Zvi Bekerman. Colegios de integración de árabes y judíos

‘Estas experiencias ayudan a los chicos a ver el conflicto desde una perspectiva más compleja’

Argentino e israelí, antropólogo y director del Centro Melton de la Universidad Hebrea de Jerusalén. De paso por Buenos Aires, Zvi Bekerman dictó una serie de seminarios sobre la educación en sociedades con conflictos étnicos y religiosos. En entrevista exclusiva, habló con Nueva Sión acerca de los alcances, los logros, las particularidades y las limitaciones de las iniciativas de educación conjunta entre judíos y palestinos. “Yo creo que podemos explicar esta experiencia más en función de un fundamento socioeconómico que étnico”, subrayó.
Por Laura Schenquer y Gustavo Efron

¿Qué grado de relevancia tiene en los programas y políticas educativas del actual gobierno el reconocimiento de la diversidad israelí con sectores laicos y pertenecientes a diferentes cultos?
Hay que recordar que Israel tiene un sistema de educación muy centralizado que está divido en cuatro secciones: la primera y segunda son las secciones de colegios estatales para judíos religiosos y no religiosos; luego, existe la sección de colegios árabes; y por último la de colegios independientes (o privados) que son los ultra-ortodoxos y los católicos. Israel financia toda la educación (los privados en un 50%), y cada uno puede trabajar con sus propios lenguajes, respetando una base curricular, pero aún así este sistema no representa el epítome del multiculturalismo. Al mirarlo detalladamente encontrás que, por ejemplo, la sección árabe recibe menos recursos que la sección judía religiosa, y que la sección judía religiosa recibe mayores recursos que la judía secular.

¿Esto implica solapadamente la construcción de un sistema educativo que segmenta segrega a parte de su población?
En el sistema judicial israelí no vas a encontrar que las personas estén obligadas a ir a cierto colegio, y por lo tanto en ningún lugar está escrito que los árabes no pueden ir a colegios judíos o viceversa. No hay un sistema de apartheid. Pero como existe una separación estructural demográfica, la mayoría de los árabes van a colegios árabes y la mayoría de los judíos van a colegios judíos. En la práctica, tenemos un sistema que básicamente se encuentra segregado. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que entre un 6 y 10 % de la población árabe estudia en colegios judíos (así como también hay judíos que estudian en colegios árabes o independientes no judíos). Según la investigación desarrolladas por el profesor Yossi Shavit de la Universidad de Tel Aviv, se trata de ciertas elites árabes-palestinas que mandan a sus hijos a colegios judíos porque éstos ofrecen una educación mejor que los colegios árabes. No porque los árabes no puedan dar buena educación, sino porque al recibir menos recursos terminan no pudiendo dar una educación de calidad. Entonces, pequeñas elites urbanas palestinas mandan a sus hijos a los colegios judíos.

¿Qué nos podés decir sobre los colegios integrales, que apuestan a educar conjuntamente a árabes-palestinos y judíos en una misma institución?
Esa es otra historia mucho más corta porque comenzó en el año 1983, y hoy en día existen aproximadamente seis colegios de este tipo en Israel que fueran creados especialmente para integrar árabes y judíos: la primera escuela, creada en ese año, es el producto del intento de vivir juntos, en una misma villa, en Neve Shalom (Manantial de Paz), ubicado a veinte minutos de Jerusalén. Ahí comienza este movimiento de colegios integrales, pero no crece hasta 1998, cuando dos socios, un americano judío y un árabe palestino israelí se unen con la idea de crear colegios integrales para la población en general, no que sirvan a una población específica de una villa. A pesar de que todos les decían que no iban a tener suerte, lograron abrir el primer colegio en un lugar en el norte de la Galilea que se llama Mizgav, y casi paralelamente se abre otro en Jerusalén. Estos dos primeros colegios se forman en el marco de lo que llamaron la Organización para la educación bilingüe árabe-judía. Luego, en Beersheva entre el 2004 y 2006, se crea otra escuela con el apoyo de la organización, Hagar, también un jardín de infantes, y finalmente el colegio integral en Kfar Qara, que es el más revolucionario porque es el primero en el que los chicos judíos asisten para estudiar a una aldea árabe-palestina.
¿Qué pasa en estos colegios? Su fundamento es crear un ambiente educacional basado en la tolerancia y en la comprensión de las diferencias de árabes-palestinos y judíos porque sostienen que el conocimiento ayuda a la integración. Una de las bases centrales de estos colegios es que los alumnos tienen que aprender a utilizar con fluidez la lengua del otro. Para ello son muy serios y generan un sistema con una doble estructura: en cada clase hay dos maestros, uno árabe-palestino y otro judío, así como también hay dos directores, uno árabe-palestino y otro judío. Pero el gobierno les otorga el mismo subsidio que a cualquier otro colegio y paga un maestro por 40 alumnos. Ello conlleva a que sean los padres los que deban costear el resto de los gastos. Todos sabemos que es cara la igualdad y que cuando los padres pagan, los colegios integran pero integran a gente que puede pagar.
Ahora, en verdad, hasta hoy en día nadie puede decir que se trata de colegios realmente bilingües. El idioma hegemónico es el hebreo: un chico judío no tienen ninguna necesidad de hablar árabe y un chico árabe va saber hebreo porque tiene necesidad. Esa asimetría está construida en la estructura de la sociedad, y el colegio no la puede cambiar.

Bueno, pero justamente ahí es cuando la política educativa puede intervenir para intentar balancear el empleo de los idiomas y ofrecer una situación más igualitaria para judíos y árabes…
La cuestión es quién quiere balancear el empleo de ambos idiomas. A los papás árabes no les interesa. Mandan a sus hijos a esos colegios para que aprendan hebreo y no tengan los problemas que ellos tuvieron cuando fueron a la universidad… en cualquier caso el árabe es su idioma nativo: “Yo me ocupo del árabe, no te preocupes”, es el pensamiento que subyace entre los padres árabes aunque no puedan decirlo explícitamente. Por otro lado, la mayoría de los alumnos judíos no aprenden árabe; bah, pasivamente aprenden bastante pero no se vuelve una alternativa bilingüe de ninguna manera.  Como dice Bourdieu tan claramente “si no hay un mercado, no hay una competencia” y el mercado para el árabe en Israel es tan limitado que es difícil volverlo una competencia. Teóricamente la integración educativa de árabes y de judíos ayuda a la comprensión. Pero en la práctica genera grandes preguntas.
Si miras a los egresados de estos colegios y te fijas en qué idioma eligen rendir los exámenes de bagrut que son requisito para entrar a la universidad, ves que muchos árabes eligen rendirlos en hebreo y no en árabe como podrían hacerlo. Estos chicos vienen de familias “buenas”, quieren ser profesores, médicos, entonces tienen que aprender hebreo.

¿Son las mismas motivaciones las que llevan a padres árabes y judíos a mandar a sus hijos a estos colegios?
Según lo que yo estudié, la retórica de los papás judíos es primero de reconocimiento y de paz y segundo de buena educación; en cambio la de los papás árabes es al revés, porque los colegios árabes no les ofrecen las mismas posibilidades. Pero en el fondo yo creo que para ambos pesa la calidad educativa: si el colegio no fuera realmente bueno, no los mandarían, porque todos son clase media alta que quieren movilidad para los chicos. Y esto lo digo para no quitarle valor a estos colegios, y a su vez evitar romantizar el sistema. Yo creo que podemos explicar esta experiencia más en función de un fundamento socioeconómico que en base a motivaciones étnicas.
Ahora, hay chicos árabes que van a colegios judíos comunes, no integrados. Por lo general, estos alumnos están muy contentos, porque la calidad educativa es mejor y el tratamiento que reciben es muy bueno, ya que son colegios de clase alta, más liberales. ¿Qué les molesta? Que no les enseñan la historia palestina. Ojo, en los colegios árabes israelíes tampoco se estudia.
En cambio, en estos colegios integrados, a pesar de que todavía bajo la línea oficial del Gobierno no se puede enseñar, ellos encuentran maneras de representar de manera igualitaria por lo menos los eventos históricos principales del mundo palestino y del mundo judío. En ese aspecto, son pioneros. Pueden demostrar que se puede enseñar historia palestina sin que nadie se vuelva un terrorista. Y los chicos no tienen problemas, hablan bien de estos temas; los que están siempre tensos son los papás y los maestros. En ese sentido, estos colegios hacen un trabajo difícil y lo hacen bastante bien.

¿Cuál es, a tu juicio, el potencial transformador de estos colegios en la sociedad israelí a nivel integral?
Bueno, ese es un punto muy interesante. Yo creo que es una tontería pensar que la educación puede generar grandes transformaciones, todos sabemos que la educación moderna está pensada para otras cosas. Nosotros sabemos, a partir de estudios multiculturales, que muchos gobiernos occidentales prefieren reconocer el multiculturalismo y hacer una currícula en esa línea porque esa es la manera clásica de evitar que las minorías pidan reformas estructurales. En el caso israelí, que el sistema económico social sea cambiado radicalmente para que realmente los palestinos puedan tener las mismas opciones que tienen los judíos. Tenemos un 1,2% de profesores palestinos en las universidades cuando son el 20% de la población. ¿Esto es porque son genéticamente menos capaces? ¿O es porque hay un sistema que no les permite llegar? Entonces, poner sobre la educación la carga de tener que solucionar esto es ridículo, no puede hacerlo. No sólo en Israel, en todo el mundo. Ahora, aún teniendo en cuenta estas limitaciones, a mí me parecen muy valiosos estos colegios y los quiero mucho, he visto experiencias fascinantes.
¿Qué quieren los papás palestinos del colegio? Te dicen, por ejemplo, que su hijo tenga un poco de “Jutzpá”, es decir que no tengan vergüenza, que hablen a los mayores mirándolos a los ojos, que les contesten; que hablen con los judíos (que sí tienen “jutzpá”). Vos podés decir, eso es asimilación. Y yo digo no. La clase media palestina quiere occidentalismo, y eso en Israel se llama judaísmo.

¿Qué alcances y qué limitaciones observás en el desarrollo de estas experiencias, en función del contexto?
El gran problema de los colegios es mantener la simetría de población. Y en eso por lo general fracasan. Hay más palestinos que judíos, porque para ellos es la opción de progresar, de movilidad social; y esto se ve más aún de 6° grado a la secundaria. Ahí la gran mayoría de los judíos desaparece porque en esa instancia ya previa a la universidad, las opciones judías son muchas y muy buenas y en cambio los palestinos no tienen, entonces se quedan.
Una de las cosas que generaron interés en mis trabajos sobre estos temas es que yo estoy continuamente mostrando que las cuestiones de identidad étnica, religiosa o nacional son conocidas por los chicos, pero que no están atentos a ellas. No es que no sepan que son judíos o palestinos; simplemente no se vuelve un asunto. Ahora, a medida que crecen, van aprendiendo de los mayores, y éstos están preocupados permanentemente de que sus padres no piensen que pierden su propia identidad por venir a colegios de integración.
Yo hice una investigación con entrevistas a chicos de colegios monolingües (chicos árabes y judíos) y bilingües; y lo que apareció muy claro es que el reconocimiento de la complejidad del conflicto y las formas de hablarlo de los colegios bilingües era extremadamente superior, más interesante, más rica, más tolerante. Ahora, ¿Esto es transferible al futuro de la convivencia entre ambas sociedades? Yo no creo que esto vaya a pasar por la educación. Esto tendrá que ver con la continuación o el cambio del contexto en el que van a estar en el futuro. Cuando los chicos terminan el secundario, los judíos se van al Ejército, los palestinos no; y parte de las carreras universitarias las tienen cerradas hasta que los judíos salen del Ejército. Por dar un ejemplo.
Lo que sí podemos tener en cuenta son otros detalles y precisiones, que la investigación mundial reconoce y que se repite en estos colegios. ¿Hay amistades entre chicos judíos y palestinos? Sí, claro que hay. ¿Siempre y mucho? No. En los recreos hay más separación que en los momentos formales. Luego del colegio, ¿se visitan en sus casas? No estoy seguro. Esto se puede explicar porque hay demografías diferentes, porque las nenas palestinas no se comportan como sus pares judías, ya que hay límites a la perspectiva liberal de sus padres. Y no es necesariamente porque se odien. El problema que tenemos es que todo lo traducimos en odio o amor, y el mundo es mucho más complejo. Pero digamos que seguro hay muchísimo más contacto en estos colegios que en la sociedad general. Cuando los chicos de un lado hablan de los otros, lo hacen con una complejidad interesante: por ejemplo, dicen “sí, los judíos son malos pero no todos”; o “sí, los árabes son terroristas, pero no todos”. Ellos tienen amigos, conocen sus familias. La cuestión es si esta mirada menos estigmatizante sobre el otro es transferible a la totalidad de la población o si queda reducido al grupo que conocen. La investigación muestra que en general el cambio de estereotipo se reduce al grupo inmediato con el cual comparten sus vidas. Tampoco es para sorprenderse. Yo tengo amigos palestinos; no muchos, porque mis posibilidades reales de estar con ellos son menores, y no pienso en generalizar al que conozco como si fueran todos así. Y esto tampoco es malo.  Hay que mirar estos fenómenos desde la complejidad.