El Monte del Templo y el pozo de la guerra

Nitgutkait

Ante la ola de acuchillamientos en Jerusalém y otras ciudades israelies, se observa una amplia gama de reacciones, desde el lógico temor que los ataques terroristas producen en el común de la sociedad civil hasta un incremento en la rutina de hostilidad entre los sectores -árabes y judíos- enfrentados en el conflicto. El tenso clima, el enrarecido ambiente, puede cortarse con un cuchillo...
Por Moshé Rozén, desde Nir-Itzjak, Israel

Una respuesta típica de estos días la podemos encontrar en el matutino oficialista «Israel Haiom» (Israel Hoy): en la portada de su suplemento semanal del viernes 16 de octubre de 2015, sobre fondo rojo y fotos ilustrativas, se titula «El odio de ellos y nuestro heroísmo».
Pero esto de ellos y nosotros en una sociedad como la nuestra cuya característica elemental es la diversidad étnica es un asunto más que complicado: hace unos días, en la ciudad de Kiriat Ata, en un supermercado, un ciudadano (judío) decidió vengarse de los ataques y apuñalar a un enemigo (cualquier árabe): supuso que uno de los trabajadores era palestino y lo hirió, pera esta identificación resultó errada: la víctima era otro cidadano judío, cuya tez oscura y rasgos orientales le parecieron al atacante como signos de origen árabe. En la tarde del sábado 17 de octubre, el vehículo conducido por una mujer (árabe) fue apedreado por jóvenes palestinos que ostentaban banderas islamistas, convencidos que se trataba de una judía vestida a la usanza ortodoxa.
El generalizado malestar ante la «Intifada de los sicarios» no es el freudiano malestar cultural («Unbehegen in der Kultur»): es, más bién, lo que en idish se conoce como «Nitgutkait»: una difusa sensación de dolor que, en este caso, afecta al conjunto del cuerpo social israelí. Dolor por la indiscriminada ola de terror, estimulada por el islam fundamentalista, destinada a dañar basicamente a civiles. Dolor, por la campaña de mentira propagandística asociada a los atentados, como el discurso del presidente Abu Mazen-Abas que esgrimió la foto de un atacante herido como «inocente criatura asesinada».
Dolor, en definitiva, por la ceguera política de nuestros gobernantes: se sorprenden del «odio de ellos» tras décadas de sojuzgamiento y colonización en. los territorios ocupados en 1967. El islam integrista alimenta la hoguera con el combustible del fanatismo y la intolerancia, pero el fuego fue encendido por factores estructurales: en el caso de Jerusalén, por el mito de una «ciudad unificada» cuando el sector oriental, primordialmente árabe y musulmán, no goza de los servicios urbanos y sociales de los barrios occidentales.
Es verdad, como repite nuestro primer ministro, que Israel no desea alterar los acuerdos establecidos en relación a la Explanada de las Mezquitas, pero también es verdad que el ascenso de políticos de la derecha al Monte del Templo constituyó, como hace 15 años la «visita» de Sharon, un acto de provocación. De allí la «nitgutkait», octubre del 2015 como calco del 2000: entonces, como ahora, el camino del Monte al pozo de una guerra, al estilo de las cruzadas medievales, pasa –material y metafóricamente- por las estrechas calles de la Vía Dolorosa…