Educación judía

El icufismo: una lente para observar la Argentina

La autora del libro “Argentinos, judíos y camaradas tras la utopía socialista” (Buenos Aires, Biblos, 2015) brinda a Nueva Sión una presentación de tinte personal sobre su obra, que nos permite adentrarnos en una parte de la historia judía argentina que aún no había sido narrada ni reconstruida: “Cuando comencé este trabajo –dice- trataba de explicar qué era la educación judía y qué podían tener en común una escuela religiosa y una laica progresista; ¿cómo concebir lo judío antirreligioso? ¿Cómo entender al ‘judaísmo cultural’? ¿Cómo identificar instituciones autodenominadas ‘judías’ pero plenamente integradas a la izquierda argentina?”.
Por Nerina Visacovsky *

Este libro es el resultado de un trabajo de investigación que lleva ya más de diez años. En la tesis doctoral que le dio origen (2009, FFyL, UBA), yo intentaba reconstruir la propuesta pedagógica de la izquierda judía en Argentina, pero también buscaba mi propia historia. Recientemente he aprendido que, en términos más académicos, puedo referir a “perspectiva nativa objetivada”, aunque prefiero simplemente contar que transité varios años por esas instituciones: desde el jardín de infantes hasta convertirme en maestra del kinder-club.
En ese ámbito de socialización me formé durante la infancia y adolescencia; más tarde estudié ciencias de la educación, historia soviética y política argentina durante el siglo XX en la universidad pública. Así, y de acuerdo con el sociólogo Norbert Elías, antes que nada, declaro quién soy y de que entorno provengo. Evidentemente, aquello me facilitó entender y apasionarme con el tema investigado, pero al mismo tiempo me dificultó el proceso que el mismo autor denomina “distanciamiento” del objeto de estudio. En todo caso, los lectores podrán evaluar si he logrado la ecuanimidad necesaria.
El trabajo abarca un período que se extiende entre la década del veinte y fines de los años sesenta; es decir, desde la creación de las primeras escuelas obreras en ídish pertenecientes a las redes Arbshulorg y Dov Ber Bórojov hasta la desaparición de la escuela complementaria. Paralelamente, abordé la investigación en tres planos: la historia internacional, la historia argentina y la historia local, a través de un caso particular.
Por eso, en la segunda parte me ocupé detalladamente del Centro Cultural y Deportivo Isaac León Peretz de Villa Lynch (General San Martín). Esa entidad, de vastas dimensiones, fundada en 1940 y construida por judíos de oficio textil, tuvo jardín y escuela ídish para niños y jóvenes, recreación, teatro, deportes y hasta una pileta olímpica. En 1977 llegó a tener 3000 socios activos. Parecía increíble imaginar que en 1995 esa mole de cemento cerraría sus puertas definitivamente. Sin embargo, en esos 55 años de vida, “el Peretz” no sólo fue reflejo del auge y la decadencia de la industria textil nacional, sino cuna de importantes experiencias educativas, cooperativas y solidarias que se imbricaron con el resto de la sociedad.

“Asimilados” y “Comunistas”
Cuando comencé este trabajo trataba de explicar qué era la educación judía y qué podían tener en común una escuela religiosa y una laica progresista ¿cómo concebir lo judío antirreligioso?, ¿cómo entender al “judaísmo cultural”?, ¿cómo identificar instituciones autodenominadas “judías” pero plenamente integradas a la izquierda argentina? Fue en esa búsqueda cuando descubrí que las experiencias filiadas al Ídisher Cultur Farband (ICUF) estaban marginadas o directamente excluidas de los relatos que las organizaciones comunitarias y los investigadores hacían del judaísmo. Si aparecían menciones, éstas referían a la generación de inmigrantes de habla ídish, pero mayoritariamente eran clasificados como grupos “asimilados”, que habían “rechazado su condición judía”, o directamente: “comunistas”.
Esto último, además, concebía “lo judío” como la antítesis de “lo comunista”, y esa construcción también tenía una historia propia. Utilizando las categorías del filósofo Ernesto Laclau, se trataba de distintos grupos que pujaban por volverse hegemónicos e imponer sus “significados” al judaísmo argentino. En este caso, “lo judío” asociado al “sionismo” había triunfado en la batalla ideológica que comenzó poco tiempo después de la creación del Estado de Israel (1948) y, al menos, se extendió hasta la caída del Muro de Berlín (1989).
Por lo tanto, la historia de aquellas escuelas, teatros y publicaciones ligadas al ICUF, que fueron de gran importancia en Capital Federal, San Martín, Ramos Mejía, La Plata, Lanús, Tucumán, Córdoba, Mendoza, Rosario, Santa Fe, y también en Montevideo (Uruguay) y en San Pablo y Río de Janeiro (Brasil), constituían parte de una red casi inexplorada en los trabajos académicos. Aquello me llevaba a una primera conclusión provisoria: la pluralidad de ideas y prácticas dentro de la colectividad judía parecía tener ciertos límites. Pero ¿quién podía atribuirse el poder de decidir o dictaminar quién es o no judío?
En ese sentido, por más “laica” o “comunista” que hubiera sido la identidad icufista, si sus miembros y entidades se autodenominaban “judeo-progresistas”, no había motivos para excluirlas o negarles un lugar en la historia de la pedagogía y la cultura de esa colectividad. Si bien es cierto que sus principales características fueron las de integrarse a la sociedad y abrir sus instituciones deportivas, sociales y culturales a los vecinos del barrio, no abandonaron sus orígenes étnicos y principios fundacionales.
En los primeros capítulos se describen las tres redes “linke”: bundistas, borojovistas y la Idsektzie. Estas dos últimas fueron perseguidas y clausuradas desde el golpe de 1930. Más tarde, con el escenario de la Guerra Civil Española (1936-1939) y luego la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la polarización entre fascistas y antifascistas potenció la prédica nacionalista de sectores integristas del catolicismo que en alianza con las Fuerzas Armadas, revivieron una vez más el mito del “judío bolchevique”, e instalaron la idea de “amenaza” de la conspiración “judeo-comunista”.
El gobierno proscribió toda actividad partidaria, limitó el uso del ídish y las escuelas tuvieron que morigerar su prédica contestataria para sobrevivir. En 1935, cuando la Internacional Comunista llamó a constituir Frentes Populares, los militantes buscaron forjar alianzas con otros sectores democráticos. En ese marco surgió el ICUF, como red internacional de lucha contra el fascismo y el antisemitismo y por la defensa de la cultura judía, en París, en 1937. Así, el icufismo le brindó marco ideológico a varias entidades existentes y a otras nuevas que emergieron bajo su órbita para generar espacios de socialización en la colectividad, transmitir valores de la izquierda progresista y conservar el patrimonio cultural ferozmente devastado en Europa. Lo interesante de este período fue que los icufistas reunieron diferentes voces en sus entidades: simpatizantes y militantes del Partido Comunista principalmente, pero también socialistas y otros sectores laicos y liberales.
Por eso, por el rol de la URSS frente al nazismo y en la inmediata posguerra, y por la propuesta pedagógica de vanguardia, entre otros motivos, fueron tan concurridas las instituciones del ICUF, al menos, hasta los años setenta. Mi obra busca reconstruir esta historia y convertirse en un aporte para reflexionar sobre la heterogénea identidad judía: laica o religiosa, de derecha o de izquierda, peronista o antiperonista, comunista, socialista o sionista. En definitiva, el movimiento icufista es mi lente privilegiada no sólo para observar el judaísmo o el comunismo a través de los cambios generacionales, sino para comprender la compleja historia argentina.

* Doctora en Educación (UBA), docente e investigadora UNSAM-CONICET.