«En Mi Refugio hice grandes amigos»

Buscando un country con un marco judío, Pablo Mutal llegó a Mi Refugio. Con el tiempo afirma haber encontrado allí su lugar y formado cinco grandes amigos. Cómo es su rutina y la de su familia, y por qué valora especialmente el contenido judaico en las actividades de sus cuatro hijos.

Por Julian Blejmar

Pablo Mutal llegó con su familia desde Córdoba quince años atrás. Una de sus primeras acciones fue asociarse a un country, pero al cabo de un tiempo sintió la necesidad de que el mismo tuviera también un marco judío. Fue así que en 2008 llegó a Mi Refugio, un espacio en donde no sólo encontró ese marco, sino también “grandes amigos, una vida tranquila, seguridad, y un espacio ideal para mis cuatro hijos”.
Sentado en una de las salas del Club House del country, con grandes ventanales que dejan ver el sol otoñal que cae sobre los arbustos que circundan la calle Tel Aviv, Pablo, licenciado en administración de 40 años de edad, rememora aquellos tiempos y rescata el espíritu comunitario y de solidaridad que vivenció desde un primer momento. “Llegué solo con mi familia, compuesta en ese momento por mi mujer y tres hijos -afirma-, y pienso que fueron los chicos quienes abrieron la puerta de mi socialización, porque ellos se integraron muy bien desde un primer momento, y era muy común que sus nuevos amigos vinieran a nuestra casa, lo que por lógica llevaba a que sus padres también acudieran”.
Pablo señala que en ese proceso, tanto él como su esposa fueron entrando en contacto con numerosos padres de su misma edad, agregando que “hoy mis cuatro hijos van a cuatro grupos diferentes, y ya son 120 padres con los que uno interactúa en el country y por chat. Y entre ellos, puedo decir que he formado cinco grandes amigos, con los que compartimos los bnei mitzvot de los hijos, y almorzamos y cenamos juntos en nuestras casas del country”.
Pablo encuentra también en la flamante iniciativa de Mi Refugio, -el proyecto «Sumate» que brinda muy amplios beneficios a miembros de la comunidad que quieran acudir a este country-, parte de ese espíritu comunitario que encontró en la institución. En su visión, este programa es “parte del intenso trabajo que realizamos para mantener la vida judía de este country, y sobre todo en los chicos, en su guía, su hadrajá, porque la juventud es el pilar de este country, ya que ellos son el futuro”.
De hecho, sostiene que sus propios hijos se sienten muy identificados con el lugar, y le reconforta especialmente el contenido que tienen en sus diversas actividades y en su escuela de madrijim. “En todas sus actividades se los educa en el judaísmo, y es por eso que las celebraciones de Rosh Hashana, Pesaj y Purim tienen todas un clima especial. Pero el marco comunitario también lo encuentro en las conversaciones, en lo cotidiano. Yo fui macabeo toda mi vida y aquí me siento en ese marco”.
Otro de los aspectos que resalta Pablo de sus fines de semana en el country, es la posibilidad de disfrutar en familia, manteniendo al mismo tiempo un espacio para que cada integrante socialice con sus pares. “Eso se puede ver reflejado en un fin de semana típico. Llegamos los viernes a la noche para aprovechar al máximo el fin de semana. Cenamos en familia y el sábado por la mañana cada uno empieza sus actividades, los varones fútbol, las nenas hockey, yo paddle. Almorzamos todos juntos y a la 14:30 vienen las actividades de los más chicos, la escuela de madrijim. Yo aprovecho para descansar aunque mi esposa hace gimnasia. Luego, por la tardecita, comienza la vida social, solemos ir a tomar café a casas de amigos, o preparamos una cena para recibirlos en casa. De hecho, lo más frecuente es que parejas e hijos se junten para cenar, eso es lo más habitual. Allí hablamos de lo que se hizo en la semana, de cómo estuvieron las vacaciones, o de nuestros proyectos. El domingo es el día de las competencias, porque muchos juegan en los torneos de Faccma, sobre todo los chicos, tras lo cual volvemos a almorzar en familia, habitualmente con amigos de los chicos. Más tarde, si bien hay diversas actividades, nuestra costumbre es quedarnos en nuestra casa para hacer las tareas escolares, bañar a los chicos, planificar la semana y cenar”.
A quienes estén buscando un espacio para sus fines de semana, Pablo les asegura que en Mi Refugio encontrarán “la medida justa”. «No hay nada en exceso ni falta nada, -resalta-, es la medida justa de cantidad de gente, de descanso, de privacidad, de socialización, de disponibilidad de instalaciones». Pero nuevamente, remarca la vida judía que se respira, y cómo ello juega en sus hijos. “Mucho de todo esto es para los chicos, ellos proyectan sus cosas aquí, son los futuros madrijim, quienes van a transmitir toda esta herencia”.  

Su proceso de adaptación
En un country que se destaca por la permanencia de sus miembros, que en muchos casos incluye a tres generaciones, el caso de Pablo Mutal es uno de los que llegaron sin tener amigos o familiares. Según señala Pablo, “tuvimos un proceso de adaptación, como cualquiera que llega a una comunidad sin conocer a nadie. Acá hay mucha historia, mucha tradición, y hay que estar dispuesto darle tiempos a los grupos que ya existen. Pero puedo asegurar que cuando a uno lo conocen y ven sus ganas de integrarse, aflora la solidaridad y el espíritu comunitario”.

Proyecto Sumate
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