Extremismo en el gobierno de Netanyahu

Había jueces en Jerusalén

A diferencia de los primeros líderes del Likud, los dirigentes de la actual alianza derechista desdeñan e incluso rechazan abiertamente a la autoridad del Poder Judicial del Estado de Israel en su avanzada colonizadora y antidemocrática.
Por Daniel Kupervaser

Menajem Begin fue un líder que soñaba con la Gran Israel. A los pocos días de su primer e histórico triunfo electoral en 1977 visitó Alon More, una de las primeras colonias judías erigidas en Cisjordania sobre tierras privadas palestinas que fueron confiscadas por el ejército israelí. En esa oportunidad declaró que en el futuro “veremos muchos otros Alon More”.
Sin que en esos tiempos surgiera una contradicción, en la visión política de este veterano caudillo del Likud y de la derecha israelí prevalecía un estricto respeto por un orden institucional basado en la división de poderes y la independencia absoluta de la justicia. En junio de 1979, la Corte Suprema de Justicia de Israel aceptó la demanda de restitución presentada por dueños de las tierras de Alon More y desestimó la posición israelí que argumentaba el derecho de confiscarlas para crear colonias civiles judías como otro componente de la seguridad. Por orden de Begin, la colonia israelí fue relocalizada a otra posición en pocos meses.
Pese al resentimiento que la decisión del alto tribunal causó en el ámbito de colonos judíos, pese a la imposición de una seria valla a sus futuros programas políticos, Begin no dudó en respaldar el poder judicial y su veredicto a la vez que declaraba: “Hay jueces en Jerusalén”.
En estos tiempos, 40 años más tarde, una coalición de composición partidaria muy similar, encabezada por Netanyahu, del mismo Likud, ha desatado una violenta embestida con el objetivo de arrasar todo ese orden social o institucional de carácter democrático que tanto valoraba Begin. En los últimos meses esta ofensiva destructiva puso en la mirilla al poder judicial, especialmente a la Corte Suprema de Justicia.
En pocas, aunque muy relevantes decisiones, el Tribunal Superior consideró al accionar del ejecutivo israelí como severo transgresor de normas democráticas básicas, dictaminando punto final o exigiendo modificaciones sustanciales a proyectos oficiales. En un país normal esta situación se consideraría gritos de alerta ante el pisoteo de derechos constitucionales, pero en Israel no hay Constitución que defienda derechos civiles esenciales.
En la versión de Begin, se respetaba la decisión judicial y se modificaban o suspendían planes gubernamentales. En la versión de la coalición presente, y fundamentalmente de las hordas populares que los comandan con sus representantes en el parlamento, los proyectos son inamovibles. Se debe cambiar a los jueces por otros a medida.
Justamente, Ayelet Shaked, Ministra de Justicia, expresó claramente su preferencia para el próximo año en la Corte Suprema de Justicia haya “jueces conservadores que no interfieran en las decisiones del gobierno”. En palabras de Nisan Slomiansky (religioso nacional – Casa Judía), Presidente de la Comisión de Leyes y Juzgados del Parlamento: “Ante problemas serios, los juzgados tienen que ser socios del gobierno”.
Pocos meses atrás Israel vivió circunstancias muy similares a las de Alon More de 1979. Los jueces del tribunal superior dieron orden de demoler una serie de edificios construidos ilegalmente sobre tierras privadas palestinas en la colonia judía Beit El. La respuesta “parlamentaria” puso de relieve el lenguaje preferido que hoy es de uso común en la única democracia de Medio Oriente: la fuerza.
Para el parlamentario Moti Yoguev (religioso nacional – Casa Judía), “la decisión de los jueces es charlatanería e injusticia. Nosotros, como poder legislativo nos preocuparemos en frenar el poder de jueces en el país. Hay que entrar con aplanadora a la Corte Suprema de Justicia”. El parlamentario Betzalel Smotrich, compañero de partido, exigió de Netanyahu rehusar a cumplir esa orden judicial aduciendo que “este veredicto es un clavo más en el ataúd de la Corte Suprema de Justicia”.
Recientemente, el alto tribunal dictaminó la ilegalidad de un acuerdo entre el gobierno y empresas energéticas extranjeras. Nada menos que la misma Ministra de Justicia comandó otro grosero ataque a la Justicia culpando a los jueces de “aprovecharse del poder sin ninguna responsabilidad”. El propio Netanyahu respaldó a su ministra cuando adjudicó a la decisión judicial el carácter de “asombrosa”, agregando que “no hay institución que este fuera de la crítica”. Como si desbaratar el escandaloso intento gubernamental de otorgar la categoría de cantón independiente de leyes israelíes a empresas extranjeras dedicadas a la extracción de gas en territorio del país no fuera un bochornoso acto de cesión de soberanía nacional.
Como consecuencia de un ataque a soldados israelíes apostados en la ciudad de Hebrón, uno de ellos es acusado de rematar con un disparo en la cabeza a un palestino reducido que agonizaba en el suelo. La acusación de asesinato, o causar la muerte, fue presentada por la fiscalía militar y cuenta con el apoyo de los oficiales directos del soldado, sus superiores de la región, el General Aizenkot, Jefe del Estado Mayor del Ejército de Israel, y Moshe Yaalon, Ministro de Defensa de Israel.
De forma espontánea, ministros, parlamentarios, intendentes de ciudades y masivas manifestaciones conducidas por hordas de conocidos extremistas pusieron en marcha una campaña popular destinada a liberar de culpa y cargo al soldado, condecorarlo como héroe nacional e instigar a la deslegitimación de funcionarios e instituciones que demandan su enjuiciamiento.
Por el momento, el Ministro de Defensa hace frente con mucha valentía a esos ataques. Recientemente declaró que: “Los líderes de las mafias no decidirán las órdenes de cuándo los soldados deben abrir fuego en el ejército, sino solamente lo hará el Jefe del Estado Mayor”. Probablemente Yaalon logre este objetivo, pero lo que es mucho más evidente es que desde ya puede ver como terminada su carrera política dentro del Likud. Esas mismas mafias se encargarán por darle una patada política en su trasero.
Tal vez, el conocido analista Ben Caspit logró describir con mayor precisión la problemática perspectiva política de Israel. “En opinión de muchos, ciertos parlamentarios que ingresaron al recinto en la última cadencia representan el prototipo del extremismo judío que florece y se propaga entre las colinas de Cisjordania. Él encarna la materialización de la profecía del filósofo judío Yeshayahu Leibowitz del año 1982, que prevenía del surgimiento de una nueva raza de “judíos-nazis”. El problema es que tiempo atrás esta gente se tenía que esconder y codificar sus opiniones en Israel. Hoy expresan sus ideas a viva voz y con orgullo, y son miembros del parlamento en Israel”.
Ayer había jueces en Jerusalén. Hoy los amenazan. Mañana, probablemente, habrá marionetas en Jerusalén.

Fuente daniel.kupervaser.com