En memoria de Ismael Viñas (1925-2014)

Ismael exiliado en Israel

Referente ineludible del progresismo nacional y defensor de la izquierda sionista, Ismael Viñas desplegó su lucidez intelectual como columnista en prestigiosas publicaciones, entre ellas Nueva Sión. Exiliado por la dictadura en 1976, vivió en Israel hasta 1991, cuando se trasladó a Miami, donde falleció en marzo pasado. Este intelectual argentino-judío-israelí de izquierda supo criticar las emboscadas del nacionalismo revolucionario y laborista, para en su lugar apostar por una fraternidad democrática que cruce fronteras nacionales, étnicas, religiosas y culturales.
Por Leonardo Senkman, desde Jerusalén

A Ismael lo conocí primero como lector de sus primeros libros, Orden y Progreso La era del frondicismo (1960), Capitalismo, monopolios y dependencia (1972), y Tierra y clase obrera (1973). Simultáneamente, durante los esperanzados años ‘60, también escuché varias veces al dirigente del Malena (MLN), antes y después de la Guerra de los Seis Días, en seminarios ideológicos que organizábamos en la Juventud Anilevich y Nueva Sión con intelectuales de la izquierda nacional argentina. Ismael Viñas y León Rozitchner eran nuestros preferidos por la visión crítica, lucidez teórica sobre la cuestión judía y su rechazo a la condena maniquea a Israel por parte del PC, el trotskismo y el tercermundismo antiimperialista populista.
Ismael fue el fundador del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), en los años 60-70, la organización de la izquierda nacional donde también militó la madre del Che, Celia Guevara. Uno de los pronunciamientos que él solía recordarnos fue con motivo de su defensa de la izquierda sionista en la Conferencia Intercontinental de La Habana en 1966, donde se reunieron  movimientos revolucionarios de América Latina, Asia y África para condenar el sionismo como racismo, boicoteando sin excepción a las fuerzas antiimperialistas israelíes.

Mi amistad con Ismael se intensificó en  Jerusalén, donde eligió exiliarse junto con su compañera Rubi y sus dos hijos, en vez de hacerlo en España o México. Ismael y familia habían huido a Israel después del golpe en 1976, al igual que otros intelectuales argentinos como José y Sara Itzigshon, o los políticos chilenos Baruj Vega y Benjamín Teplitzki. Aún es una asignatura pendiente el capítulo israelí del exilio político de judíos latinoamericanos. Yo también llegué con mi familia en 1978, pero no como exiliado sino como residente temporario para hacer un posgrado en la Universidad Hebrea. Desde entonces, nos frecuentamos muy seguido y tuve la suerte de haber sido buen interlocutor de sus críticas políticas y sociales, tanto al  pasado reciente argentino como al nuevo modelo israelí de desarrollo económico, la acechanza etno-nacional sobre el sionismo laborista y el conflicto con los palestinos.
Si para todo exiliado el país refugio es un “no lugar”, durante el exilio de Ismael, Israel se transformaba también en un “fuera de lugar”, esa distancia no solo espacial respecto del país natal abandonado. En su nuevo país, Ismael aceptó ser ciudadano no obstante estar en vilo en su destino, aunque le brindara un suelo precario pero fértil desde donde el lúcido exiliado político  volvía a re-pensar agudamente sobre los errores y fracasos de la derrota no asumida por la izquierda. Aquí, en Jerusalén, a merced de la nostalgia  y la rabia por la patria arrasada que dejó atrás, ella volvía contumaz al centro  de las cavilaciones de Ismael.
A 12,000 km. de distancia el exiliado volvía a criticar la lucha armada y los mitos de la Revolución exportada por Cuba, no sólo en Argentina, también en Venezuela, Uruguay, Perú y Bolivia. Ismael no le perdonaba a la guerrilla haber condenado a la progresiva marginalidad a la clase obrera y su responsabilidad parcial por  el efecto boomerang de la violencia y el terrorismo de estado durante la última dictadura, al precio de perder conquistas logradas  tras años de lucha sindical y política. Esta crítica fue extensiva al populismo violento de la izquierda peronista, particularmente Montoneros, por su incapacidad de hacer una lectura socio-económica correcta de la realidad argentina.
Recuerdo que mientras Ismael se desempeñaba como periodista en Semana, escribiendo críticas lúcidas contra la izquierda local respecto al avance de la economía neo-liberal israelí, le resultaba imposible dejar de pensar, a pesar de todas sus diferencias, en las malas lecturas de la economía argentina por parte de peronistas revolucionarios. A Rodolfo Walsh lo conoció bien y lo admiraba  como escritor, recordándolo emocionado dos años después de su desaparición; pero a la hora de evaluarlo en una conferencia en la Universidad de Jerusalén calificaba su figura de «intelectual  populista». El exiliado Ismael, su vida en vilo entre dos países sin tocar tierra, a destiempo con un pie en el pasado y el otro en un futuro que nunca llega, evocaba desde ese «no lugar» del exilio jerosolimitano el fracaso de su admirado amigo Walsh: «Que no había leído a Marx ni a Lenin porque le aburrían las obras de economía y no le gustaban los textos de filosofía  ni los ensayos. El solo leía literatura, tenía una cultura literaria enorme y una increíble memoria: recitaba Shakespeare de corrido», nos contaba Ismael.

En su nuevo país de adopción, Ismael fue inmediatamente recibido por sus amigos radicados hacía tiempo en Israel, a quienes conoció en círculos del sionismo socialista y de  Nueva Sión, además de nuevos olim que llegaron con los Viñas. Entre otros, el legendario Julio Adin, Natan (Popik) Ofek, Nahum Solan, Edy Kaufman, Mario Rapoport, Yeoshua Faigon, Shlomo Slutzky, Edith Adi, Víctor y Delia Shebar, Graciela Spector. Y, por supuesto, los Itzigshon. Adin, director de la prestigiosa revista Dispersión y Unidad, publicó traducida al  hebreo una colaboración suya titulada «Presencia e Identidad judía en la Argentina» (en el No.83/84, del invierno de 1978). Fue el capítulo de un proyecto más ambicioso sobre los judíos en Argentina que Ismael pensó desde el exilio israelí y que culminará en años posteriores. Primero lo publicó en 1983 Daniel Colodenco, director de la revista Controversia de Ideas Sionistas (No 1, Bs.As. 1983, pp.71-111), y después lo incluí ampliado en mi libro El antisemitismo en Argentina, bajo el título «Los judíos y la sociedad argentina. Un análisis clasista retrospectivo» (Bs.As., CEAL, 1986, 1989).
Muy pronto Ismael empezó a trabajar de periodista en castellano en Semana, donde llegó a ser subdirector, dando cabida a las denuncias de Memoria, la Comisión Israelí de Familiares Argentinos Desaparecidos, además de incursionar en temas de economía, política, sociedad y el conflicto israelo-palestino.
En Israel no llegó a militar políticamente, pero Ismael votaba adhiriendo ideológicamente al partido Mapam, luego a Meretz, y siempre mostró su entusiasmo por el kibutz, en donde intentó vivir con su compañera un tiempo. Particularmente agudas son las notas y observaciones críticas desde una visión latinoamericana sobre política económica de Israel en la revista Encuentro, publicada  por el Kibutz Artzi y Mapam; además, sus colaboraciones como corresponsal en Jerusalén de los diarios españoles El Mundo, El País y El Independiente.

Del exilio a la infancia
Pero el exilio es, irremisiblemente, el reino de-territorializado de la nostalgia. Ismael empezará a escribir en su departamento de Kyriat Yovel en Jerusalén, frente al valle de Ein Karem donde nació Juan Bautista, los recuerdos de infancia y juventud de su familia materna y paterna, especialmente sus entrañables recuerdos con su hermano David Viñas. Al socaire de los jamzim que afectan la respiración durante cambios de estación en Medio Oriente, Ismael evocaba desde Jerusalén los vientos patagónicos de su infancia y, sobre todo, las vacaciones de verano con David en la chacra paterna en el pueblo bonaerense de  Guardia de San Miguel del Monte, o cómo su padre, el abogado radical irigoyenista, Dr. Ismael Pedro Viñas, cruzaba guapo el rio Pilcomayo agarrado de la cola de un caballo después de iniciar gestiones de devolución a indígenas de Chaco y Formosa de tierras de las cuales fueron despojados.
Estas memorias se publicarán muchos años después, en 2008, en un modesto volumen impreso en Miami, locus de su siguiente exilio después de Israel, donde Ismael se trasladó con Rubi en 1991. Pero doy fe que esas Memorias de mis padres, parientes y amigos fueron concebidas  durante los años del primer exilio en Israel. Incluso algunos fragmentos vieron la luz en la revista literaria Noaj que dirijo desde 1987 en Jerusalén, y en la cual Ismael colaboraba desde el primer número.
En este no-lugar de su exilio Israelí (y a-terrado, en el sentido originario del término, tal como lo empleaba otro exiliado en México, el español Adolfo Sánchez Vázquez), empezó Ismael a desgranar sus recuerdos familiares de aquella tierra perdida y abandonada en la Patagonia, en  Monte y en su Buenos Aires querido. Fue aquí, durante el exilio israelí, que empieza a recomponer  su mestizada biografía familiar y rastrea la genealogía de los nombres del abuelo Antonio Viñas. Nacido en Andalucía, en la serranía de Ronda, valle de Atajate, el nieto va a descubrir en un viaje desde Jerusalén al pueblo de Benadalid en ese valle, que el abuelo Viñas tenía un segundo apellido, Veneroso, de raigambre sefardí. La abuela era de apellido Maccio, una genovesa. Su padre, Ismael P Viñas, era juez letrado en los territorios de Santa Cruz (en Río Gallegos nació Ismael, 1925) y Tierra del Fuego, y fue el juez interviniente en la sangrienta represión de las huelgas de la Patagonia 1921-22: figura paterna decisiva en la formación de la personalidad  tanto de Ismael como David.
Del grupo familiar de su madre Esther Porter, Ismael reconstruye a sus tías y primos judíos, las tres hermanas mayores de su madre, Ana, María y Elisa, todos inmigrantes judíos de Odesa que llegaron con el zeide. Su madre Esther (admirada por los obreros de la Patagonia, al morir enviaron una placa «a la compañera Esther»), y la figura del zeide Luis, («frecuentaba la sinagoga») fueron decisivos en la identificación judía de Ismael. Él recuerda que en su niñez había leído el libro Segundo de los Macabeos, pero ese recuerdo volvió imaginado recién en el exilio israelí cuando todos le preguntaban sobre su identidad y cuál era su patria. Significativamente, el exiliado se recordaba/imaginaba a sí mismo preguntándole a su madre quién era más gaucho «si Güemes o Judá Macabeo”. Simultáneamente, Ismael escribió que su madre «mujer de armas tomar» era «culturalmente tan argentina y con gustos tan oligárquicos como mi padre».
En un texto aún inédito que Ismael me remitió poco antes de morir para publicar en el próximo dossier de la revista Noaj, confiesa que no sabe qué es ser judío ni qué es «lo judío». Escribe «haber llegado a Israel sin ser realmente judío, sin saber bien qué era ser judío, salvo una religión, y yo abominaba de todas las religiones”. Lo importante para Ismael, fue que «los demás, eran un puñado de hombres y mujeres jóvenes con quienes yo me sentía bien, con quienes compartía puntos de vista sobre el mundo, pero había también otros ‘no judíos’ con los cuales me sentía  igualmente bien  en Israel y con quienes compartía aproximadamente los mismos puntos de vista: democracia en lo político, igualdad entre hombres y mujeres, justicia social».
La experiencia de varios exilios le enseñó a reformular la pregunta sobre su identidad en otros términos: «Si es equiparable ser judío en la diáspora que serlo en el Estado judío». Aunque en el fondo, a Ismael dejó de preocuparle qué es ser judío y, en su lugar, empezó a  preguntarse, «si se siente más o menos israelí que argentino».
He aquí la travesía exiliar de este intelectual argentino-judío-israelí de izquierda que aprendió en el «fuera de lugar» a criticar profundamente las tentaciones y emboscadas del nacionalismo revolucionario y laborista, apostando por una fraternidad democrática que cruce fronteras nacionales, étnicas, religiosas y culturales.

En hebreo se alude a los que se fueron para siempre con la expresión «U Halaj l’Olamo»: él se fue a su mundo. También Ismael se fue, pero no se ha ido al otro mundo: Ismael se fue al suyo.
¡Bendita sea su memoria!