17 de marzo de 2015

¿’Hay futuro’* en las próximas elecciones?

El próximo mes de marzo, por 20a vez en 66 años, habrá elecciones en Israel. Sin haber conseguido completar ni siquiera dos años desde que asumió el poder, el actual gobierno lo deja sin mucho mérito. Sobresalen entre otros, los grandes temas que desvelan a la sociedad, a saber: no hubo ningún avance en el proceso de paz, aumentó el costo de vida significativamente, e internacionalmente estamos más aislados que nunca. Obviamente hay diversas formas de analizar el proceso que culminó en estas elecciones anticipadas. Sin embargo, elegimos un personaje central, que, mediante sus acciones, nos permite entender la complejidad política del país, en particular, la crisis del último gobierno: el partido Yesh Atid liderado por el prestigioso periodista Yair Lapid.
Por Miriam Christen *, especial para Nueva Sión

Elecciones 2013
Ocurrieron un año y medio después de las protestas sociales más grandes del país. Medio millón de israelíes, salieron a las calles a manifestarse en contra del alto costo de vida y exigiendo justicia social. Ni siquiera la crisis con el Hamas en Gaza, que resultó en una operación militar de nueve días durante los dos meses que antecedieron a las elecciones, consiguió poner en un segundo plano, la puja entre los partidos por encontrar y ofrecer alternativas a las exigencias de los votantes. Estas fueron el elemento central del discurso de la mayoría de los partidos: el conflicto no fue, al contrario de otras veces, el gran actor de la propaganda electoral.

La insatisfacción de la población con los grandes bloques políticos, que no presentaban una solución satisfactoria para la problemática social, fue el contexto ideal para el surgimiento de Yesh Atid: partido con fuerte discurso de rescate de la clase media y de la igualdad de derechos y deberes civiles. Lapid, líder del partido, eligió uno a uno a quienes serían los futuros parlamentarios por parte de su partido en la Knesset 19a. Vale la pena aclarar que todos los elegidos eran personas públicas, que debutaron en la Kneset.

El partido presentaba propuestas realmente innovadoras: antes que nada fue una alternativa a la vieja política, personas que hasta entonces había trabajado mucho en los sectores público y en ONGs, pero fuera de la esfera política estatal. Ya en temas de gestión, la segunda propuesta de Lapid fue mejorar la situación de la clase media, a partir de reformas en los sistemas de salud y educación, y la implementación de la idea de que una vivienda adecuada y accesible, debe ser un derecho básico de todos los ciudadanos. La tercera propuesta fue luchar por la igualdad de deberes y derechos civiles en Israel, como “respuesta” a la desigualdad entre ultraortodoxos, los árabes israelíes y el resto de la población con respecto al servicio militar, subsidios económicos e impuestos. Esta cuestión ya constituía un debate incluso antes de las manifestaciones sociales del 2011. Lapid también prometió que no entraría en ninguna coalición junto a partidos ultraortodoxos.

Yesh Atid fue el partido más votado en la mayoría de la ciudades del centro del país, conquistando así 19 mandatos. Antes de aceptar entrar en la coalición, Lapid hizo un acuerdo con Naftali Bennet (líder del partido religioso nacionalista Habayit Hayehudi) en el cual los dos estarían juntos en la coalición o en la oposición. De este modo Lapid garantizó que si él entraba en la coalición, ella resultaría en un gobierno sin ultraortodoxos.

Netanyahu líder del Likud Beiteinu, el partido más votado en las últimas elecciones, invita a Lapid a la coalición,  que acepta con la condición de recibir los ministerios de finanzas, educación y salud, entre otros. Finalmente,después de casi dos meses en los cuales Netanyahu no consiguió formar coalición con otros partidos, resuelve ceder y aceptar las exigencias de Lapid. Está formado el gobierno.

El gobierno
Ante los reclamos económicos a los que debía responder el gobierno, existía una esperanza de beneficiar a la población mediante las reformas propuesta por Lapid. Las soluciones no se vislumbraron efectivas ante los problemas, y lamentablemente la confianza del público no se sostuvo por mucho tiempo.

La primera crisis del gobierno fue en relación a la Ley de Presupuesto, obviamente bajo la responsabilidad del Ministro de las Finanzas Yair Lapid. En Israel la Ley de Presupuesto debe ser aprobada por la Kneset cada dos años, caso contrario el gobierno cae. La impopular propuesta de Netanyahu y Lapid, que pretendía contener los desvíos de la economía a partir de una reducción del gasto público y aumento de los impuestos, ya contaba con mayoría de votos en la Kneset. El problema surge cuando varias irregularidades fueron descubiertas por Stav Shaffir (parlamentaria laborista) en el Comité de las Finanzas. Shaffir apeló a la Corte Suprema, exigiendo que la ley fuese reescrita y reaprobada.
Este proceso duró más de un año, en el cual Lapid se debilitó. Cuando sus propuestas de reformas empezaron a ser implementadas, Israel entró nuevamente en guerra con Hamas, y el esfuerzo por contener el gasto público fracasó ante lo inesperado del suceso. Los precios subieron, los sueldos no, la clase alta todavía pagaba impuestos proporcionalmente más bajos que las clases media y baja. Todo esto hizo que la popularidad de Lapid se cayera aún más. Según un estudio del diario Haaretz del principio de este mes, el Ministro de las Finanzas tenía solamente la aprobación del 26% del electorado.

El segundo equívoco político de Yesh Atid fue en relación a la Ley de Reclutamiento. Esta ley que fue aprobada en la Knesset el último mes de marzo, promueve el reclutamiento gradual de jóvenes ultraortodoxos al servicio militar y civil por cuotas (5.700 jóvenes en el 2017). Si la cuota no se completa, en el 2017 todo joven ultra ortodoxo va ser obligado a servir. Aunque existen grandes críticas a la ley, en relación al sueldo diferencial que recibirá un ultraortodoxo en el servicio, con respecto al gasto público que esto implica, no se puede negar que se trata de un cambio histórico en el país. El problema es que la relación de los ultra ortodoxos con la sociedad no ha cambiado desde entonces. La ley que pretende incluirlos en el seno de la vida normal del ciudadano israelí se ha mostrado ineficiente: los religiosos siguen aislados, y en gran mayoría permanecen exentos de cumplir con las mismas obligaciones bajo las mismas condiciones que el resto de la población. Asimismo, esta ley generó una ruptura política dentro del gobierno. Ya fue mencionado el acuerdo entre Lapid y Bennet de mantenerse unidos, bajo el principio de que ambos compartían la misma visión con respecto al carácter judío y democrático del país. Esta ley, sin embargo, representó prácticamente el único momento en que los dos estuvieron de acuerdo en relación al tema mencionado. Los dos partidos sostienen posiciones casi antagónicas en relación a la identidad judía del estado, y obviamente esta oposición se vio reflejada en cada intento de legislar leyes civiles, donde hoy sólo existen leyes religiosas, como la institución del matrimonio civil. Este conflicto es una característica permanente en toda la historia del estado de Israel, pero la diferencia en estos dos últimos años, es que ahora uno de los partidos centrales del gobierno, Yesh Atid, sostiene la bandera por la igualdad civil.

La gota que desbordó el vaso en las relaciones entre Bennett y Lapid, profundizando la ruptura dentro del gobierno, fue el proyecto de la Ley Nacional del Pueblo Judío. Este proyecto fue liderado por Habayit Hayehudi, el Likud e Israel Beiteinu, que pretenden transformar en ley el carácter judío del Estado de Israel, y de ese modo otorgarle estatus de ley constitucional. Según Bennett, tenía como objetivo equilibrar el carácter judío del estado con su democracia, debido a un supuesto desequilibrio a favor de la última desde la aprobación  de la ley constitucional de Dignidad Humana y Libertades (1992). La promulgación de esta ley sería a una gran victoria politica de Netanyahu, tal vez la única de estos dos años. Lapid y Livni que veían esta ley como un gran daño a la igualdad civil y a la democracia israelí, se opusieron a aprobarla. Este conflicto ha caracterizado la historia política del estado de Israel. La diferencia de los últimos dos años es que ahora uno de los partidos centrales del gobierno, Yesh Atid, sostenía la bandera de la igualdad civil.

Otra bandera sostenida por Yesh Atid, nombrada ya anteriormente, era la vivienda digna y a un precio razonable para todos los ciudadanos. Hace varios meses, Lapid comenzó a trabajar en su proyecto de ley “I.V.A. 0%”, la ley permitía comprar sin I.V.A. el primer departamento para parejas de hasta 35 años, que hayan servido en el ejército. El proyecto le costaría al estado 2.2 mil millones de shekels por año (unos 550 millones de dólares), y podría ser aplicada en la compra de viviendas que tengan un valor de hasta 1.6 millones de shekels. La ley no define cómo es que el estado promoverá el acrecentamiento de la oferta de departamentos por este valor, solamente alienta la demanda. Según gran parte de los economistas del país, en esta situación, el aumento de la demanda, sin un acompañamiento lógico del aumento en la oferta, generaría automáticamente el crecimiento de los precios en el mercado de la vivienda. La ley tuvo mucha oposición a causa de la falta de eficiencia en tratar el problema de la vivienda de forma completa, o sea, por no converger en una solución teniendo en cuenta a la demanda y a la oferta a la vez, además de los daños económicos que los opositores calculan que causaría. Netanyahu y Habayit Hayehudi, se oponen a ella.

Yair Lapid y su partido no conseguían grandes éxitos, no generaron leyes civiles ni mejoras en la economía. Las reformas en la educación y la salud no podían ser concretizadas en solo dos años, y los resultados electorales exigen rapidez. La ley del I.V.A. 0%, se erigió en la única posibilidad para Lapid de concretar algo significativo a corto plazo.

La Disolución
Tanto esta ley como la Ley Nacional del Pueblo Judío crearon confrontación y rispidez entre los dos mayores bloques en la Knesset y el gobierno, y evitando victorias políticas personales de los dos nombres más fuertes en la política israelí del momento. Y en vez de procurar un acuerdo, aumentaron la grieta. Netanyahu culpó a Lapid y a Livni de hacer oposición dentro del gobierno. Lapid y Livni acusaron a Netanyahu de no cumplir acuerdos previos. Netanyahu amenazó con despedirlos si ellos no cambiaban su postura con respecto a la Ley Nacional del Pueblo Judío, y si no desistiesen de proyectos propios como el proyecto de I.V.A. 0%. Cuando Netanyahu vio que ni Livni ni Lapid cambiarían de idea, y visualizando una gran derrota en la votación de la Ley Nacional, el Primer Ministro despide a Livni y a Lapid, perdiendo así la mayoría en la Kneset.

Netanyahu tenía dos opciones: o llamar a los ultra ortodoxos al gobierno o convocar elecciones. No se sabe si la invitación fue hecha, pero sabemos que Shas no entraría al gobierno sin un aumento de casi 25% en el salario mínimo, lo que era para Netanyahu impensable. Yahadut Hatorah no contaba con las bancas suficientes para mantener la mayoría en la Knesset. La propuesta de disolver la Knesset fue a votación, y consecuentemente aprobada por unanimidad. Desde el 10 de diciembre ya no hay actividades parlamentarias. Las elecciones han sido anunciadas para el 17 de marzo. La campaña ya comenzó.

Netanyahu afirmó que es imposible liderar el país con un gobierno como este, y en esta oportunidad estoy de acuerdo con él. Como afirmé al principio, no creo que hayamos llegado a esta situación a causa de Lapid y su partido, ni a causa de Bennet, ni por el propio Netanyahu. No tengo duda de que en un sistema político como el nuestro, cuando los dos partidos mayoritarios juntos tienen solamente 39 (de 120) bancas en la Kneset, es muy difícil gobernar
independientemente de quién sea parte del gobierno. Yesh Atid hasta hoy fue uno de los partidos no tradicionales con más votos en la historia del país. Sin embargo, el modelo político actual nos muestra que partidos como este, que sostienen propuestas más pragmáticas que ideológicas, con el objetivo de responder a necesidades puntuales pero muy importantes para el país y sus habitantes, pueden llegar a recibir un gran número de bancas, desequilibrar la coalición, pero siempre, según nos muestra la historia, desaparecen en una o dos elecciones. Las contradicciones presentadas por estos partidos terminan por matarlos. Yesh Atid, por ejemplo, según las encuestas, no conseguirá más de 10 bancas en la proxima Kneset. La pregunta que debemos hacernos es si habrá un nuevo Yesh Atid en las próximas elecciones, o si tendremos futuro a partir de la elección de partidos realmente conectados con ideologías y no solamente con ideas reciclables.

* * La autora es argentina, formada en Políticas y Gobierno y Medio Oriente por la Universidad Ben-Gurion; y en Políticas Públicas en la Universidad de Tel-Aviv.
** Yesh Atid en hebreo, es el nombre del partido liderado por Yair Lapid.