Si existen voces poco escuchadas en todo el mundo, éstas son las de aquellos familiares de personas que fueron partícipes activos en la perpetuación de un genocidio. Miedo a posibles cuestionamientos o vergüenza son las emociones que a menudo transcurren en el interior de quienes cargan en su cuerpo y en su mente una historia terrible, insoportable, de las que no fueron ni partícipes, que ocurrieron -en la mayoría de los casos- cuando aún no habían nacido.
El Centro Ana Frank generó un notable e inédito encuentro entre Jacqueline Gies, nieta de un genocida nazi, Sara Rus, sobreviviente del Holocausto y Madre de Plaza de Mayo, y su nieta Paula Scheinkopf. Los relatos, las miradas y los diálogos se dieron en un contexto de silencio y asombro de los presentes. Había una atmosfera de solemnidad, dolor, transcendencia. Con suspiros y una visible comprensión hacia alguien como Jacqueline, que se hace cargo de su pasado con mucha culpa y con el lógico miedo a los cuestionamientos de sobrevivientes de la Shoah o sus familiares.
Durante la primera parte del encuentro, fue Jacqueline Gies quien relató en primera persona la historia de su abuelo Robert Gies, para luego involucrarse en sus sentimientos más profundos al respecto. Luego, Sara Rus contó cuando llegó por primera vez a un campo de concentración. Y por último, Paula Scheinkopf recuperó el sentir de una nieta de sobreviviente.