16/04 en Tzavta

Queríamos tanto a Pesaj Zaskin

Para entender por qué la primera película de Flora Reznik se llama como una remota ciudad ucraniana y no Kibutz Metzer –la comuna israelí, a 2500 kilómetros de Pervomaisk, donde transcurre casi íntegramente– hay que llegar a los diez minutos finales. “Llegar” y no “esperar”, porque aquello que hace de Pervomaisk un símbolo exacto y potente de tantas cosas se va descifrando en el camino hasta allí (y, en cierto sentido, es el camino). Hay vidas, así como hay lugares, en los que la historia parece inscribirse con trazos más profundos de lo habitual: muchos de los dilemas, tensiones y contradicciones del siglo XX se leen nítidamente en la parábola del kibutz fundado por Pesaj Zaskin, una utopía naufragada que Reznik no despide con lamentos, sino con la rebeldía gloriosa de una canción techno.
Agustín Masaedo, Programador del BAFICI