Stephen Green, filósofo australiano

No tenemos motivos para considerar que todas las perspectivas sean igualmente válidas

En su libro ‘El Pasado Coherente: Una Guía sobre la Verdad en el mundo de la posverdad’, Stephen Green -quien en 2007 obtuvo una beca Blashild que le permitió estudiar en el Centro Mundial de Conmemoración de la Shoa en Jerusalén- propone un marco epistemológico para navegar los mares confusos de escepticismos radicales y posverdades. Con foco predominantemente en la Historia, y algunas incursiones en la disciplina de la Ciencia, el filósofo australiano rechaza de cuajo que la verdad sea relativa, pero no descarta los méritos de otras ideas posmodernas que han enriquecido nuestros conocimientos e iluminado sus complejidades y limitaciones.
Por Inés Dunstan

El pensamiento crítico es, necesariamente, un pensamiento cuestionador. La duda constructiva es muy sana y necesaria. Sería un absurdo aceptar ciegamente todo lo que escuchamos sin evaluarlo, ni considerar ‘de quién viene’. Pero en estos tiempos de noticias falsas y hechos alternativos, mucha gente se encuentra paralizada en un estado de duda constante. Muchos han simplemente abrazado un escepticismo total, y declarado que la verdad es enteramente una cuestión personal. Tomemos como ejemplo el cambio climático. “¿Quién sabe si es verdad?”, se preguntan algunos. ¿Si la ciencia cambia todo el tiempo? ¿Si no podemos descartar la posibilidad de error? ¿Por qué creer que algo es un hecho, si lo que supuestamente es verdad hoy tal vez deje de serlo mañana? O tomemos la verdad histórica. Si existen tantas versiones en competencia sobre varios hechos factuales, ¿no será que la verdad es relativa? ¿No será que todas las versiones son igualmente ‘válidas’? ¿O será que la verdad está en el medio? ¿O que todo es mentira? ¿Qué es la verdad? ¿Existe la verdad?
En línea con otros filósofos tales como Richard Van de Lagermaat, el australiano Stephen Green adhiere al concepto de ‘aproximación a la verdad’; la idea de que aunque en la mayoría de las ocasiones nos sea imposible asir la verdad total y absoluta sobre la ciencia, o la historia, es lógico sostener que una perspectiva basada en datos empíricos, dentro de una propuesta coherentista, y con el consenso de la mayoría de los expertos, se aproxima más a la Verdad (con mayúscula) que una perspectiva basada en las creencias personales de tal o cual individuo. El hecho de que, en la mayoría de los casos, nos sea imposible poseer una certeza completa sobre tal o cual tema histórico o científico no significa que la Verdad no exista. El pasado, por ejemplo, es real e independiente de nosotros y no podemos afirmar que cualquier cosa que digamos sobre él sea igual de verdadera que cualquier otra. Del mismo modo, en la ciencia, el hecho de que la verdad científica sea provisional no implica que sea relativa.
En el caso de sucesos históricos recientes tales como el Holocausto, Green destaca el testimonio de los protagonistas que aún están vivos (víctimas, autores y testigos), junto con toda una masa de evidencia que demuestra que su negación no posee el menor sustento o justificación racional como visión histórica. La memoria histórica importa, sobre todo en tiempos en los que el fachismo amenaza con renacer. La ciencia importa: el cambio climático ya está ejerciendo su impacto en ecosistemas, economías y comunidades. El pensamiento crítico implica formular buenas preguntas y buscar buenas respuestas. Implica compromiso y esfuerzo intelectual. No implica aceptar todo ingenuamente, pero tampoco equivale a negar o descartar todo con un rechazo irreflexivo y paralizador.
-¿Cómo podemos resucitar la verdad en un clima de posverdad?
-Mi contención es que al mirar esta situación a través de una suerte de lente epistemológico y reconsiderando en forma fundamental lo que queremos decir cuando hablamos de verdad, podemos llegar a unos lineamientos generales o a un marco que nos puede ayudar a hacer frente de la mejor manera a la confusión y la desilusión que frecuentemente nos confronta. El área de la Historia puede demostrar que el marco que propongo, basado en la amplitud y la coherencia, es teoréticamente sólido y práctico. Al utilizar este marco para formular juicios históricos que sean tan cercanos a la verdad como nos sea posible, desarrollamos a la par aquellas habilidades que necesitamos en este ambiente actual de la posverdad. Para construir este marco es necesario reconsiderar las limitaciones que afrontamos y las posibilidades con las que contamos para comprender al mundo.
Cuando juzgamos algo como verdadero, no estamos hablando de verdades absolutas: en la mayoría de los casos, estas verdades son incompletas o provisionales. Algo tal vez aparezca que nos lleve a modificar esas evaluaciones. Esto no es una debilidad sino que toma en consideración el aspecto inevitablemente inadecuado y provisional de nuestra comprensión del mundo real en toda su complejidad.
Pero aunque estas evaluaciones sean en algún sentido incompletas o provisionales, esto no significa que no podamos decir que algunas cosas estén más cerca de la verdad que otras. No hay ninguna necesidad de capitular a un solipsismo cognitivo o a un relativismo del tipo del ‘todo vale’ cuando se trata de la verdad. En el libro considero muchas objeciones posibles, y proveo ejemplos sobre el marco que propongo y su practicabilidad.
-En su libro, usted reconoce varios factores que interfieren con la posibilidad de que la historia sea 100% objetiva o absoluta, incluyendo el partidismo de los historiadores, los errores, la influencia del contexto presente, selecciones de cierto material por sobre otro, el uso de cierto lenguaje, la intervención de la imaginación para llenar los vacíos, etcétera. ¿Socaban estos aspectos el estatus de la verdad histórica? ¿Deben estos factores llevarnos a una concepción relativista, con todas sus trampas?
-En el libro considero muchas cosas que comprometen nuestra habilidad para llegar a las mejores conclusiones posibles e identifico dos formas de escepticismo. El escepticismo específico o calificado involucra el reconocimiento de incoherencias en los juicios que realizamos. La otra forma de escepticismo, sin embargo, puede ser descrita como general o total. Esta forma de escepticismo conduce a la posición relativista del ‘todo vale’, que es contradictoria e insostenible. Por ejemplo, ¿cómo podemos justificar (racionalizar) la investigación histórica si nuestras conclusiones no son más verdaderas que si nos hubiésemos quedado en casa e inventado todo? Si todas las aseveraciones son igualmente válidas, efectivamente no estás aceptando nada, y entrás en un estado equivalente al nihilismo epistemológico. Si todas las interpretaciones son igualmente válidas, ¿cómo podemos justificar tomar o advocar cualquier acción con significado práctico o moral por encima de otra? ¿Cómo podemos evitar la inercia y la completa abdicación de la responsabilidad fundada en un nihilismo cínico?
-En nuestro mundo multicultural y liberal, reconocemos que es valioso considerar múltiples perspectivas en lo que atañe tanto al presente como al pasado. Su libro dice que hay mérito en acercarse al estudio del Holocausto, por ejemplo, desde una variedad de perspectivas, pero distingue entre perspectivas múltiples, por un lado, y realidades múltiples, cada una con su verdad relativa, por el otro.
-Una de las distinciones más útiles en filosofía es aquella entre la ontología y la epistemología. La ontología tiene que ver con el ser o la existencia, mientras que la epistemología tiene que ver con nuestros conocimientos o comprensión. Es de esperar que nuestro conocimiento del mundo sea incompleto y fragmentado pero no por eso debemos pensar que la realidad ontológica, independiente de nuestra comprensión, esté fragmentada del mismo modo. De hecho, el “sentido común” seguramente dicte que nuestros conocimientos inadecuados y continuamente en flujo sobre el mundo pertenecen a una categoría diferente que el mundo en sí mismo.
Podemos recordar la parábola hindú en donde mucha gente que intenta comprender a Brahma es comparada con gente ciega tratando de entender qué es un elefante. Algunas personas tocan el colmillo del elefante, otras tocan la trompa, etcétera. Cada persona tiene una impresión levemente diferente del elefante pero estas múltiples impresiones (perspectivas) ciertamente no significan que haya elefantes múltiples e independientes.
En el libro identifico cuatro equivocaciones que han llevado a algunas personas a creer erróneamente que la existencia de múltiples perspectivas nos da motivos para declarar que la verdad es relativa. El primero de estos errores es una obsesión innecesaria con la verdad absoluta. El segundo es la falta de distinción entre el reconocimiento de múltiples perspectivas y la aseveración de que hay múltiples verdades relativas. Lo primero no implica lo segundo. Un tercer error es asumir que la relatividad de la verdad puede ser calificada, o existir en una forma menos extrema sin dejar de ser relativista. El cuarto error es no reconocer la distinción entre ontología y epistemología en lo que hace a la consideración de la verdad.
Podemos alentar y darle la bienvenida a perspectivas diferentes y nuevas debido a que, potencialmente al menos, pueden ofrecernos la posibilidad de una comprensión más coherente y amplia sobre nuestro pasado y nuestro presente. Cada perspectiva, sin embargo, debe ser considerada según sus méritos. No tenemos motivos para considerar que todas las perspectivas sean igualmente válidas o inválidas como sostienen los relativistas.
-Como declara en su libro, el Holocausto tiene el potencial de enseñarnos más que cualquier otro genocidio. ¿Puede explicarnos las presuposiciones epistemológicas erradas de los negadores del Holocausto? ¿Debemos responderles a los negadores, a pesar de que su visión no tenga sustento ni justificación racional?
-Una observación que realizo en el libro es que tengo mucho respeto por la opinión de que es mejor no dignificar la negación a través del diálogo con los negadores, porque esto implica darle una credibilidad que no merece. Hay razones, sin embargo, por las cuales creo que en algunas circunstancias debemos responderles a los negadores del Holocausto. Tienes razón en observar que la negación del hecho básico de que algo así como seis millones de judíos y otros grupos fueron deliberadamente asesinados no tiene ningún tipo de sustento ni justificación racional como una visión histórica (al igual que la teoría de que fueron extraterrestres y no egipcios quienes construyeron las pirámides). Hay una masa de evidencia mutuamente corroborada desde múltiples direcciones que demuestra este hecho muy adecuadamente.
Hay sin embargo varias razones por las cuales considerar la interacción con los negadores del Holocausto. Es importante en algunas circunstancias reconocer y confrontar el elemento intrínsicamente ofensivo y moralmente repugnante en este tipo de negación, y al hacerlo, prevenir que las circunstancias que llevaron al Holocausto vuelvan a repetirse. Lo ofensivo del negacionismo parte de la acusación abierta o implícita de complicidad en una mentira. Esa acusación se hace en contra de los miles que sobrevivieron y que han luchado, muchas veces a un costo personal y emocional considerable, para contar sus historias. Estos sobrevivientes y aquellos que murieron merecen más de aquellos que escriben y enseñan historia. Esta es una necesidad en un mundo en el que minorías pequeñas pero dañinas todavía denigran y socaban el mensaje de las víctimas. En algún sentido, la negación es un intento de completar el trabajo de los responsables de estos crímenes. Esto es cierto tanto para aquellos que fueron asesinados en el Holocausto como para aquellos que fueron asesinados en otras circunstancias. Sus historias deben ser contadas y reconocidas.
El Holocausto también revela muy claramente el poder de las influencias sociales y psicológicas sobre los negadores. Algunas personas muestran una renuencia extrema para aceptar hechos que les son desagradables y se aferran en forma intransigente a cualquier excusa, sin importar cuán irracional, para evitar su aceptación. Si una fotografía de una cámara de gas (que fue dinamitada) no puede ser generada, esto se toma como un fundamento para negar la existencia de dicha cámara de gas. Esto, a pesar de la existencia de una enorme masa de evidencia contradictoria, que incluye el testimonio de los “Sonderkommandos” que trabajaron bajo coacción en las cámaras de gas. Esta forma de negación es básicamente un caso extremo de lo que yo llamo ‘el síndrome de la bala de plata’. El ‘síndrome de la bala de plata’ no usa solamente el principio de que la ausencia de prueba significa prueba de ausencia, lo cual es demostrablemente falso; también redefine la ‘prueba’ en una forma ridículamente restringida que no tiene relación con el uso académico, legal, profesional, histórico o diario que le damos a ese concepto.
-¿Cuál es el rol de la emoción o la empatía en la emisión de juicios sobre la verdad histórica?
-La posición que tomo sobre la empatía y su estatus como componente de la comprensión histórica es una parte muy importante de mi libro. A menudo distinguimos entre la razón y la emoción. Sin embargo, la investigaciones psicológicas recientes han demostrado que nuestras emociones juegan un rol muy necesario e importante en muchas de nuestras decisiones. En este sentido, mientras que la distinción entre razón y emoción puede ser útil, es tambien en algún sentido una simplificación y una dicotomía falsa. En este contexto la empatía se refiere a la medida en la que podemos sentir o proyectar los sentimientos y pensamientos de otros. Yo lo veo como algo inseparable de cualquier intento conciente y reflexivo de apreciar el pasado en una forma tan comprensible y coherente como nos sea posible. Mi posición es que en muchos contextos importantes la empatía nos permite acceder a niveles más profundos de comprensión.
En el libro hago referencia al tratamiento de ‘El Otro’. Como argumento, aunque existe una aceptación casi universal del hecho de que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos traten, en realidad, los seres humanos hemos fallado en este respecto. Yo describo esto como una Circunvalación de la Empatía. Si queremos realmente entender el pasado y realizar juicios que sean lo más cercanos a la verdad como nos sea posible, es importante reconocer situaciones en donde esto pareciera haber sucedido. A pesar de que nunca podamos ver el mundo a través de los ojos de otras personas, o sentirlo con los sentidos de otras personas, intentarlo nos da una apreciación mayor de cómo debe haber sido esa experiencia, y habremos aprendido algo a un nivel más profundo.
-¿Hay, o debería haber, un componente o elemento moral en el rol de la historia? Puede la historia jugar un rol moral y tener significado ético?
-Pareciera que la historia es, o que debería ser, un estudio del pasado desapasionado, apolítico y moralmente neutral. Pero cuando nos detenemos a pensar al respecto con cuidado, nos damos cuenta de que éste no puede ser el caso. Algún tipo de posición política or algún tipo de posición moral, ya sea ésta la intención conciente del historiador o del profesor de historia, es aparente en cualquier intento de explicar y analizar tanto el pasado como o el presente. Podemos usar expresiones esterilizadas o que suenen neutrales tales como ‘limpieza étnica’, en vez de asesinatos o genocidios, o referirnos a estatísticas en vez de describir experiencias personales. Esto no significa, sin embargo, que no estemos transmitiendo una posición política o moral. De hecho, tales expresiones neutrales sólo contribuyen a la despersonalización y a la falta de empatía, y juegan a favor de criminales pasados y presentes. También le sirven a aquellos que gustan de eufemismos para rozar por encima de las consecuencias humanas de eventos tales como la guerra y el genocidio, minimizando o dudando del sufrimiento humano real toda vez que no quieren que sea reconocido.
A mi modo de ver, es necesario evitar la circunvalación de la empatía y contrarrestar la despersonalización para lograr el objetivo de entender el pasado (o el presente) tan bien como nos sea posible. Los historiadores y los profesores de historia pueden esforzarse para superar la despersonalización (tanto deliberada como accidental) cuando reciben e interpretan información sobre el pasado, y también en el modo en el que comunican esa información a otros. Esto imparte una significancia moral importante al rol de historiador y profesor de historia. Un estudio del Holocausto conectado con la empatía es un ejercicio histórico y ético que ofrece ideas y sugiere modos de hacerle frente a la manipulación de la informacion con que lidiamos a diario.