Efraím Haleví

Ex jefe de espías llama a los israelíes a rebelarse

En una entrevista que cubre diversos tópicos, Efraím Haleví, ex jefe del Mosad, ofrece un panorama preocupante sobre las capacidades de liderazgo del primer ministro Netanyahu y de su turbia relación con Putin, así como sobre el futuro del Estado judío. Pero se niega a ser pesimista.
Por Dalia Kapel, Haaretz

En el escritorio de Efraím Haleví, exdirector del Mosad, en su casa de Tel Aviv, se encuentra una copia de la traducción al árabe de su autobiografía, El hombre en las sombras. El subtítulo, que ocupa un lugar destacado de la tapa, reza: Conoce a tu enemigo. Haleví se siente halagado con este cumplido al revés.
A los 81 años, el hombre que fue el espectro más importante de Israel es un torbellino de actividad. Después de una carrera que duró décadas en el Mosad -la agencia de inteligencia extranjera de Israel-, donde ocupó una amplia variedad de cargos, entre ellos un período de cuatro años y medio como jefe, Haleví sigue empezando el día a las 04:30. Entre otras funciones, se desempeña como jefe del Centro de Historia Judía «Zalman Shazar”, ofrece conferencias, escribe artículos, participa en conferencias, da entrevistas sobre temas como Irán e Israel, y el conflicto israelí-palestino. Asimismo, es presidente de Shorashim –Raíces-, organización que asiste a judíos de la ex Unión Soviética para que puedan establecer sus credenciales como judíos a fin de presentarlas ante el rabinato de Israel.

Han pasado 55 años desde que David Kimche, el vicejefe del Mosad en aquellos tiempos, trajo al joven Haleví, de 27 años y nacido en Londres, quien contaba con un título en Derecho de la Universidad de Jerusalén, pero que en aquel entonces editaba una revista mensual para los funcionarios de las Fuerzas de Defensa de Israel, para que trabajara en el departamento de investigación del Mosad, que necesitaba gente cuya lengua materna fuera el inglés. Empezó su carrera en Tevel, la unidad de enlace de la agencia, que mantiene vínculos con servicios de inteligencia extranjeros. Este era un período en que Israel tenía lazos con países como Etiopía, Sudán, Irán y otros. En 1971 fue enviado a Washington como representante de Tevel y desarrolló contactos con la administración y oficinas de inteligencia estadounidenses. Se cimentó una sólida amistad entre Haleví y el entonces embajador de Israel ante los Estados Unidos, Yitzhak Rabin.
En 1994, el primer ministro Rabin llevó a Haleví, para ese entonces vicedirector del Mosad, a la ceremonia que marcaba la firma de la declaración jordano-israelí de los principios que precedían a la firma de un acuerdo formal de paz entre ambos países. Haleví describe su relación con el Rey Hussein en su autobiografía (publicada en inglés en 2008). La llegada que tenía a la cúpula jordana le ayudó a resolver la crisis con Amán tras el intento fallido del Mosad de acabar con la vida de Khaled Meshal, líder del Hamas, en suelo jordano, en septiembre de 1997. Al año siguiente, Haleví, que por entonces ya tenía 63 años, fue designado noveno director de la agencia de espionaje por el primer ministro Benjamín Netanyahu.

Erguido y de pies ligeros a pesar de su edad, Haleví es cordial y afable, un caballero y un intelectual. Seguramente tiene la presión baja, dada la ecuanimidad que despliega cuando conversamos sobre su postura sobre temas tirantes, por no decir controversiales.

¿Qué es lo que le molesta en estos días?
Estamos viviendo la crisis más grande desde que nació el Estado. No recuerdo ningún otro período en que estuviéramos tan desposeídos de un liderazgo significativo. Cuando le echo un vistazo al panorama político de Israel, digamos, las 15 (altos) dirigentes, algunos en el gobierno y otros en la oposición, no observo una reserva de individuos que sostienen al Estado. La forma en la que surgen partidos en torno a una persona que lo decide todo es preocupante. El primer ministro Netanyahu, quien ejerce la mayor parte del poder, no controla su partido en la forma en que Yair Lapid o Naftali Bennett o Moshé Kahlon controlan los suyos. Los miro y trato de formarme una idea de su valor, pero me es imposible. Y me resulta difícil comprender un sistema en que, una y otra vez, se debe contratar a un exjefe de personal como salvador.

En 2009 usted manifestó su apoyo a las negociaciones con Hamás y, en 2012, se pronunció a favor de las negociaciones con Irán y también estuvo a favor del acuerdo alcanzado entre las potencias e Irán sobre la cuestión nuclear. ¿Qué es lo más conveniente para Israel en esta situación? ¿Con quién debería hablar Israel? ¿Con quién empezaría?
Israel no puede elegir. En el pasado, se hicieron intentos de intervenir en la situación palestina y de asignar líderes porque los altos mandos de la Autoridad Palestina dependen de Israel, que tiene la capacidad de imponer y degradar personas, en términos de prestigio, de economía y seguridad, etc. Sin embargo, fracasaron los intentos hechos en el pasado para determinar el socio para las conversaciones. Algunos sostienen que Mohammed Dahlan (exlíder de la Fatah) es el socio y que nosotros podemos crear las condiciones y que él es alguien con quien es posible hablar. A mi entender, necesitamos conversar con personas a quienes no conocemos en forma acabada por sus funciones de seguridad.

Explíquese, por favor.
Un israelí que trabajó como jefe del Shin Bet (servicio de seguridad) y que tiene frondosos prontuarios en el escritorio de algún líder político o militar palestino juzgado y sentenciado a prisión en una cárcel israelí, no será capaz de hablar con ese palestino desde una posición de igualdad. Los palestinos apropiados para hablar con Israel son aquellos que no estuvieron involucrados en combates y en actividad terrorista, y a quienes los israelíes no hayan visto en ropa interior (en las salas de interrogación). Tampoco resulta conveniente para el candidato palestino con quien conversar que este se haya sentado frente a representantes del Shin Bet que se ocuparon de él las 24 horas del día.

Si el punto de partida de Netanyahu es que, bajo ninguna circunstancia, la otra parte debe declarar la victoria, estamos en problemas.
Si Barghouti, el líder palestino que fue sentenciado a cinco cadenas perpetuas consecutivas y a otros 40 años por planear actividades terroristas, es la persona elegida por los palestinos, tenemos que hablar con él. Si Israel impone las condiciones para la designación del palestino elegido como líder, esto no va a funcionar. Nelson Mandela, estadista, expresidente de Sudáfrica y premio Nobel, también fue terrorista, y las negociaciones se mantuvieron con él mientras estaba en prisión. Los vínculos con él empezaron a cultivarse años antes de que el líder encarcelado fuera expuesto al público. Hace unos meses, me encontré con alguien que estuvo involucrado en conversaciones secretísimas que tuvieron lugar en Inglaterra en la década de 1980 con los representantes de Mandela y que no se terminaron de revelar hasta el día de hoy. Si se desea llegar a un acuerdo, a alguna forma de coexistencia, las únicas personas con las que hablar son aquellas que empuñan las riendas del otro lado.

¿Por ejemplo, los líderes del Hamas, como Ismail Haniyeh?
Tenemos que hablar con él y también con el jefe del buró político del Hamas, Khaled Meshal, y con su adjunto, el doctor Moussa Abu Marzuk. Las cosas se complican más cuando se trata de Hassan Nasrallah (líder de Hezbollah). Nasrallah es también Irán, pero si el gobierno de Israel piensa que debe llegar a un acuerdo con el Líbano, y Hezbollah forma parte del gobierno libanés, también necesitamos hablar con él. De lo contrario, nos veremos involucrados en otra guerra.

Después del discurso que Barack Obama dirigió a la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el que dijo que Israel no puede ocupar y colonizar los territorios para siempre, Netanyahu cargó otra vez con el mantra: «El mundo debe apoyarnos en nuestra lucha contra el terrorismo». A su entender, el uso de esta retórica, cuyo objetivo es el de dejar en claro que el Hamas es una organización terrorista despiadada y que la paz solo vendrá cuando los palestinos se enfrenten a los extremistas, ¿tiene por objetivo santificar el status quo?
Carezco de las herramientas que se precisan para llevar a cabo un verdadero análisis psicológico del hablante a fin de establecer si sus conclusiones sirven como excusa. Si el punto de partida de Netanyahu es que, bajo ninguna circunstancia, debe darse una situación en la que la otra parte pueda decir que ha salido victoriosa, entonces tenemos un problema. Cuando la operación Margen Protector llegó a su fin, en agosto de 2014, Netanyahu calificó la operación de «un gran logro militar y político… Hamas pedía mucho». Y fue más específico: Pidieron un puerto, un aeropuerto, la liberación de todos los prisioneros que habían sido elegido en el acuerdo por Shalit, la mediación de Turquía y Qatar, y más. Y declaró orgullosamente: «El logro de la operación Margen Protector es que no recibieron nada». ¿Acaso es un logro para Israel que no recibieron nada?

De acuerdo con Netanyahu, la cuestión de los territorios es una estratagema hecha por aquellos que se oponen a la expansión de los asentamientos. También empleó la frase «limpieza étnica». ¿Qué reacción le merece este dicho?
Después de la Guerra de los Seis Días, tuvo lugar una reunión entre el alto comando y el por entonces ministro de defensa Moshé Dayán. Uno de los funcionarios preguntó: «¿Cuáles son las premisas en lo que toca a los territorios y cuál es nuestra función?». «Su función —dijo Dayán— consiste en verificar que mantengamos una vida ordenada y, en lo posible, cómoda para los residentes locales y en asegurarse de que no surja un problema de seguridad». «Mantengan los territorios de forma que el gobierno de Israel tenga libertad de acción para decidir sobre la cuestión política». Esto se cumplió rigurosamente hasta la década de 1990.

Ninguna política se encuentra en desarrollo en torno a la cuestión palestina, excepto la decisión de aferrarse a los territorios y asegurarse de que las cosas no se salgan de control.
Después del fracaso de las conversaciones entre Ehud Barak y los palestinos, y dos años después de que estalló la Segunda Intifada en 2000, Israel volvió a ocupar los Territorios en la operación Escudo Defensor, con excepción del área A, donde los palestinos retenían el control de la seguridad. En 2002 el primer ministro Ariel Sharón afirmó que lo que tiene validez para el asentamiento Netzarim en la Franja de Gaza también tiene validez para Tel Aviv. «¡Qué equivocado que está!», pensé en aquel entonces. Avi Dicther, el entonces director del Shin Bet, afirmo en la Conferencia de Herzliya que no somos capaces de brindar a los ciudadanos de Israel el paquete de seguridad al que tienen derecho. No tenemos esa habilidad.

¿No es esa acaso la gran contradicción del lineamiento de Dayán?
Los militares ya eran capaces de mantener una situación en la que el estamento político pudiera actuar libremente. El resultado fue la desconexión de Gaza, prueba contundente de que la concepción de Dayán no era sostenible. Y ahora estamos muy cerca de que eso pase otra vez.

¿Qué es lo que va a volver a pasar?
No se desarrolla ninguna política en torno a la cuestión palestina fuera de la decisión de aferrarse a los territorios y asegurarse de que las cosas no se vuelvan inmanejables; que no haya incidentes ni cuchillos; que la tranquilidad prevalezca y que el mundo no hable de eso. Algunos políticos creen que Israel puede gobernar todos los territorios. Ora si se expulsa a los palestinos, ora si estos se evaporan. Hay una cosa que está clara: Israel carece de un plan integral. Tal vez Bennett (líder de Habayit Hayehudi) tenga uno. Netanyahu pretende un Gran Israel, pero no es capaz de preservar los territorios. Cuando hay una explosión de ira y cuchillos, como hace unas semanas, reacciona como alguien a quien le bajan los pantalones. No sabe qué hacer. Nuestra capacidad de mantener la situación, desde el punto de vista de la seguridad, se ve erosionada. El episodio de Elor Azaria [el soldado que mató a un palestino discapacitado en Hebrón, en marzo] constituye otro eslabón en la cadena de eslabones aleatorios e insolubles. No se trata de una situación en la que uno diga: «Porque tengo poder, voy a fijar una política y la voy a implementar». No se implementa ninguna política. No se hace nada. Todo se reduce a mantenimiento. Mantenimiento no es política.

¿Cuáles son sus impresiones acerca del juicio a Elor Azaria?
Este asunto no es más que el comienzo. Más allá del veredicto, la controversia sobre el incidente no se va a esfumar. Si la corte encuentra culpable a Azaria, muchos se van a unir a una suerte de rebelión en las colinas. ¿Y qué va a decir [Avigdor] Lieberman después de que se identificó con Azaria antes de que lo designaran Ministro de Defensa, y después de que agregara, hace dos semanas: «Vamos a apoyar al soldado, incluso si cometió un error… Tenemos la obligación de apoyarlo y brindarle toda la ayuda necesaria». ¿Y qué va a decir Netanyahu, después de que primero sostuvo que Azaria no representa los valores de las FDI y luego habló con su padre por teléfono? Así es cómo se ven las cosas cuando no hay una política. En el caso de Azaria, se cometió un error, tanto por parte del Comandante en Jefe como por parte del Ministro de Defensa, quienes corrieron a hacer declaraciones públicas en vez de dejar en claro, antes que nada, que era necesario un proceso judicial y que es nuestro deber que este se desarrolle porque no queremos contaminar el proceso. Desde el momento en que se cometió el error, este no se pudo corregir. No sé cómo va a fallar la corte militar. Sea cual sea el resultado, va a ser muy malo. Si Azaria es absuelto, [el comandante en jefe Gadi] Eisenkot va a tener que renunciar. Conozco muy bien a Eisenkot. Es el último muro de contención antes de que el ejército se empiece a mover en la dirección de Lieberman.

Ficción legal
Preocupado por asuntos tales como la conversión al judaísmo, el matrimonio, el entierro,el funcionamiento de los trenes y de los otros medios de transporte -así como los cafés y los restaurantes los Shabat-, el sentido de la obligación impulsó a Haleví a ofrecer sus servicios a Shorashim, una organización involucrada en la cuestión de «quién es judío», la cual fue establecida por Tzohar, un grupo rabínico ortodoxo moderno. Shorashim asiste a los israelíes que emigraron de la ex Unión Soviética, a que establezcan sus credenciales judías.
El Estado de Israel les dice a los olim: «Vengan a Israel. Los reconocemos como judíos. Esta es la razón por la que sancionamos la Ley del Retorno.». Sin embargo, cuando llegan a Israel, se les dice: «Lo siento. Hubo un error. Ustedes no son judíos.». ¿Quieren enrolarse en ejército, luchar y, Dios no lo permita, morir por su país? Deberían saber que los van a enterrar por fuera de los muros. «Es insoportable», dice Haleví. “Hay decenas de jóvenes que ni siquiera saben que no se los considera judíos. Vinieron aquí sin haberse tenido que convertir al judaísmo. Solamente cuando se enamoran. Y van al registro del Rabinato Central, se les pide que demuestren que son judíos. Hay cientos, si no miles, de tragedias personales de este tipo. Creo que este asunto constituye una verdadera mancha para el gobierno israelí. No para el Rabinato. No espero nada del Rabinato oficial. Es un asunto nacional en términos de gobierno. Si seguimos con este proceso, los judíos se van a convertir en una minoría en su propia tierra. Será el final de Israel como el Estado del pueblo judío porque no podemos decir que este es el Estado del pueblo judío si este tiene judíos de primera y de segunda categoría».

¿Es este el Estado de los judíos o un Estado judío? Me parece que tenemos dos conceptos aquí que la gente confunde, ¿no?
No somos un Estado judío, si bien hablamos de ser «judíos y democráticos». Somos el Estado del pueblo judío, pero la pregunta es, ¿qué es el Estado judío? Si el judaísmo se determina de acuerdo con la observancia religiosa personal o con estándares de la ultraortodoxia, y la gente que toma decisiones son las autoridades porque el estatus personal es muy importante aquí, estamos acabados. Imagínese que el Hamas disuelve sus unidades militares y depone sus armas. ¿Qué incentivo vamos a tener para negociar con ellos si ya no constituyen una amenaza para nosotros?

¿Es pesimista?
De hecho, soy optimista. Espero que la gente se rebele. Ya hay signos de esto. La intervención de la oficina de Netanyahu en la cuestión de que los ferrocarriles israelíes que trabajen el Shabat por presión de los partidos religiosos y ortodoxos es parte del proceso. El problema está compuesto por dos partes: el problema en sí mismo y la percepción de éste. A fin de cuentas, ya pasaron años en los que el ferrocarril empleó a miles de personas para que trabajaran los Shabat. De ahí surge el interrogante halájico: Si como resultado de que los partidos ortodoxos impiden que la infraestructura del ferrocarril funcione en Shabat, el Ministerio de Defensa empleó a más de cien personas para que organizaran medios alternativos de transporte, ¿acaso eso no constituye una profanación del Shabat? ¿Se trató una dispensa o se lo consideró una cuestión de pikuaj nefesh (acto para salvar una vida). Durante años, los ortodoxos supieron de este acuerdo y convivieron con él. Hay algo que se conoce como «ficción legal»: una ficción cuyo objetivo consiste en expresar cosas sobre las cuales se sabe que no son objetivamente verdaderas.

Usted empezó a trabajar con Yitzhak Rabin cuando él era embajador en Washington y usted era el representante del Mosad allá. Cuando Rabin fue primer ministro, usted fue asesor especial. Rabin dijo que usted fue quien forjó los vínculos secretos entre el rey Hussein y entre la Casa Real de Jordania, que llevaron al tratado de paz. ¿Cómo cree que las cosas se habrían desarrollado si Rabin no hubiera sido asesinado?
El libro Killing a King, de Dan Ephron, que era corresponsal del Newsweek en Israel e hizo un profundo trabajo de investigación, no fue traducido al hebreo. No hay demanda para el libro en Israel. Los ciudadanos de Israel no quieren enterarse. No tengo dudas de que la autoridad halájica legitimó a Yigal Amir, el asesino de Rabin. Me preocupa más allá de eso. No sé cómo, por su cuenta, logró asesinar al Primer Ministro. No quiero estar aquí cuando Amir salga de la cárcel. Y va a salir de la cárcel de una forma u otra, aun si pesa sobre él una cadena perpetua.

En su último discurso ante la ONU, Netanyahu invitó a Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, a que visitara la Knesset. ¿Piensa que existe la posibilidad de que eso suceda, de que hable ante la Knesset, tal como hizo el presidente egipcio Sadat en su momento, y de que Netanyahu lo visite a Abbas en Ramallah?
Cuando la mayoría abrumadora de los palestinos comprende que se perdió la posibilidad de obtener un Estado para ellos y que las negociaciones con Israel no son más que una cortina de humo, las conversaciones no tienen sentido porque no existe la posibilidad de que salga algo de ellas. Solo les queda un camino: el camino de Hamas. La situación de Hamas hoy en día no es sólida, aunque esto no se deba a los 1500 ataques efectuados por la Fuerza Aérea israelí. El Hamas se vio debilitado por los golpes que le propino Egipto por sus propias razones. Las relaciones con Irán están congeladas. Su base en Damasco fue eliminada. Sin embargo, Hamas sobrevive e Israel va a pasar momentos difíciles a la hora de lidiar con la próxima revuelta palestina sin llegar a un acuerdo con Hamás, lo que va a requerir que el liderazgo israelí esté dispuesto a hacer concesiones que no está dispuesto a hacer hasta la fecha.

¿Qué opinión le merece la idea de un Estado binacional? Esa es la idea de los representantes de la derecha.
Esa idea es una farsa. A fin de cuentas, no habrá un Estado binacional de acuerdo con la definición correcta de este término. Israel no les ofrece a los palestinos el derecho a votar ni otras formas de igualdad. No tardará en haber un largo período de caos aquí. Israel va a pasar a la acción y va a destruir a la Autoridad Palestina y va a asumir la responsabilidad por el pan y el agua de los palestinos. El liderazgo israelí va a buscar el apoyo de la comunidad internacional, pero no se lo concederán porque ya tienen suficientes problemas con la crisis de los emigrantes y los solicitantes de asilo en Europa. En el Mosad se emplea el término Yeltzam, acrónimo en hebreo de «yesh li tzarot misheli», que quiere decir, «tengo mis propios problemas», y esa también va a ser la reacción del mundo: Yeltzam. Eso ya empezó, en los márgenes.

¿Qué opinión le merecen las declaraciones de Avigdor Lieberman desde que pasó a ser Ministro de Defensa? Por ejemplo, su fórmula de «rehabilitación a cambio de desmilitarización» para la Franja de Gaza.
La rehabilitación significa que Hamas obtendría un puerto o un aeropuerto y todo tipo de cosas civiles. Es una fórmula fantástica. Imagínese que Hamas disuelve sus unidades militares y depone las armas. ¿Qué va a hacer Israel si no los mata? ¿Qué incentivo vamos a tener para negociar con ellos si ya no constituyen una amenaza para nosotros? ¿Acaso la desmilitarización, hasta cierto nivel de armas, implica que no va a haber ni una pistola en la Franja de Gaza? No existe tal cosa como una sociedad que se encuentra en estado de combate contra otro país y que acepta la desmilitarización a cambio de algo que resulta insostenible. El ejército en Irlanda depuso las armas a cambio de independencia. Los irlandeses recibieron una gran medida de autogobierno en el norte.

Usted pasó algo de tiempo en compañía del primer ministro Netanyahu, quien lo designó director del Mosad. ¿Podría hacer un análisis de él que nos ilumine en cuanto a la complejidad de su carácter?
Netanyahu es una persona muy inteligente. En tan solo unos pocos minutos, es capaz de integrar todos los considerandos que tienen que ver con un tema determinado desde todos los aspectos: política doméstica, política exterior y diversas implicaciones. Tiene la capacidad de sintetizar todos los elementos y de tomar decisiones muy rápido. A veces eso es extraordinario. A veces va demasiado rápido, y tienen que decirle: «Disculpe, pero rápido es imposible.». Cuando me designaron director del Mosad, Arik Sharón, que en aquel entonces era canciller, me invitó a mantener una conversación y me dijo, con el cinismo que lo caracterizaba: «Si el primer ministro Netanyahu lo sorprende con una sugerencia, nunca la acepte. Dígale que lo tiene que pensar. Si para la otra reunión, ya se olvidó, usted también. Si le menciona la sugerencia durante ese segundo encuentro, dígale que lo va a evaluar.».

Netanyahu vive de tiempo prestado. Él no lo siente así, pero todo lo que pasa a su alrededor lo atestigua.
Netanyahu es rápido a la hora de dar respuestas y soluciones, y todo tiene que ser muy dramático. Es una persona a la que le encanta crear drama. Eso tiene algunas ventajas. Por ejemplo, después del error que se cometió con el asesinato de Khaled Meshal en 1997, Netanyahu dio inmediatamente una orden clara de salvarle la vida. Eso da fe del alto nivel de comprensión de las consecuencias que podrían derivarse de un evento de ese tipo. Pero no siempre funciona. Por ejemplo, en el último caso del trabajo en las líneas férreas, su decisión, tomada minutos antes de la llegada del Shabat, de ordenar que se detenga todo el trabajo por 72 horas, demostró que él pensaba que podía congelar una situación por tres días, controlar todo lo que pasaba y después encaminar las cosas. Ese es un error que provino de la vertiginosa rapidez con que llega a conclusiones.

Cuando Netanyahu habla en la ONU o con representantes de los medios, revela el lado que muestra que es seguro de sí mismo, brillante y cálido. Pero en otras ocasiones, sale al instante el lado de la víctima, en que los israelíes son presentados como víctimas del Holocausto, el programa nuclear iraní y el terror islámico. ¿Por qué insiste con eso?
La intimidación es para él un arma política. Pero Netanyahu no es mago y no es el Hombre de Acero. Algo malo le pasó. Durante años, se dejó convencer por el público de que es la única persona capaz de liderar el país. Tal vez logró su cometido, pero sus cálculos son erróneos. Su cálculo era que Mitt Romney iba a ganar las primarias y lo recibió en Israel junto con Sheldon Adelson, pero se equivocó. Les dice a todos los que lo visitan desde los Estados Unidos: «No me hablen de los Estados Unidos. Conozco a los Estados Unidos mejor que ustedes.». Pero no es así. Se equivocó al puentear la administración e ir al Congreso (con el asunto de Irán]). Pensó que le iba a ir bien, y no fue así, pero nadie le llamó la atención, porque no hay otra alternativa aparte de él. ¿Cuáles son las opciones? ¿El presentador de las noticias por Canal 2? No es profundo. Es agua superficial el buen muchacho del hogar sionista que todavía no llegó al nivel de liderazgo.

¿No sería más apropiado afirmar que usted tiene una alta estima por Netanyahu, pero que, a la vez, no le tiene mucho respeto?
Netanyahu vive de tiempo prestado. Él no lo siente así, pero todo lo que pasa a su alrededor lo atestigua. Estaba en los Estados Unidos y fue entrevistado por Al Jazeera el día en que anunció la designación de Lieberman como ministro de defensa. Cuándo le preguntaron por esa designación, respondió: «Soy el que toma las decisiones importantes, por lo que no hay motivos para estar preocupados.». ¿Qué estaba diciendo? En primer lugar, que el hombre que había designado no es bueno a la hora de tomar decisiones. En segundo lugar, Netanyahu anunció que él toma las decisiones importantes. ¿Acaso puede manejar las instituciones de defensa a espaldas de Lieberman? No. Cuando Lieberman se pronunció en contra de Obama y comparó el acuerdo con Irán con el Acuerdo de Múnich, Netanyahu dejó que se las apañara solo, y Lieberman se retractó y dijo que era de esta forma y no de la otra. A propósito, el Acuerdo de Múnich no es el acuerdo esencial. El Pacto Molotov-Ribbentrop es el importante y constaba de dos partes: una parte pública, que consistía en un pacto de no agresión entre Rusia y Alemania, y un pacto secreto por el cual ambos países se dividían todos los territorios conquistados por ellos. Y a los pocos días, cuando el ejército alemán invadió Polonia, el ejército ruso ingresó en Polonia por el este y juntos vencieron a los polacos e hicieron un desfile militar en conjunto. Polonia dejó de existir como entidad independiente. Tres países independientes —Lituania, Letonia y Estonia— pasaron a formar parte de la Unión Soviética. Uno de los resultados del acuerdo fue que los rusos iban a suministrar al ejército alemán con el combustible que le permitió invadir toda Europa occidental hasta el Canal de la Mancha. Después los alemanes se volvieron en contra de los rusos, y durante los dos últimos tercios de la Segunda Guerra Mundial, los rusos fueron parte de la coalición en contra de los primeros. Hace dos años, se dio un cambio en la narrativa, en lo que refiere al Pacto Ribbentrop-Molotov: a los ojos de [el presidente ruso Vladimir] Putin, hoy en día, el pacto era bueno porque atendía los intereses estratégicos de Rusia.

¿Qué conclusiones puede sacar Netanyahu de sus encuentros con Putin?
En aquel entonces se sostenía que una serie de ataques con armas químicas tuvo lugar en la guerra civil de Siria y que el gobierno sirio era responsable de esto. Hace tres años, Putin publicó un artículo en el New York Times en el que sostenía que el régimen sirio no tenía armas químicas, que esas armas estaban en manos de los rebeldes que luchaban en contra del [presidente Bashar] Assad y que no descartaba de que en un futuro cercano emplearan esas armas en contra de Israel. Tres días más tarde, cuando los estadounidenses comenzaron con los preparativos para un posible ataque contra los depósitos de armas químicas, y Obama envió una fuerza naval al Mediterráneo, Putin le sugirió a Washington una operación en conjunto para quitarle las armas químicas al régimen sirio, tan solo tres días después de afirmar que este no tenía armas químicas.

¿Por qué esto es importante?
Putin es un maestro en el uso y la diseminación de información y en el arte de despertar sospechas y temores, o con el objetivo de amenazar a los ucranianos y lanzar una guerra. Es parte de su caja de herramientas. Uno afirma algo que no es correcto y, en ese mismo instante, logra su objetivo. Es un medio para gobernar. El Primer Ministro dijo: «La regla de la derecha reside en el peligro.» Los árabes van de a montones a votar. Las ONG de izquierda los llevan en autobuses… ¿Acaso Putin es el modelo de Netanyahu? Nada tiene más éxito que el éxito. Lo mencioné ya que, a fin de ganar una elección, es bueno sembrar el terror, porque después uno puede decir: «Lo siento. Me interpretaron mal. Invito a los líderes del colectivo árabe a trabajar conmigo, etc.». En cierto sentido, Putin es el modelo de Netanyahu. Después de que se alcanzó un acuerdo entre Irán y las potencias sobre el proyecto nuclear iraní, Netanyahu reiteró que se trataba de un error histórico para todo el mundo. A fin de cuentas, Netanyahu se pronunció en contra del acuerdo en el Congreso de los Estados Unidos, y Obama obtuvo la mayoría para alcanzar el acuerdo. Después, Netanyahu habló en contra de levantar el embargo y sobre el temor de que los iraníes recibieran miles de millones de dólares y armas… Y Obama iba a tener la culpa de todo eso. Pero tenemos que preguntarnos: ¿De dónde vienen las armas de Irán? Los rusos, que son firmantes del acuerdo nuclear, les venden las armas, pero Netanyahu no dice una palabra de eso, y me consta que hay una directiva para que no se toque el tema. Ningún periodista y ningún político le preguntó a Netanyahu si, en sus cuatro encuentros con Putin este año, sacó el tema de por qué Putin suministra armas a Irán. Al fin y al cabo, la participación de Rusia en la guerra civil siria está acompañada por actividad en tierra por parte de la Guardia Revolucionaria de Irán. Tal vez Netanyahu está “activando” a Putin para que frene a los iraníes, y no sabemos de la existencia de ningún gran plan al final del cual se firme un acuerdo en el que Netanyahu, junto con Putin, neutralicen la amenaza iraní. Hace justo un año, se les dijo a los ciudadanos de Israel que enfrentaban una amenaza existencial, pero ahora es Rusia quien alimenta esa amenaza existencial porque los rusos le dan a Irán todas las armas, y nadie hace preguntas. Aquí tan solo se enojaron porque los estadounidenses no proporcionaron 45.000 millones de dólares en seguridad, sino tan solo 38.000 millones. Y el presente gobierno les dijo a los estadounidenses que Israel simplemente no iba a firmar ningún acuerdo. Entre el primer acto y el segundo acto del Bolshoi, ¿le susurrará Netanyahu a Putin «de ninguna manera»? Estoy hablando desde la perspectiva del ciudadano en Israel que no debería saber todos los secretos, o los acuerdos secretos Molotov-Ribbentrop. ¿Quién se va a conformar con algo desde lo cual se puede ganar cierta comprensión?

El Estado antes que la familia
En el estudio lleno de recuerdos, en el departamento de Haleví, que se encuentra al norte de Tel Aviv, es difícil perderse las fotografías enmarcadas de Yitzhak Rabin y el rey Hussein, con dedicatorias personales del exjefe del Mosad. También hay una condecoración de la CIA por su contribución con la promoción de las relaciones entre Israel y los Estados Unidos, y el premio Istiklal del gobierno jordano. Uno de los ojos queda atrapado por el póster que destaca 150 citas desde 1998, cuando Haleví fue designado director del Mosad, hasta su retiro a fines de 2002. Incluye una lista de operaciones hechas por una de las unidades del Mosad y una dedicatoria a Haleví: «El coraje para autorizar es más grande que el coraje de ejecutar. Por la fe, la confianza y el apoyo sin límites.». Haleví es hijo único de padres ortodoxos. Está emparentado con Isaiah Berlín, y la vasta biblioteca que heredó de su padre incluye algunos documentos familiares poco comunes. La familia emigró a Israel en 1948. A los 23 se casó con Hadassah Margalit, una mujer observante que había servido en las Fuerzas de Defensa de Israel y que fue su primera novia. «Me quedé sorprendido cuando le parecí interesante», señala Haleví. La pareja acaba de celebrar los 59 años de casados. Hace unos tres meses, Hadassah se lastimó mientras asistía a un evento organizado por el directorio de la Universidad Hebrea, y Haleví ralentizó el ritmo de trabajo y redujo la cantidad de viajes. «Como director del Mosad, a veces trabajaba las 24 horas del día», señala.
“No había forma de dormir por la noche, a veces de las preocupaciones. Había noches en que el teléfono nunca dejaba de sonar. Por la mañana me sentaba en la cama y no me acordaba de nada. Hadassah siempre sabía: llamó tal y tal, dijo esto y esto, y tú le contestaste aquello y aquello. Y se dio que, al final de cada conversación, ella me preguntaba quién era y qué quería, y yo le contestaba y me echaba a dormir. Ella era la que me mantuvo con vida en aquellas noches”.

¿Qué cosas lamenta? ¿Quién en la familia tuvo que pagar el precio de esa forma de vida?
Lamento no haber estado en el bat mitzva de mi hija. No recuerdo por qué, pero no pude ir. En noviembre de 1971, cuando era representante del Mosad en la embajada de Israel en Washington, vinieron mis padres a visitarme y cuando volvían a Israel, hicieron una parada en Londres, donde mi madre falleció. Viajé a Londres inmediatamente, hice todos los trámites para que llevaran el cuerpo a Israel, y el funeral se hizo al día siguiente durante una mañana tormentosa y lluviosa en Jerusalén. En el funeral, el entonces director del Mosad, Zvika Zamir, se me acercó y me dijo: «Oye, hay una cosa de la que te quiero hablar.». Le dije: “ahora no, que sea en mi casa en Jerusalén”. Vino y me dijo: «Tienes que viajar a los Estados Unidos hoy por la noche.». Le dije que mi padre estaba solo y que era hijo único y que estaba haciendo la shivá [observando el período de siete días de duelo]. «Hay una misión urgente, tienes que viajar a los Estados Unidos», dijo.

Yitzhak Rabin era el embajador, ¿qué era tan urgente?
«Era algo de una grandísima importancia estratégica que no deberías publicar». Le expliqué la situación a mi padre. «El Estado viene antes que lo demás», me dijo. Yo me fui, y él hizo la shivá solo. No quiero decir que estoy avergonzado de ello. En aquel entonces la cultura era que el Mosad se cargaba al mundo en sus espaldas. La misión, ante todo. Como dice el himno del Leji. La organización paramilitar previa al Estado de Israel, el Medio Oriente, incluyendo la defensa, la diplomacia, el conflicto árabe-israelí, el proceso de paz, la política israelí, los asuntos de Jerusalén, las relaciones internacionales, Irán, Irak, Siria, El Líbano, la Autoridad Palestina, la Margen Occidental y la Franja de Gaza, el mundo de los negocios de Israel y la vida judía en Israel y la Diáspora. «Solo la muerte nos libera de nuestro deber».

¿Fue a la sinagoga a rezar y a pedir perdón por lo de su madre?
No. A mi nieto más grande, de 16, le preguntaron si era religioso. Contestó: «Toda persona tiene un sistema de comunicaciones con Dios.». Mi contrato con Dios es de naturaleza tal que sostengo lo que me parece apropiado.

* Fuente: Diario Haaretz, publicado el 1° de octubre de 2016. Traducción de Yaacov Rubel.