Rechazo en el Senado a la ley de IVE

Diario de manifestación – 8 de agosto de 2018

Asistir a las grandes manifestaciones que se intuyen históricas, resulta un interesante y necesario ejercicio de ciudadanía. Al fin y al cabo, la historia social no pasa estrictamente por el palacio: la multitud consciente de sí y de su rol transformador (o en algunos casos, conservador), ocupando la calle, ha sido un rasgo distintivo de nuestra sociedad. Bien vale ofrecer en este espacio una serie de postales de lo ocurrido durante la noche del miércoles 8 de agosto en las inmediaciones del Congreso, y su contraste con los dislates al interior del recinto.

Por Mariano Szkolnik

La calle

Concurrí con mi familia a la manifestación celebrada el 8 de agosto. El frío y la lluvia no menguaron las ganas de estar presentes, apoyando una lucha histórica por los derechos de las mujeres. Avenida de Mayo era una fiesta iluminada de verde: rostros pintados, pañuelos, banderas, música, performances, bebidas, productos de parrilla y panes rellenos para llenar la panza en lo que se estimaba sería una extensa noche. Miles, cientos de miles, millones quizás de personas de todo género y edad, aunque mi ojímetro consignó un promedio por debajo de los 30 años, lo cual resulta más que gratificante: cada generación da pelea por ampliar la esfera de los derechos, rescatando, reivindicando y superando luchas pretéritas. Transitando por la avenida, me convencí de que ésta lucha será claramente ganada, tarde o temprano, por la generación actual de jóvenes.

Con las piernas cansadas, decidimos buscar un lugar donde cenar. Hay que estar en estado físico para afrontar vigilias… Caminamos hacia Virrey Cevallos y Moreno, buscando las puertas de “Status”, ámbito ideal para degustar manjares de la cocina peruana. Para llegar allí, atravesamos el espacio ocupado por quienes –embanderados en telas celestes– se manifestaban en contra del proyecto de ley, congregados al sur de la calle Hipólito Yrigoyen. Anduve por ese territorio con mi pañuelo al cuello sin mayor preocupación: durante varias cuadras, había una mezcla indiferente de colores verde y celeste. Explicar la fractura social entre una y otra manifestación resulta muy complejo; pero existe y es muy marcada. Las y los celestes pertenecen a sectores extremos y opuestos: o muy populares o de muy altos ingresos. Se veían muchas familias. Se trata de personas con, hasta ahora, poca gimnasia manifestativa, salvo quizás por alguna procesión religiosa, o reacción barrial ante algún hecho de “inseguridad”. Estaban organizados, contaban con “voluntarios” que ofrecían comida y bebida caliente. Una chica vociferaba con un megáfono “apoyemos a los senadores provida, que votarán en contra de esta ley que pone en peligro la vida de miles de argentinos”. Señalo un error, o una falacia: la joven se arrogaba el monopolio de la defensa de la vida cuando, precisamente, la ley de interrupción voluntaria del embarazo propone la atención y protección de mujeres actualmente en riesgo de vida. La formulación de la chica del megáfono era todo “en masculino”, como si los “argentinos” bajo amenaza no fueran las embarazadas que se ven forzadas a abortar de manera clandestina e insegura, dando por sentado que lo único que importa en todo este asunto es la vida del “inocente”, y no la de la “pecadora”.

Avanzado por la zona, quede sólo con mi pañuelo: predominaba ahora el aire celeste. Por prudencia, decidí sacármelo, no fuera que alguno/a viera en mí y mi familia la encarnación de “todo lo que está mal en el mundo”: Ángeles exterminadores revolotean cotidianamente sobre nosotros, a la espera de que les ofrezcamos una oportunidad para la acción.

Al fin llegamos al restaurant. Estaba colmado, pero aun así ingresamos. Busqué referencias con esmero, signos identitarios que me permitieran confirmar que me encontraba entre pares. Las y los homínidos hacemos eso todo el tiempo: forma parte de nuestra naturaleza gregaria. Sólo pude distinguir personas con pañuelos celestes al cuello; pero en sus peinados, en sus expresiones, en sus ropas y miradas dejaban ver que no pertenecían a sectores populares. Nos sentimos observados, como si tuviéramos tatuado el trébol de San Patricio en la piel. Son personas con las que, con toda probabilidad, rara vez compartamos espacios comunes: sus ámbitos de socialización, sus escuelas, sus clubes, lugares de culto, barrios, restaurantes… De hecho, estimo, estarían allí por la fuerza de las circunstancias, convocados por la manifestación. No creo que suelan frecuentar un lugar como Status… Claramente, de algún modo, percibieron que no éramos “del palo”. Supongo que el reconocimiento de la distinción ya no de  clase, sino de concepción filosófico-antropológica fue mutuo. Las ideas, los sentimientos y las prácticas que nos atraviesan modelan nuestros rostros, y resultan inocultables. Me sentí como un personaje de Sholem Aleijem, entrando de sopetón en una cervecería de Munich en los años ‘30 del siglo pasado, solicitando usar el sanitario. En ese momento exacto, nos eyectamos. Y así nos fuimos, con ganas de cenar, narices frías y pies mojados, en busca del transporte que nos lleve de regreso a casa.

El palacio

Algunos argumentos (si es que así puede denominarse a una colección de frases delirantes) manifestados en el recinto de senadores fueron para el olvido. Esteban Bullrich, un ex ministro de Educación más acorde al onganiato o al Proceso que al ciclo de la democracia, expresó que “no se puede convalidar algo que está mal, y lo que hay que hacer (vaya a saber por obra de cuál magia) es evitar el aborto, hasta llegar a eliminar la práctica en nuestro país”. El representante de Salta, Rodolfo Urtubey, declaró que habría que considerar el abuso intrafamiliar como una violación no violenta” (¿?), con algún grado de consentimiento… razón para excluirla de las actuales causales del aborto no punible. El ruralista Alfredo De Angeli desempeñó el papel del campechano que sólo manifiesta conocimiento sobre el ciclo de vida de las vacas… ignorando por completo la materia tratada en la cámara. Meses de debate público, centenares de expositores/as que argumentaron la necesidad de legislar sobre el tema, no afectaron un ápice los preconceptos sin fundamento de la mayoría conservadora. Primó la metafísica por sobre la política: la declamada defensa de unas “dos vidas en abstracto”, sin datos ni asidero fáctico, antes que la consideración sobre la realidad concreta, mensurable y dramática de la mortandad de mujeres mayoritariamente pobres, por lesiones producidas en abortos realizados en la clandestinidad.  

El problema de fondo remite, finalmente, a la voluntad. La actual ley de 1921 contempla la interrupción del embarazo en determinados y contados casos. La norma no obliga a nadie a abortar, así como tampoco existe ley alguna que obligue a que una mujer contraiga matrimonio con otra mujer, o que prescriba el cambio de género a todos los hombres que habitan el suelo argentino. En los dos últimos casos, las personas son libres de actuar como mejor juzguen, disponiendo de sus vidas acorde a sus identidades y sentimientos. En cambio, con en el caso del aborto, se criminaliza la decisión de la mujer sobre su propio cuerpo.

Contrariamente a lo dicho por Macri, el rechazo parlamentario a la ley de interrupción voluntaria del embarazo no supone ninguna “fiesta de la democracia”, como tampoco lo fueron la sanción de las leyes de impunidad en los ‘80. Es, en todo caso, la demostración de la vigencia de un poder conservador con capacidad para movilizar recursos humanos, materiales y simbólicos en contra de toda ampliación de los derechos sociales.

No existen razones médicas, éticas, sanitarias, presupuestarias, sociales ni culturales para sostener la clandestinidad del aborto. No sólo fueron estos meses de discusión pública y televisada: el movimiento de mujeres lleva décadas de lucha. Sería de una notable ingenuidad imaginar que millones de adolescentes y jóvenes arriarán las banderas, cesarán en el reclamo, retornarán a sus casas pateando tachos, y “aquí no ha pasado nada”. La historia nunca transita un sendero recto y llano, sino que existen vericuetos, obstáculos y factores en la sombra que retardan parcialmente su devenir. Será el año próximo, el siguiente… pero el aborto seguro y gratuito Será Ley.