Día de Conmemoración del Holocausto

El flirteo de la administración Trump con la negación del Holocausto

La declaración de la Casa Blanca en el Día de Conmemoración del Holocausto no incluyó la mención de los judíos ni del antisemitismo.
Por Deborah Lipstadt *

La negación del Holocausto aún está presente y en este caso en la cúpula de Estados Unidos. Está siendo esparcida dentro del círculo más interno que rodea al presidente Trump. Pudo haber empezado todo como un error de la nueva gestión que se resiste a admitir su equivocación. O de lo contrario, podría ser el resultado de una tentativa consciente por parte de aquellos simpatizantes con el antisemitismo para que la historia se repita. De todas formas, resulta profundamente inquietante.
El desenlace de estos hechos me resulta intensamente personal -no porque tenga familiares directos que hayan muerto en el Holocausto-. De hecho no los tengo. Pero he pasado un buen número de años luchando en contra de lo que la Casa Blanca parece estar ahora promoviendo.
El último viernes, estuve en Ámsterdam asistiendo a la proyección de la película Negación. El filme trata acerca de la demanda por difamación a David Irving, quien es posiblemente el negador del Holocausto más influyente, y quien presentó cargos en mi contra por haberlo acusado de tal. El juicio, llevado a cabo en el año 2000, duró diez semanas. La naturaleza de las leyes de difamación británicas hicieron que la carga de prueba recayera sobre mí, por lo que no tuve más remedio que luchar. En caso de no haberlo hecho, dicha persona hubiese triunfado a partir de mi incumplimiento y su versión negacionista del Holocausto -inexistencia de las cámaras de gas, inexistencia de los asesinatos masivos, inexistencia del involucramiento de Hitler y que toda la cuestión es un mito confeccionado por los judíos- hubiese sido protegida por la ley británica.
Luego de un día intenso de entrevistas con la prensa y de proyecciones del filme, me retiré para realizar una corta caminata. En mi afán de disfrutar lo que me rodeaba, ignoré el sonido de mi celular. Irónicamente, había llegado a la casa de Anna Frank, aquél lugar en el que Anna escribió su diario, al momento de que el sonido se volvió tan incesante que lo revisé para ver qué estaba ocurriendo.
Rápidamente comprendí que la Casa Blanca había publicado un anuncio acerca del Día de Conmemoración del Holocausto que no mencionaba ni a los judíos ni al antisemitismo. En reemplazo, recordaba a las ‘víctimas inocentes’. Internet estallaba y mucha gente estaba enfurecida. Por más de que no soy admiradora de Trump, lo consideré como un error de novato por parte de la nueva administración tan ocupada en las abultadas órdenes ejecutivas. Alguien había metido la pata. Me rehusé a sentirme afectada por la cuestión y aconsejé a mi creciente número de corresponsales que contuvieran la ira. Pero una clarificación vendría pronto. Estaba equivocada.
La burda defensa de Hope Hicks, el director de estrategias comunicacionales de la Casa Blanca, consistió en insistir que, la Casa Blanca, al no referirse a los judíos, estaba actuando de manera ‘inclusiva’. Merecía elogio, no condena. Hicks se refirió a aquellos que en un artículo reclamaron que las ‘otras’ víctimas del Holocausto fueron olvidadas en demasiadas oportunidades.
De modo subyacente a este reclamo se encuentra la idea de que los judíos están ‘robando’ el Holocausto para ellos. Es una calumnia fundada en el antisemitismo.

La Des-judaización del Holocausto, como es ejemplificada por el anuncio de la Casa Blanca, es lo que llamo la negación blanda del Holocausto.
Desde ya que hubieron miles de personas inocentes que fueron aniquiladas por los nazis de diversas y horrendas maneras, algunas de ellas en el transcurso de la guerra y otras por ser percibidas por los alemanes -por más ilusa que haya sido su percepción- como una amenaza para su dominio. Sufrieron terriblemente. Pero eso no fue el Holocausto.
El Holocausto fue algo totalmente distinto. Se trató de un programa organizado con el objetivo de eliminar a personas específicas. Los judíos no tuvieron que hacer nada para ser percibidos como blancos de aniquilamiento. Tanto personas mayores en sillas de ruedas como bebés en brazos fueron llevados a los trenes y resultaron todos asesinados. La cuestión no era, como sí lo fue en los países ocupados, deshacerse de aquella gente porque podrían montar una resistencia contra el nazismo, sino deshacerse de los judíos porque eran judíos. El pueblo rom (conocidos como gitanos) también fue perseguido. Muchos fueron asesinados. Pero la política antirom de los nazis fue inconsistente. Algunos vivieron en paz e incluso sirvieron al ejército alemán.
Los alemanes homosexuales fueron horriblemente abusados por el Tercer Reich. A algunos les fue concedida la chance de ‘reformarse’ y luego ir a servir al frente en el Este, donde muchos terminaron como carne de cañón. ¿Hubiera querido ser un/a homosexual en el Reich, o en el resto de la Europa ocupada por los nazis? Absolutamente no. Pero ellos no fueron sistemáticamente aniquilados.
Ésta es una cuestión de precisión histórica y no de sufrimiento comparado. Si mis familiares hubiesen sido asesinados por los alemanes por haber resistido o por ser percibidos de otra forma negativa no estaría -o no debería estar- aliviada o menos dolida por el hecho de que no fueron perpetrados como parte de un Holocausto.
En el hipotético caso de que los alemanes hubiesen triunfado, es muy probable que hubieran eliminado a millones de otros grupos de personas, incluyendo gitanos, homosexuales, disidentes de cualquier tipo y otros ‘seres desechables’. Pero fue sólo el caso de los judíos aquél que su destrucción no pudo esperar a la conclusión de la guerra. Sólo en el caso de los judíos las prioridades de la guerra pudieron desviarse.
Alemania estaba luchando en dos guerras simultáneas, una convencional y una en contra de los judíos. Perdió la primera y, dados todos sus intentos y propósitos, muy cerca estuvo de ganar la segunda.

La desjudaización del Holocausto, como fue ejemplificada por el anuncio de la Casa Blanca, es lo que llamo la negación blanda del Holocausto. La negación dura es aquella que encontré en la sala del tribunal de justicia. De manera directa y contundente, Irvin negó los hechos del Holocausto. En su decisión, el juez Charles Grey llamó a Irvin un mentiroso y manipulador de la historia. El juez falló considerando que lo hizo deliberadamente y no a raíz de meros errores cometidos.
Para el caso de las negaciones blandas se utilizan diferentes tácticas, aunque comparten el mismo fin (uso deliberadamente los términos de negación blanda y negación dura porque concibo a la negación como una suerte de pornografía historiográfica). No niega los hechos, pero los minimiza, argumentando que los judíos utilizan el Holocausto para desviar la atención de las críticas hacia el Estado de Israel. La negación blanda incluye también todo tipo de comparaciones falsas. Al día de hoy, en determinados países de Europa del Este aquellos que lucharon contra los nazis son alabados, pero si dicha lucha se dio junto a un grupo de resistencia comunista, es probable que se encuentren hoy procesados. La negación blanda también incluye la minimización del Holocausto, así como el hecho de sugerir que no fue tan terrible. ‘¿Por qué estamos nuevamente volviendo a escuchar sobre eso?’.
Aquello que atestiguamos por parte de la Casa Blanca resulta una táctica clásica de negación blanda. El Holocausto fue desjudaizado. Es posible que todo haya comenzado con un error. Simplemente, alguien no percató lo que estaban haciendo. También es posible que alguien lo haya cometido deliberadamente. La cabeza estratega de la Casa Blanca, Steve Bannon, se jactó de la creación de una plataforma alt-right (de derecha alternativa) provista de forma simultánea a Breitbart (sitio web de noticias, opiniones y comentarios políticos, de ideología conservadora). Richard Spencer, el autoproclamado líder de la derecha alternativa, invitó a negacionistas expresos del Holocausto a las conferencias alt-right y sus seguidores se involucraron con la negación descubierta. Se ha dicho que en tiempos de campaña, fue responsable de discursos y publicidades que muchos observadores concluyeron que fueron producto del tráfico de tropos anti-semitas.
Luego del respaldo al anuncio por parte de Hick, el Jefe de Gabinete Reince Priebus redobló la apuesta, insistiendo en que no se trataba de un error. En el programa televisivo Meet the Press, Chuck Todd concedió a Priebus reiteradas oportunidades para retractarse o reformular lo enunciado. Priebus se negó y cavó aún más profundo, declarando que ‘todos sufrieron en el Holocausto, incluyendo obviamente, a todos los judíos… fue extraordinariamente triste’.
En la penúltima oración del anuncio presidencial acerca del Día de Conmemoración del Holocausto, la Casa Blanca prometió asegurar que ‘las fuerzas del mal nunca más vencerán al poder del bien’. Sin embargo, el anuncio fue emitido el mismísimo día de la orden de restricción migratoria para los refugiados. Resulta difícil escapar a la conclusión de que esto fue precisamente lo que ocurrió en la Avenida Pennsylvania al 1600 el Día de Conmemoración del Holocausto.

* Historiadora estadounidense y autora ‘La negación del Holocausto’ y “Más allá de la creencia. La Prensa Americana y el advenimiento del Holocausto”, entre otros libros.. Profesora de Judaísmo Moderno y de Estudios del Holocausto en la Universidad de Emory.
Fuente: The Atlantic
Traducido del inglés por Maia Czarny