Crisis en las instituciones judías

Triángulo, como en las Bermudas, pero en la CABA

Como objetos abandonados, sucios, ajados, deteriorados por el tiempo -o por quién sabe qué- detrás de los cristales rotos de una vidriera otrora brillante y glamorosa, así se ven las principales instituciones judías después del affaire Cohen Sabban. Sus dirigentes, tratando de tapar el sol con un dedo, son los partenaires perfectos de una triste saga que no ganará el olvido aunque baje de escena, se cierre el telón y se paguen las luces.
Por Ricardo Schkolnik *

El relato de los dirigentes de la  DAIA tratando de proteger a quien canjeaba perdones por dólares; a quien en su afán de recaudar olvidaba sus orígenes, su pertenencia y sus obligaciones, perseguirá a la dirigencia de las principales instituciones de la colectividad judía por generaciones.
El daño infligido a los judíos de todos los sectores sociales, políticos o religiosos por la actitud soberbia, inmoral y delictiva del presidente de la DAIA y sus cómplices es incalculable. Hay toda una historia de lucha genuina contra el antisemitismo que pasará a segundo plano y su lugar será reemplazado por este escándalo miserable que deja a la comunidad inerme y sin dirigencia representativa por quienes optaron por convertir a las instituciones comunitarias en apéndices funcionales a un partido político, desechando la histórica pluralidad ideológica de la colectividad judía.
Es así que desde que estalló el caso Cohen Sabban y hasta la primera quincena de mayo se hicieron públicos varios casos de expresiones antisemitas ante las que la DAIA permaneció en un silencio escandaloso.
Una docente marplatense reivindicó a Hitler y responsabilizó a los judíos de la Shoá; el periodista Santiago Cúneo lanzó una diatriba judeófoba en su programa televisivo 1+1=3; el neonazi Alejandro Biondini (reinsertado en el mapa político argentino por el juez Ariel Lijo, aliado judicial del presidente Mauricio Macri) vinculó las acciones de Cohen Sabban con la “naturaleza de los sionistas”, entre otros.
Nuevamente surgen las versiones de la protección de la DAIA a los acusados de encubrimiento en la causa AMIA; de la insolvencia jurídica en la denuncia por el acuerdo con Irán; se habla maniobras extrañas y oscuras para imponer la versión del asesinato en la causa Nisman…y más. Esto sucede ante el estado catatónico de la DAIA, más preocupada en salvar las apariencias que en cumplir la misión que le da la razón de existir.
Quienes hoy, irresponsablemente se aferran con garras y colmillos a sus mullidos sillones de la calle Pasteur, desoyendo los llamados a dar un paso al costado de muchas de las instituciones que la integran, son los mismos que, en su afán de obtener ventajas económicas y cargos del actual gobierno nacional, decidieron constituirse como el tercer vértice del triángulo formado por Balcarce 50, Comodoro Py y Pasteur 633; donde desaparecen los principios, la decencia y la memoria.
De ese triángulo hoy sólo emergen dudas, nada es transparente: ni su accionar social, ni su derrotero político, ni la legalidad de sus finanzas. Y esa opacidad, es un lujo que la institución que se arroga la representatividad política de los judíos argentinos no se puede permitir.

El autor es Periodista. Especialista en conflictos socio-políticos nacionales e internacionales.