Cine

‘La Promesa’, inusual film comercial a favor de la causa armenia

Si el cine sirve para expresar arte pero además denuncia injusticias históricas, registra formatos de memoria que refuerzan la idea de que ningún genocidio, como el padecido por el pueblo armenio, quedará impune ante un mundo que debe recuperar su necesaria conciencia humana para construir sociedades respetuosas de las diferencias. Esto está largamente logrado en ‘La promesa’, un film épico y extraño para la industria cinematográfica de Estados Unidos.

Por Guillermo Lipis

El genocidio armenio permanece impune y Turquía sigue sin reconocer tal atropello a 1.500.000 personas de ese origen bajo la excusa de que se trató de una guerra civil coincidente con la Primera Guerra Mundial y el alineamiento otomano con Alemania.
Unos cien años después del comienzo de la violencia contra los armenios (entre 1915 y 1923) el filántropo y productor armenio-estadounidense Kirk Kerkorian, poco antes de su muerte, financió ‘La promesa’, una narración épica que bajo la excusa de contar una historia de amor denuncia esta historia pendiente de resolución en la política internacional.
El legado de Kerkorian se convirtió en una acción inédita de una productora cinematográfica ya que los ingresos de taquilla de ‘La promesa’ son destinados al trabajo con refugiados y ONG’s de trabajo humanitario.
La historia del largometraje ocurre en la última época del poder otomano, cuando Mikael -un joven armenio de un pequeño pueblo- parte a estudiar medicina a Constantinopla, el corazón del imperio, y conoce a Anna y a Chris Myers, un periodista de la agencia de noticias AP (The Associated Press).
Entre ellos se constituye un triángulo amoroso en medio del inicio del genocidio armenio a manos turcas, cuando Mikael disputa el amor de Anna con el cronista, un hombre duro y empecinado en denunciar la persecución y el exilio al que se vieron forzados con largas marchas de la muerte fronteras afuera del entonces imperio otomano.
‘La promesa’ es -también- un detallado estudio de época que vuelve a reflejar señales de alerta inagotables que denuncian el odio y la aplicación del exterminio étnico como herramientas de una violenta apropiación de tierras y riquezas por encima del respeto a la condición humana.
‘La promesa’ está dirigida por Terry George, coautor del guion junto a Robin Swicord (Memorias de una gueisha); y el elenco está encabezado por el ganador del Oscar, Christian Bale, como el periodista Chris Myers; el ganador del Globo de Oro, Oscar Isaac, como Mikael Boghosian; y Charlotte Le Bon como Ana Khesarian.

Los judios “sagrados” para el pueblo armenio
Como curiosidad para los lectores de Nueva Sión la película destaca la participación del embajador de Estados Unidos ante el Imperio Otomano, el judeo-americano Henry Morgenthau, quien defendió la vida de Chris Myers ante Mehmet Talaat (Talaat Pashá), el ministro del Interior y verdadero hombre fuerte del triunvirato que gobernaba el Imperio Otomano.
Morgenthau, quien se preocupó por difundir la persecución y matanza del pueblo armenio, se inscribe junto a Raphael Lemkin y a Franz Werfel como los tres intelectuales judíos reconocidos en la historia moderna del pueblo armenio.
En la Universidad Estatal de Yereván se creó el Hall de la Gratitud en ocasión del centenario del genocidio armenio; y entre los bustos de las 10 personalidades claves, a nivel internacional, en la difusión del genocidio y asistencia a las víctimas y sobrevivientes, están las imágenes de Henry Morgenthau, embajador de Estados Unidos ante el Imperio Otomano entre 1913 y 1916; Franz Werfel, autor del libro “Los 40 días de Musa Dagh” (1932); y Raphael Lemkin, quien en 1943 conceptualizó la figura jurídica del concepto de genocidio como delito de lesa humanidad, base del reclamo internacional armenio hasta la actualidad.
El embajador armenio en México, Ará Aivazian, los consideró como “sagrados para el pueblo armenio”.
Además, en el Memorial del Genocidio en Armenia (Tsitsernagapért) hay puñados de tierra de las tumbas de Morgenthau, Werfel y Lemkin.
El genocidio armenio y el holocausto judío son lamentables símbolos de la identificación de la historia de ambos pueblos en los que sus tragedias resaltan como los pasos previos al ejercicio de una libertad plena en sus propias tierras.