Un chiste húngaro: Durante la guerra de junio de 1967, un húngaro se encuentra con su amigo: «¿Por qué te ves tan contento?» pregunta. «Oí que hoy los israelíes derribaron seis MiGs soviéticos», responde su amigo.
Al día siguiente, el amigo está que revienta de júbilo. «Los israelíes tumbaron otros ocho MiGs», anuncia.
Al tercer día, el amigo se ve alicaído. «¿Qué pasó? ¿No derribaron ningún MiG los israelíes hoy?» pregunta. «Sí», responde el amigo, «¡Pero alguien me dijo que los israelíes son judíos!»
Es todo el tema condensado en pocas palabras.
El antisemita odia a los judíos porque son judíos, no importa lo que hagan. Se puede odiar a los judíos porque son ricos y ostentosos o porque son pobres y viven en la miseria. Porque jugaron un papel importante en la revolución bolchevique o porque algunos de ellos llegaron a ser increíblemente ricos después del colapso del régimen comunista. Porque crucificaron a Jesús o porque infectaron a la cultura occidental con la «moralidad cristiana de la compasión». Porque no tienen patria o porque crearon el Estado de Israel.
Forma parte de la naturaleza de todos los tipos de racismo y chovinismo. Uno odia a alguien por ser judío, árabe, mujer, negro, indio, musulmán, hindú. Sus atributos, acciones, logros personales no tienen importancia. Si él o ella pertenece a la raza, la religión o el género aborrecido, será odiado.
Uri Avnery, el autor de este texto publicado en Rebelión, es escritor y un activista pacifista israelí de Gush Shalom.
Su correo es: avnery@counterpunch.org