“Entre lenguas y mundos”, de Mónica Szurmuk, un retrato de las colonias judías

Cartas de un maestro

Durante su exhaustiva investigación para la escritura de la poderosa biografía del escritor y periodista Alberto Gerchunoff, su autora, Mónica Szurmuk, se encontró con las cartas que envió durante casi tres décadas el maestro del autor de Los gauchos judíos, Josep Sabah, a sus superiores de la Jewish Colonization Association y de la Alliance Israélite Universalle de París y que fueron preservadas en el archivo de esta última organización. En su conjunto, las diferentes cartas de Sabah son un valioso testimonio de la vida de los judíos migrantes en la Argentina y de sus esfuerzos por desarrollar sentimientos de afecto hacia la nueva tierra que los recibe.
Por Laura Haimovichi

¿Qué hacer con ese valioso tesoro? Szurmuk leyó minuciosamente las cartas, las tradujo y las presentó cronológicamente desde la llegada de Sabah a la Argentina hasta que concluyó su labor. Además, sumó una introducción que las pone en contexto, aportó una cronología de la vida del educador y notas que ayudan a su mayor comprensión.
Así, sabemos que Sabah, nacido en Smyrna (hoy Izmir, Turquía) en tiempos del Imperio Otomano, se formó muy joven como docente en la Escuela Normal Oriental de la capital francesa y llegó a la Colonia Clara, en la localidad de Villaguay, Entre Ríos, para fundar la primera escuela comunitaria y organizar la educación elemental de los judíos residentes en esa zona del campo argentino.
El libro se llama Entre lenguas y mundos (colección El país del sauce, de la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos) y es la recopilación de esos envíos fechados en Entre Ríos y Santa Fe desde fines del siglo XIX hasta 1922. Son sólo cartas de ida, las que firmó Sabah, sólo pocas veces y al decir de su autor, tienen respuestas. El conjunto de cartas narran no sólo las vicisitudes personales de la tarea docente sino las difíciles condiciones de vida de los colonos y el esfuerzo no siempre exitoso del maestro por ayudarlos a lograr su emancipación cultural y económica.
Muchas de las cartas dan cuenta de las dificultades de los colonos con sus siembras y cosechas, de los desembolsos de dinero que hace Sabah de su propio bolsillo para tener en condiciones aulas, pizarrones, semillas y caballos, o el agradecimiento por reemplazar “la vaca que se fue”. También, y siempre en un tono muy cordial, registra los estragos de las plagas: “He donado jóvenes plantas de col, de lechuga, de remolacha, de chauchas, arvejas y habas. La hormiga devoró todo en poco tiempo”.
Todas las cartas, aún las que contienen reclamos salariales o cualquier otra demanda de atención, concluyen igual: “Reciban, señores, la seguridad de mis sentimientos devotos”.
Además de dictar las materias tradicionales y de derivar en otros maestros la enseñanza del hebreo, Sabah consigna la existencia de materias como Agricultura y Costura. También se ocupa de examinar la limpieza de sus alumnos a los que considera “dóciles, educados y sumisos”. Las clases tienen una asistencia oscilante, de más de un centenar en un comienzo auspicioso se reducen a un par de docenas, en ocasiones se suspenden por tormentas, los maestros que colaboran con él renuncian con frecuencia. Pero, contra viento y marea, él sigue empeñado en su propósito de educar al soberano.
A pesar de la quemadura de los años y de que el género epistolar prácticamente ha desaparecido, al menos en su formato de papel, las cartas de Sabah son un valioso testimonio de la vida de los judíos migrantes en la Argentina y de sus esfuerzos por desarrollar sentimientos de afecto hacia la nueva tierra que los recibe. Esas cartas muestran también, dolorosamente, como en tiempos pretéritos la tarea de los maestros fue esforzada y poco reconocida, tal como sucede ahora. El docente no sólo se ocupa de aquello para lo que se ha preparado sino también de temas administrativos, de la salud de sus alumnos, del pago de sus pares, entre otros múltiples etcéteras, con un salario que apenas le alcanza para vivir. “En repetidas ocasiones a lo largo de dos años he reclamado a la Dirección de Buenos Aires por la baja ocasionada a mi sueldo por la fluctuación del oro y del papel moneda en la Argentina”, escribe el 29 de abril de 1898.

Del Egeo al Litoral
Con la lectura de Entre lenguas y mundos, uno puede imaginar los caminos polvorientos rodeados de vegetación que atravesaban los chicos desde horas tempranas para llegar puntuales a la escuela, luego de que en sus hogares se encendiera el fuego para calentar los samovares, cerca de los candelabros, alguna plancha a carbón y las herramientas de labranza. También, a los colonos que vivían en campos más alejados donde no había vecindad aunque sí el anhelo de que la vida se pareciera bastante más a la que les habían prometido. Corazones humanos buscando un destino digno.
Szurmuk nos cuenta de manera amable y sencilla en la introducción los avatares personales e históricos en los que se despliega la biografía de Sabah, desde su lugar de origen, pasando por su vínculo con las organizaciones judías que fundan colonias en la Argentina, estimuladas por la ley de inmigración y la creación de las primeras escuelas comunitarias en galpones de zinc.
Sabah se proponía liberar de su pasado traumático a los judíos que habían llegado al país huyendo de las persecuciones antisemitas. Su propósito era abrirles un futuro democrático en la Argentina para lo cual era imprescindible la enseñanza del castellano.
En una nota publicada entonces en la revista La Educación, el profesor Juan José Millán describe el trabajo del maestro, cuya lengua madre era el ladino: “Los alumnos de segundo grado hablan siempre en español, aun durante los recreos en sus conversaciones porque así lo tienen prescripto… el señor profesor Sabah explica la historia nacional y me he sentido vivamente halagado con las opiniones y referencias de estos niños extranjeros acerca de nuestros acontecimientos históricos culminantes y nuestros hombres eminentes…”.
Sabah se sintió muy pronto cautivado por el paisaje del litoral: “Es por este amor que me hice rápido a la vida campestre. ¡Y qué alma no se abriría a la belleza de los vastos campos cubiertos de pastizales, poblados de tropillas numerosas que pasan en libertad!.”
Además de enseñar en Clara, lo hizo en Carmel y dirigió las escuelas de la comunidad de la legendaria Moisesville. Aunque recibió varias ofertas para tomar otros puestos fuera de la Argentina, eligió quedarse aquí donde formó una familia. Su esposa Judith y él fueron los únicos maestros de la Alliance que quedaron en el país luego de la absorción del Estado nacional de las escuelas. Los hijos del matrimonio Sabah fueron graduados universitarios.
Las cartas de Entre lenguas y mundos son como fotos en blanco y negro viradas al sepia, un puente desde el presente hacia un tiempo pretérito que amplía los saberes sobre la vida judía en el país. El volumen es un fresco puntilloso de la vida comunitaria local que lega memoria para seguir construyendo esa cosa rara, intangible y necesaria que llamamos identidad y que siempre se encuentra en estado gerundial.