Cambios

Caminos de justicia

Por Guillermo Lipis

Argentina

Hace un año Argentina se incendiaba en todos sus rincones. Y a pesar de que hoy se nota menos, dado que los medios prefieren mostrar el rostro del boom turístico y el “veranito económico” que atraviesa el país, este modelo -también inamovible para el duhaldismo- ya arrojó otros 2 millones de pobres llevando la cifra a 21 millones o sea, el 53% de la población total.
Se estima que desde el inicio de la política neoliberal, de la mano de la dictadura de los ´70, la calidad de vida se redujo, por ejemplo, en la ciudad de Buenos Aires, un 900% y se espera una pronta desaparición de los sectores medios dado que ya comienzan a verse preocupantes bolsones de pobreza en barrios tradicionales como Villa Crespo, Almagro y Caballito. Ni hablar, entonces, de los índices del norte del país o del segundo cordón del Gran Buenos Aires con un 74% de pauperización, o de Formosa (más del 80%) o del superado 70% en Misiones, Chaco y Jujuy. Con perdón de los veraneantes (y más aún de aquellos que con esfuerzo y justicia han podido tomarse unas merecidas vacaciones)… ¿de qué “veranito económico” nos están hablando?
La deuda externa asciende a 150.000 millones de dólares y la fuga de capitales se estima en 140.000 millones de la misma moneda. Estamos viviendo las consecuencias de un capitalismo rapaz y respetuoso del mercado sagrado. Un mercado, por cierto, con escasos consumidores y mucho menos ciudadanos.
Definitivamente, este modelo empobrece y no aparece un Estado eficaz -en todas sus manifestaciones de poder- y políticos inteligentes al servicio de la gente, capaces (ambos) de dotar al país de un mayor y equitativo crecimiento económico. ¿Habrán comprendido el mensaje del 20 de diciembre de 2001?

Israel

En Israel también la gente se enfrenta con una encrucijada.
Mientras Sharón no pudo cumplir con su promesa de asegurar la vida de los israelíes utilizando las banderas de la derecha, la próximas elecciones ponen a la sociedad frente a la duda acerca de qué ruta seguir. Habiendo fracasado primero Barak y luego Sharón (tan alejados uno del otro) y ambos políticamente heridos de muerte por los palestinos, Amram Mitzna -ahora- propone claramente y sin medias tintas, la evacuación de los territorios ocupados y de los asentamientos apropiándose de gran parte del histórico discurso político de Meretz (retorno a la mesa de negociaciones con los palestinos para lograr un acuerdo de paz basado en la existencia de dos estados soberanos, una acción parlamentaria que promueva una legislación social adecuada a la inmigración, promoción y estimulación de la educación pública y la lucha por la solidaridad y la justicia social con los habitantes de Israel y sus vecinos).
“Una mayoría significativa de la población israelí adulta apoya la creación de un estado palestino, concesiones territoriales significativas y el desmantelamiento de gran parte de los asentamientos en Judea, Samaria y la Franja de Gaza, especialmente los asentamientos más aislados y que se consideran ‘una carga innecesaria’ para la seguridad nacional” afirma el periódico israelí Yediot Ajaronot.
Afirmaciones al margen, lo cierto es que para la sociedad israelí nada está definitivamente dicho. Mientras continúan siendo asesinados civiles en las ciudades de Israel, así como palestinos también en sus ciudades -sosteniendo un baño de sangre sin fín- aún no se ha abierto la caja de sorpresas que deparará saber cuál es el futuro próximo de la región. El próximo 28 de enero, tal vez, sepamos qué aires se avecinan para el Medio Oriente, el Mundo y (¿por qué no?) también para las comunidades judías de la diáspora.

Justicia

Suceda lo que suceda, en ambas coyunturas (la de Argentina y en la de Israel, tan diferentes entre sí) debe primar, sin embargo, el sentido común y la raigambre de los mayores aspectos relacionados con el supremo respeto por el derecho a la vida -nuestra y de los otros- y a una vida digna.
En ambos países muchos aspectos relacionados con el futuro próximo de los ciudadanos está en manos de su propias decisiones políticas. En ambos se votará más tarde o más temprano. En ambos no aparece una figura convocante que promueva esperanzas en sí misma, en ambos el desaliento es mayúsculo y en ambos países las mayorías quieren vivir en paz, con desarrollo y proyección de un futuro digno de ser soñado con felicidad y sin angustias.
Ante la expectativa del inicio de una nueva etapa, el profundo sentido de la justicia y el sentido común se hacen más necesarios que nunca. Los caminos se van estrechando, cada vez son menos y otro error puede ser fatal para más generaciones.
En ambos países, Argentina e Israel, a la hora de las próximas elecciones, estas preocupaciones, definitivamente, deben ser compartidas por los ciudadanos y los políticos que ayudamos a construir.
En definitiva, no debemos olvidar que -como la sociedad en la que vivimos y como decisión colectiva, aunque no los hayamos votado- los políticos no dejan de estar moldeados a nuestra propia imagen y semejanza.•