Crímenes de terroristas judíos

El extremismo interno

Ante la violencia desatada contra una familia palestina y en una marcha de orgullo gay, el autor de esta columna sostiene que estos actos lo único que hacen es destruir el pacto social necesario para la convivencia y dañan la imagen de un Israel que logre integrar una sociedad abierta a la diversidad.

Por Guido Feld

La última semana de julio ha sido de mucha tensión para el pueblo de Israel, una sucesión de crímenes de odio han sacudido al país. Primero un ataque de dos extremistas judíos contra dos casas en la localidad Cisjordana de Duma que acabó con el asesinato del bebé Ali Dawabsha y su padre, Saad Dawabsha. El hecho mencionado ocasionó quemaduras graves a su hermano y madre. El ataque fue perpetrado con bombas molotov y su objetivo era quemar viva a esa familia palestina.
En la misma semana, durante la marcha del orgullo gay en la ciudad de Jerusalén, una chica de 16 años, Shira Banki, fue apuñalada por un judío ultra ortodoxo que consideraba la homosexualidad una afrenta a la Torá y por lo tanto consideraba que su deber era atacar con un cuchillo los manifestantes. Este fanático ya había estado en prisión por un ataque similar ocurrido en 2005 y había sido liberado dos semanas antes del ataque le costó la vida a Shira Banki.
Como respuesta a esta situación, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha prometido que emprenderá una política de tolerancia cero contra cualquier tipo de crimen de odio y terrorismo judío.
Y es en este último término donde quiero detenerme, el terrorismo judío. Es duro de digerir y aceptar la realidad de la existencia del extremismo dentro del pueblo judío pero la historia nos ha dado muchos ejemplos: desde Baruch Goldstein cometiendo la masacre de Hebron en 1994, Yigal Amir, responsable del asesinato del primer ministro Itzak Rabin, porque se oponía a su política de un acuerdo de paz con los palestinos, y finalmente el grupo de extremistas judíos que el año pasado quemó vivo a un palestino en venganza por el asesinato de los tres estudiantes israelíes cuyo crimen desencadenó el último conflicto bélico en Gaza entre Israel y Hamas.
Ninguno de estos actos de extremismo judío son incidentes aislados, ya que cada uno de estos individuos fueron criados y adoctrinados en un contexto de intolerancia y violencia similar que desembocó finalmente en sus actos. No podemos mirar para otro lado mientras un sector de la sociedad israelí considera que el derecho a la tierra del pueblo judío se paga con la sangre de los palestinos. Considero que el pueblo judío no es eso, no somos intolerantes, no somos violentos no vamos a imponer por medio de la violencia nuestras creencias al resto de la sociedad. Sin embargo, hay sectores e individuos que no piensan lo mismo y con sus actos lo único que hacen es dañarnos a nosotros, destruir el pacto social necesario para la convivencia y dañar la imagen que en Israel queremos construir, una sociedad abierta a la diversidad y a la libertad de culto. El Estado debe hacer todo lo necesario para combatir el extremismo interno que existe entre aquellos que están dispuestos a usar la violencia en nombre de la religión o de la tierra, ya sea contra los palestinos o contra el resto de los judíos que no piensan o no son como ellos.
Hemos sido testigos de la barbarie, de la intolerancia y el extremismo en su máxima expresión y lo peor es que es parte de la sociedad israelí, el terrorismo judío y los actos de odio, que destruye vidas tanto palestinas como israelíes. Pero no podemos pensar que esto representa a la totalidad de Israel, para nada, representa a un sector intolerante, que está dispuesto a utilizar la violencia contra quienes no piensen o vean la vida como ellos, son quienes consideran que la tierra de Israel es sagrada y por tanto no puede ser sujeto de ningún tipo de negociación con los palestinos, están dispuestos a defender hasta la muerte los asentamientos y la única ley que obedecen no son las del Estado, sino la de la Torá, al menos como ellos la entienden y la interpretan.
La mayoría de los individuos mencionados anteriormente provienen de este sector de Israel partidario de mantener los asentamientos Cueste las vidas que costare. No estamos hablando de la libertad de quienes deciden vivir su vida en la ultra ortodoxia ya que la mayor parte de la población ultraortodoxa solo desea vivir su vida pacíficamente y cumpliendo los preceptos de la Torá, estamos hablando de sectores minoritarios, organizados y cuyos actos violentos nos hacen cuestionarnos hasta qué punto vamos a hacer oídos sordos frente a al extremismo de quienes no quieren respetar la diversidad en la comunidad judía.
El Israel que queremos es el Israel que permite vivir a quienes desean de la manera que desean, no se puede permitir que la intolerancia de algunos sectores afecte la vida de otros. Es por eso necesario la existencia del Estado, de sus instituciones, de sus leyes democráticamente consensuadas y establecidas con el objetivo justamente de garantizar la libertad de tránsito, expresión y seguridad de las personas.
Lo anterior debe ayudarnos a pensar qué tipo de sociedad queremos ser, cuál es el límite entre la creencia de uno y el derecho del otro. ¿Tiene derecho la ultra ortodoxia a imponer su visión de la religión y la vida al resto de la sociedad israelí, y a expensas del deseo de la población laica que mantiene valores liberales? ¿Cómo se enfrenta a la intolerancia y el extremismo religioso sin caer en la misma lógica intolerante y violenta que aquello que se pretende combatir? ¿Acaso no dice la Torá que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos? ¿Vamos a permitir que los extremistas que usan y deforman la religión la utilicen como arma política para incitar al odio y la violencia? ¿Así es como queremos que el resto del mundo nos vea, como fanáticos llenos de odio a lo distinto y diferente?
La violencia y el extremismo no son exclusivamente de sectores palestinos, también es parte de nuestro pueblo, el pueblo judío, y hasta que Israel no enfrente el problema abiertamente en vez de mirar para otro lado con el discurso políticamente correcto, estaremos lamentando las muertes de otra Shira, Ali, Saad y de cualquier otra víctima del extremismo, ya sea judío o palestino.