la eclipsaron:
~La asistencia de Vladimir Putin al cónclave internacional y su cinematográfica reunión con la madre de una joven israelí, presa en Rusia.
~La inminente deliberación parlamentaria sobre el pedido del primer ministro Netanyahu de obtener inmunidad procesal ante los cargos de corrupción.
~Las promesa de Netanyahu y de su rival electoral Gantz de anexar el Valle del Jordán.
~El «Plan de Paz» anunciado por Donald Trump (anuncio acompañado de una invitación a Netanyahu y Gantz de para debatir el tema en la Casa Blanca).
Estos titulares son, en realidad, más cáscara que nuez, pero su ruidoso eco desplazó el centro de la atención pública israelí hacia focos distantes de la presencia presidencial argentina en el Foro Mundial del Holocausto.
Tras un breve regreso a Olivos, Fernández se apresta a otra gira y nuevos encuentros: con Francisco en la Santa Sede, con su colega Macron y con otras figuras de la arena europea, pero, como avezado artista del trapecio, sabe que el desafiante tambor que acompaña las actuaciones de los trapecistas, ya está sonando en la intrincada escena social y política de Argentina.