A 25 años del atentado a la AMIA

Voladura y masacre: Estado, instituciones y comunidad

La mera observación de las 500.000 fojas que conforman la Causa AMIA agota y paraliza. Es imposible avanzar en una investigación de esa magnitud sin los recursos humanos y tecnológicos adecuados. A lo largo de más de dos décadas, la Causa AMIA fue intervenida por una burocracia inextricable. En 2016, por decreto presidencial se creó la Unidad Especial de Investigación del atentado a la AMIA en el marco del Ministerio de Justicia. Mas no se proveyó la tecnología requerida y no obstante hubo avances. En cuanto se observó que, aun cuando éstos fueran incipientes, podían afectar a los amigos del Poder de ayer y de hoy, en 2018 se decidió su clausura. Sumidos en ese dilema kafkiano, los familiares de las víctimas concibieron diferentes horizontes. Hasta el presente lo que subyace es una doble defraudación por parte del Estado, y una inmensa decepción por el rol cumplido por las instituciones judías en su doble papel.
Por Beatriz Gurevich *

Desatada la Primera Guerra Mundial, ante la necesidad de comprender los entresijos del poder, Kafka escribe Ante la Ley. La obra, publicada en 1915, refiere al ser humano que nace y crece en un mundo que preconiza el valor de la libertad y el derecho pero que no garantiza la igualdad ante la Ley. Siente que el ser humano es empujado al desasosiego y que permanece a la espera de una respuesta que, posiblemente, nunca va a llegar.
El protagonista del relato es un campesino que viaja desde lejos con el propósito de conocer el edificio de la Ley. Pero ni bien llega descubre que el Guardián se interpone y no le permite penetrar. Desconcertado, se instala y persiste en su intento convencido de su derecho. Permanece allí a pesar de que cada vez que intenta traspasar la puerta de entrada la respuesta del centinela es: “Tal vez… Pero NO ahora”.
El terrible porte del temible personaje lo persuade que no le conviene enfrentarse. No obstante, decide permanecer sin moverse del vano de la puerta. Pasados algunos días intenta sobornar al Guardián. Logra que acepte las dádivas. Pero cuando las recibe le advierte: “Lo acepto para que no creas que has omitido algún tipo de esfuerzo”. Además le anticipa que los guardianes de las sucesivas puertas que conducen a la Ley son cada vez más duros. El campesino jamás imaginó este tipo de problemas. Creía que la Ley estaba abierta para todos.
Por momentos maldecía su mala suerte. Así pasaron meses y años sin darse por vencido pero llegó el día en que abrumado por el desasosiego que le producían sus reflexiones, llamó desesperado al guardián y le espetó: “Todos se esfuerzan por llegar a la Ley (…), ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiese entrar?”.
El Guardián se da cuenta que el hombre está expirando e impiadosamente, con vehemencia le dice: “Esta entrada era solamente para ti. Ningún otro podía ingresar. Ahora voy a cerrarla definitivamente”.
Él representa el signo indeleble del Poder, es el dispositivo que obtura la metamorfosis en tanto no condiga con el sentido asignado a priori como productivo. Sabe que el desconcierto obnubila, dispersa la demanda y alimenta la resignación.
La Ley aparece como una sucesión de guardianes de aspecto temible y de centinelas que constituyen obstáculos que descolocan. Mientras sus presuntos adalides se rodean de los ornamentos del Poder, los que demandan Justicia son el vulgo.
El clima de inaccesibilidad a la “Ley” y a la “Justicia” constituye el meollo de la “pesadilla kafkiana”. El relato remeda lo acontecido durante los veinticinco años que median desde la voladura de AMIA, la masacre masiva y la injusticia concertada hasta el presente.

El triunfo del poder
El sujeto está sólo ante la Ley mientras no encuentre respuestas comunitarias. La incertidumbre agota. Surgen la impotencia y el enfrentamiento, aun entre sujetos que comparten la misma demanda y en el comienzo estaban unidos. Es el signo del triunfo del Poder. Aun cuando de distinta naturaleza y con fines cuasi antagónicos pueden conjugarse. Ello es signo de la debilidad institucional.
En ese mundo se produce un efecto bloqueo de lo que la fenomenología denomina empatía. Los allegados conjugados rechazan la palabra que resulte disonante en busca de homogeneizar y unificar el “sentido común” para fortalecer el recurso anti-metamórfico.
En la escena final, Kafka construye una metáfora en la que los que se presentan como guardianes de la Ley, y en consecuencia custodios de la Justicia y el Derecho, jamás lo defendieron ni se proponen hacerlo.
Conociendo ese tipo de escenario y sobre la base de la experiencia histórica acumulada en el siglo XX, en La conciencia de las palabras (México, Fondo de Cultura Económica, 1994) Elías Canetti deposita en el escritor la responsabilidad de ser “custodio de la metamorfosis” mediante la preservación de la memoria del pasado.
Lo considera indispensable en un mundo que se presenta ciego y sordo. En “un mundo basado en la eficiencia y en la especialización”, dominado por una “estrecha tendencia a lo lineal” en el que la meta es el éxito personal que se mide por la cantidad y calidad de productos a los que se tiene acceso, y a su valor en el mercado.
Sólo la memoria puede contribuir a evitar que se instale la trampa de la muda resignación, que decaiga la esperanza, que cunda la parálisis, y que se consolide el manto de inoperante silencio cómplice que sólo las acciones anti-metamórficas pueden interrumpir.
Han pasado 25 años y comprobaciones fidedignas indican que las desviaciones de las investigaciones judiciales fueron intencionales y que la impunidad de los culpables se construyó. Estas marcas están radicadas en la génesis de la investigación judicial de las Causa AMIA y AMIA II, junto con la pérdida de valiosísimas pruebas y la compra de testimonios falsos.
Nada de esto era ignorado por quienes debían aplicar la Ley y era conocido por los que debían custodiar que se haga Justicia.

“Cómplices de una trama”
Corría el mes de junio de 2004 cuando interrumpiendo la línea de continuidad y reiteración de actores en el Comité Ejecutivo de DAIA, Gilbert Lewi fue electo presidente. Pasados unos meses su salud lo obligó a pedir licencia. Días antes del décimo aniversario de la voladura se reincorporó, y haciendo gala de coraje moral planteó: «No fuimos fiscales de la investigación, sino cómplices de una trama» (Clarín 6/6/2004).
Lewi se refería al encubrimiento de los culpables y otras irregularidades. En ese momento pidió la renuncia del vicepresidente primero y del secretario. Abogados ambos, formaban parte del Comité Ejecutivo de DAIA desde los tiempos de la voladura. Días después declaraba ante la prensa: “No puedo reasumir la presidencia de una entidad si lo que se dice y lo que se hace va en contra de lo que pienso. Antes de mi enfermedad creía que debía aceptar las diferencias e integrar ideas… Hoy no estoy en condiciones de aceptar cosas que vayan en contra de mis convicciones. (…) no voy a estar al frente de una DAIA que defiende lo indefendible” (Página 12, 8/6/2004).
El 16 de noviembre de 2004, La Nación publicaba la acusación de AMIA, DAIA y un grupo de familiares de víctimas contra los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) Nro. 3 por “actuar con pasión”. Consideraban que la sentencia por la que quedaron absueltos los policías Juan José Ribelli, Anastacio Leal, Raúl Ibarra y Mario Bareiro era “arbitraria y auto-contradictoria”.
Lewi falleció tiempo después y sus palabras quedaron en el olvido. La Causa AMIA sigue abierta. Está marcada desde el comienzo por las limitaciones que imponen los conflictos de intereses en una negociación que nunca fue transparente.
En 2019, el TOF Nro. 2 contradijo los argumentos de la querella de AMIA/DAIA. La sentencia dice que “la pista policial es falsa”, que se construyó para tapar la pista más importante que conducía a Kanore Edul. Se construyó pagándole a Telleldín 475.000 dólares para obtener un testimonio falso que consolidara la desviación de la investigación judicial.
Esto es sólo la punta del iceberg. Como expuso Mario Cimadevilla, ex titular de la Unidad Especial de Investigación del atentado a la AMIA creada por el presidente Mauricio Macri en 2016 y clausurada en 2018: “En la Causa AMIA la historia nos muestra que cada vez que desde el Poder se pretendió avanzar en el esclarecimiento del atentado echando mano a la creación de fiscalías, unidades especiales, promesas presidenciales… como en el Huevo de la Serpiente es posible advertir que el objetivo no era el declamado. (…) terminaron sirviendo a los intereses de los que querían que todo siga igual” (Jornadas de Reflexión a 25 años del atentado a la AMIA, organizadas por el instituto Elie Wiesel, 1 y 2/7/2019).
Cimadevilla aclaró que su paso por la Unidad AMIA le permitió comprobar que “es inaceptable considerar que la perpetuación del atentado a la AMIA pueda ser mero fruto de la inocencia, la cobardía o la incompetencia institucional”. Por su parte, en las mismas jornadas, Rodrigo Borda, abogado de Memoria Actica, ratificó que: “La impunidad se construyó deliberadamente, se construyó intencionalmente. No fue algo que nos pasó fue algo que hicieron”.
Como ciudadanos argentinos, comprobar que el Estado reiteró una doble defraudación en el caso de una tragedia tan espantosa, además de frustrante y doloroso, pone en duda el estado de derecho. No haber tomado los debidos recaudos para preservar la seguridad de los habitantes aun después del ataque contra la Embajada de Israel en 1992, y continuar con la impunidad de los culpables de uno y otro ataque dice de la debilidad de las instituciones del Estado argentino. A la vez, muestra la profunda insensibilidad y el peligroso cinismo subyacente en el discurso de algunos de los más altos funcionarios a lo largo de 25 años.
Como miembros de una colectividad que comparte una cosmovisión cuyas fuentes ordenan perseguir justicia, según figura en el último libro del Pentateuco, la Torá, la Ley, comprobar que sus “representantes políticos” traicionaron la confianza en ellos depositada y callaron ante el Poder de turno, produce una herida que lacera gravemente el sentido de comunidad.
El relato de Kafka expuesto en el comienzo es una metáfora de lo acontecido durante los 25 años transcurridos desde el ataque. Muestra las dificultades que puede comportar el acceso a la Ley y a la Justicia para el “vulgo” cuando la democracia y la república están deterioradas y los que pregonan en su nombre permanecen selectivamente silenciosos.

(Acerca de estos temas, véase la exposición de los expertos Cimadevilla, Borda, Lutzky, Escudé, Colodenco, Efron, Feierstein y Yaffe en Jornadas de Reflexión a 25 años del ataque contra AMIA en YouTube).

* Directora Instituto Elie Wiesel. Advisor Academic Committee HBI, Brandeis University.