Cada vez que se avecina esa fecha se me produce un conflicto íntimo. ¿Me animaré a decir algo, algo nuevo, algo que ya no se ha dicho y que valga la pena escuchar? Y la respuesta es la misma: no.
Ya se ha dicho, se ha escrito, se publicaron libros, novelas ciertas, inventadas, que han producido réditos, todas con el propósito de acercar alguna pista. Encomiables, con nombres y con auténticos conocimientos, y me sigo preguntando: ¿valió la pena? Todos siguen, mejor dicho, seguimos en la misma niebla…
Y me detengo para presentarme, soy Bernardo, el mozo de la DAIA, y que milagrosamente estoy vivo, con casi 90 cumplidos.
Aunque disminuido físicamente en mi silla de ruedas, internado desde hace un año en un beit avot (casa de ancianos) con mi vocación de servicio.
Cubierta mi alma y mi cerebro por heridas que no cierran y nostálgicos recuerdos. Sé que me queda poco rato para el adiós, que a todos nos llega. Se acabó la filosofía, los sueños y fantasías y se acaba la historia… y pienso: ¿cuánto tendrían que decir esas 86 víctimas inocentes? Conocí a muchos de ellos, algunas y algunos compañeros con los cuales compartí gratos momentos.
A sus padres, hermanos, hijos, toda gente de bien: una lágrima que se hace lagrimón.
Ellos no fueron a la guerra, no los atropelló un colectivo, murieron víctimas de la crueldad y el odio…
Hasta pronto compañeros, estoy junto a sus corazones.
A los familiares, amigos y todos aquí reunidos en este día de recordación: ¡GRACIAS!
Bernardo Rojman Z»L 18/3/1927-5/7/2016