Moriel Rothmann Zecher, autor de Sadness is a White Bird

‘La empatía es un músculo’

Para el escritor Moriel Rothman-Zecher, la empatía es más un músculo que un órgano: cuanto más la trabajas, más la fortaleces. La ficción es un motor de la empatía porque nos permite explorar visiones ajenas en toda su complejidad. Y es precisamente esto lo que el joven israelí-estadounidense ha logrado con Sadness is a White Bird, su primera novela, en la que captura todo tipo de perspectivas políticas sobre el conflicto israelí-palestino en el marco de una historia de amor y amistad entre Jonathan, un adolescente judío israelí, y Laith y Nimreen, mellizos árabes palestinos israelíes. Auténtica y conmovedora, y por momentos obra lírica, Sadness intercala poemas judíos y árabes en su prosa, mientras sus personajes dialogan en inglés, hebreo, árabe, y judeo-espanyol tanto en persona como a través de mensajes de texto, y por Skype. Casado con una abogada de derechos humanos, y un activista por la paz, Rothman Zecher conversó con Nueva Sión sobre Sadness, finalista de los premios National Jewish Book Awards 2018 en Estados Unidos.
Por Inés Dunstan

-Tu novela le da voz a muchas perspectivas en toda su complejidad, y el lector se siente identificado con todas ellas, lo cual evidencia tu capacidad como escritor. ¿De dónde creés que viene tu empatía? ¿Creés que se puede aprender a ser empático?
-Creo que existe una concepción errónea sobre la empatía en nuestro discurso público que la define como algo inherente, se dice que hay gente ultra empática por naturaleza, y gente que no lo es. Por ejemplo, se afirma que aquellos que se opusieron a los nazis durante la segunda guerra mundial deben haber sido naturalmente empáticos, mientras que los nazis deben haber sido lo opuesto. Este es un encuadre peligroso, a mi forma de ver, desde muchos ángulos. Primero, puede conducir a la complacencia en aquellos menos guiados por la empatía; puede llevarlos a olvidarse de que la empatía no es algo que se tiene o no se tiene, sino algo que debe ser cultivado en todo momento. La empatía demanda un trabajo constante. Es, creo, mucho más una práctica que una característica. Es más un músculo que un órgano. Si dejas de usarla, inclusive por unos pocos días, puede empezar a debilitarse. Volviendo a tu pregunta, no creo que nadie pueda aprender a ser empático en forma permanente, pero creo que es imperativo que todos busquemos aprenderla y reaprenderla todos los días, si podemos. Una forma de hacer esto, creo, es leer ficción. Creo que muchos de los momentos de empatía que he tenido en mi vida han sido provocados o reafirmados por la ficción que he leído. Para volver a la metáfora del cuerpo, tal vez pueda decirse que la ficción es como una droga que mejora el rendimiento de aquellos que quieren fortalecer los músculos de la empatía.

-¿A qué punto creés que la historia familiar debe influir en los posicionamientos y alianzas políticas de una persona? ¿Creés en el trauma intergeneracional provocado por el Holocausto?
-No sé si creo que la historia familiar debe influenciar los posicionamientos políticos de una persona, pero creo que de hecho es así. Para mí, eso fue parte del ejercicio de escribir esta historia: traté de imaginar a un personaje que compartía muchos detalles biográficos conmigo a esa edad (israelí-estadounidense, liberal, interesado en aprender árabe, uno de los pocos chicos judíos en una escuela media estadounidense, etcétera), pero después sumarle un par de detalles ficticios (la familia del abuelo de Jonathan fue asesinada en Auschwitz; la familia inmediata de mi abuelo estaba a salvo en Estados Unidos antes de 1930); y ver qué tipo de divergencia podía emerger. Y mi experiencia, al escribir este libro, fue que esa divergencia es enorme: cambiás un detalle sobre el pasado de una familia, y de pronto, su presente y su futuro son alterados en forma dramática. Esto no quiere decir que yo crea que como individuos no tengamos libre albedrío y agencia, sólo que las fuerzas históricas que pesan sobre nuestras acciones son pesadas y poderosas.

-Jonathan y los mellizos experimentan una conexión inmediata. Se me ocurrió que esto puede haber tenido algo que ver con el hecho de que los tres chicos vivieron en Estados Unidos antes de conocerse en Israel. ¿Creés que la conexión entre ellos hubiese sido tan inmediata y fuerte si los mellizos no hubiesen sido palestinos ‘americanizados’?
-Estoy de acuerdo con tu lectura sobre este elemento. No creo que la conexión hubiese sido tan inmediata y fuerte si los mellizos no hubiesen vivido en Estados Unidos y no hubiesen hablado inglés con fluidez. Esta ‘americanización’ les ofrecía a los tres una suerte de ‘zona neutral’ en la que podían dejar de lado las dinámicas de poder y las tensiones de Israel-Palestina. El hecho de que podían hablar en inglés entre ellos les permitía un acceso a un espacio equitativo que podría haber estado ausente si hubiesen tenido que hablar en hebreo, el idioma del estado de Israel, y el idioma, en muchos sentidos, del opresor de Laith y Nimreen.
El árabe de Jonathan no era lo suficientemente fuerte como para poder haber formado una conexión así de profunda únicamente en ese idioma. El inglés en común y la americanización cultural les otorgó una zona neutral, una isla, al menos por un tiempo – en última instancia, las olas de Israel-Palestina alcanzaron la orilla de su isla americanizada, y la isla comenzó a sumergirse.

-¿Te resulta fácil retener tus convicciones de cara a las críticas que has recibido e inclusive a las tácticas intimidatorias que has sufrido? ¿Tenés dudas a veces? (NdeR: Moriel fue encarcelado por su oposición de servir en el Ejército de Israel, y su activismo político de izquierda resultó en una breve detención en el aeropuerto internacional Ben-Gurion en donde fue cuestionado por su participación en organizaciones tales como Breaking the Silence y All That’s Left).
-Me negué a hacer el servicio militar, y me atengo a mi decisión, pero… ¿sé, con total certeza, que fue la correcta? ¿La única correcta? Claro que no. La ficción me permitió explorar las zonas grises, las dudas, las capas, las formas en las que mis críticos tal vez estaban parcialmente en lo correcto, y las formas en las que yo también tal vez estaba parcialmente en lo correcto, y la forma en la que ninguno de nosotros estaba absolutamente en lo correcto. Dicho esto, creo que el activismo no violento nos permite abrazar lo desconocido. En la carta en la que expresé mi negativa a alistarme en el servicio militar, escribí: ‘En todo momento existe la posibilidad de que todos estemos totalmente equivocados. Esa, como me dijo una vez mi amiga Sarah Thompson, es parte de la razón por la cual debemos elegir la no violencia. Mientras lidiamos con la posibilidad de que tal vez estemos equivocados sobre todo aquello que ‘sabemos’ o ‘creemos’ –incluyendo esta carta y mi negativa en sí – al menos podremos tener la certeza de que no estamos eliminando del mundo a aquellos que tal vez tengan, de hecho, razón, según Dios, la justicia, la historia, o alguna otra fuerza; o que estén mitad en lo correcto, o asociados a aquellos en quienes podríamos encontrar una medida de lo Correcto.

-¿Cómo ves las alternativas de izquierda dentro de Israel? ¿Qué pensás de Meretz?
-Creo que hay grupos de izquierda, organizaciones, colectivos e iniciativas activistas increíbles en Israel y creo que no deben ser pasados por alto. Organizaciones tales como Breaking the Silence, Adalah, B’Tselem, Ta’ayush and Mossawa hacen un trabajo crucial; colectivos comunitarios como Free Jerusalem y All That’s Left también. A nivel político electoral, creo que Meretz hace un buen trabajo, pero yo me identifico más con la Lista Conjunta Árabe (en particular con los miembros de esa lista orientados a Hadash tales como Ayman Odeh, Aidah Touma-Suleiman, Dov Khenin, etcétera). Creo que es crucial que el término ‘izquierda israelí’ se refiera no sólo a judíos israelíes de izquierda sino también a los palestinos israelíes de izquierda. Creo que las organizaciones y partidos que buscan activamente la creación de puentes entre judíos y palestinos son las que más posibilidades tienen de triunfar: no sólo de transformar el futuro, si no de transformar el presente, y tal vez también de reparar los elementos del pasado.

-¿Utilizaste la fluidez sexual de Jonathan como una metáfora de su creciente fluidez política a lo largo de la novela?
-No diría que la fluidez sexual de Jonathan fue una metáfora, no me propuse necesariamente escribir su personaje como bisexual, pero a medida que lo fui conociendo mejor, eso tuvo más y más sentido. En general, diría que este elemento era más una parte de su personalidad y que fue un significador de una idea más amplia. Dicho esto, un nivel en el que la bisexualidad de Jonathan podría haberse referido a la esfera de las ideas tiene que ver con la forma estrecha en la que la gente frecuentemente ve a los soldados israelíes: como severos, híper masculinos, heroicos y fuertes; o crueles, robóticos, agresivos y violentos, dependiendo de quién mire. Jonathan era todas estas cosas, y ninguna de ellas. Era suave y agresivo e híper masculino y sentía atracción por hombres y mujeres y era bobo y egoísta y raro y conformista y único y generoso y defectuoso. Creo que ese es el corazón del asunto: yo necesitaba que Jonathan, como todos los personajes centrales de este libro, fuera multifacético, complicado, contradictorio, difícil de clasificar. Humano.