25 años después, el suicidio de Jorge Sivak, desde la mirada de su hijo

En el nombre del padre…

En el libro El salto de Papá –que va por su séptima edición- el periodista Martín Sivak se propuso la compleja tarea de contar quién fue su padre, y de intentar develar el enigma de su suicidio. Para poder hacerlo, descubrió que tenía que narrar en primera persona y hacer públicos hechos privados. Pero además, en esta tarea de conocimiento de sí y de los otros que es siempre la escritura, decidió compartir con el lector los íntimos avatares de su lento, doloroso y corajudo proceso de producción. Recurrió a diversas herramientas, desde la biografía y la autobiografía, pasando por la investigación y las entrevistas, y armó el rompecabezas de su identidad, a partir de la huella indeleble que le dejó la vida/muerte de su progenitor.
Por Laura Haimovichi *

“Antes de tirarse de palito de un piso dieciséis, papá se despidió de la clase obrera argentina.”
“ … También se repetía Paco Ibañez, el libertario español. Pocas canciones escuché tanto en ese viaje (y en mi vida) como “A galopar”.” ¡A galopar, a galopar. hasta enterrarlos en el mar!” “Papá cantaba. Cantábamos los cuatro. No recuerdo qué hacían las niñeras que viajaban con nosotros.”                                                                      
“Aquel día de verano de 1989 nos reunimos con el supuesto líder del golpe: el coronel Mohamed Alí Seineldín, ex héroe de Malvinas, fundamentalista autoproclamado. Sin custodia, salimos  en un Fiat Super Europa –una versión mejorada del 148- y no paramos hasta la quinta de la familia Sivak en la localidad bonaerense de Ingeniero Maschwitz. Papá se la había prestado a Bernardo Grinspun, el ex ministro de Economía de Alfonsín, para que veraneara.  “
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“Quise al tío Osvaldo como se quiere a un segundo padre. El tiempo que pasé con él y su familia fueron de los más felices de mi infancia. Me decía “Coco”, aunque nunca supe muy bien por qué. A mi hermano también le puso un apodo: “Sabandija”.”
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“Creo que Bochini fue la persona sobre la que más hablamos con papá. Yo sabía de memoria fechas claves de su vida y su cumpleaños. Un 25 de enero de 1987 o de 1988 se produjo un milagro: volvíamos en auto por Libertador, del centro a Vicente López, y lo vimos a Bochini en un 505. Bajé la ventanilla y le grité: “¡Feliz cumple, maestro!”. Se armó una conversación de Peugeot a Peugeot.”
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“Todos estos años –todas estas palabras– fueron un intento de aceptar la tragedia, o dejarlo ir, o soltarlo con un abrazo largo y final. E intentar salir con el pecho hacia adelante, el cuerpo erguido, pensando en la indicación de los entrenadores sobre cómo poner el cuerpo en la barrera: no pensar en el golpe sino en la jugada siguiente.”
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Estos son algunos fragmentos de un libro cuyo resultado es un relato singular sobre la Argentina contemporánea, con todas sus contradicciones y riquezas, que incluye las potencias, ambigüedades, frustraciones y realizaciones de tres generaciones de un mismo linaje. Un relato que, además, da cuenta del alto costo que tiene habitar este país (este mundo), no como efecto del mérito o demérito individual, sino por las operaciones inhibitorias y tanáticas de los poderes establecidos, en este caso, aunque no solo, del poder económico.  Pero también, El salto de papá muestra el anverso de la moneda, al dejar testimonio de la capacidad transformadora que tiene revisitar la historia, la pequeña y la grande.   
 Jorge había sido dirigente estudiantil, guerrillero urbano, abogado defensor de presos políticos, y él mismo preso político y exiliado. Sin habilidad para los negocios, nunca abandonó  el pequeño imperio familiar que creó su padre, Samuel, que contó con fondos secretos del Partido Comunista argentino. “El creía que estaba yendo contra el capitalismo desde un banco, en eso era arltiano”, señaló el autor. Y es inevitable pensar en aquella paradoja brechtiana: peor que fundir un banco es fundarlo, tanto como evocar la arquitectura metafísica de  personajes como Erdosain o El Rufián Melancólico. Jorge era hermano menor de Osvaldo, asesinado en el secuestro más resonante de la década de 1980.
Martín tenía 15 años cuando su padre eligió morir (¿eligió? ¿se elige?), el mismo día en que se decretó la quiebra de Buenos Aires Building, la empresa familiar. Fue testigo de algunas de sus iniciativas políticas y empresariales destinadas al “fracaso” y compartió con él la pasión por el club de sus amores: Independiente. En el tiempo en que estuvieron juntos, lo vio resplandecer y apagarse, y luego necesitó que transcurriera un cuarto de siglo para escribir este libro fascinante, de narrativa espléndida y brutal honestidad.
En El salto de papá, un texto heterodoxo y por lo tanto difícil de clasificar, el autor aborda el pasado, cruza géneros, visita amigos y conocidos de su padre, escucha antiguas grabaciones, revisa fotos, intercambia llamados telefónicos y correos, para salvar su pérdida del naufragio de la memoria y dejar a sus muertos en paz.  
En lo que acaso haya sido una preparación para El salto de papá, están los libros sobre figuras masculinas sobre los que este sociólogo y docente universitario trabajó anteriormente: el del dictador Hugo Banzer, el del periodista Mariano Grondona, Jefazo de Evo Morales y el de Héctor Magnetto/Clarín, entre otros.  También las lecturas sobre vínculos con padres  de escritores como los textos de Kureishi, Carver, Auster, Faciolince, Amis y Philip Roth, que le permitieron encontrar su propio modo de hablar del tema.
El salto de papá está escrito con intensidad, amor e ironía y perdura en el corazón del lector cuando se cierra. A lo largo de sus páginas, invita sin proponérselo a dejarse llevar por el asombro y la perplejidad, y tolerar el sinsentido de la existencia. Martín Sivak ofrece un testimonio único, por momentos duro, siempre conmovedor, de una “novela” familiar que se inscribe dramáticamente en la historia colectiva.

* Periodista y escritora, autora de los libros El legado de Aarón, Laetitia y Broderí, entre otros. Fue editora de Revista Genios y del suplemento Espectáculos del Diario Clarín. Colabora en Socompa y Todo Teatro.