Festejos del Centenario de Hashomer Hatzair

Educación y cambio social en el movimiento juvenil

El evento de Hashomer Argentina en Plaza Almagro incluyó charlas y debates acerca de la trayectoria y el espíritu del movimiento. Compartimos con nuestros lectores una de las reflexiones más interesantes, relacionada con el tema de la educación, que fuera expuesta por el padre de dos javerim de la tnuá, también él ex militante de HH, y educador de reconocida trayectoria.
Por Daniel Schulman *

Un buen educador que no impone sino libera, que no tira de nadie sino levanta, que no apisona mas forma, que no dicta sino enseña, que no exige sino pregunta, vivirá con los niños muchos instantes inspiradores.
Janusz Korczak

El centenario de la creación del Hashomer Hatzair nos convoca a revisar algunas cuestiones referidas a la manera particular en que el Movimiento fue y es un campo de práctica social significativo para ensayar alternativas de una educación dirigida al cambio social.
Para ello vamos a centrar nuestra reflexión en torno a tres ejes:
1. Los principios pedagógicos que dan cuenta de la relación educación-cambio social
2. Los 100 años del Hashomer Hatzair
3. Los 30 años de democracia en Argentina

El contexto histórico y social
Hace 100 años en Polonia, en esa época bajo dominio ruso, se crea el Hashomer Hatzair, en un contexto europeo turbulento, en el que tiene lugar la Segunda Guerra de los Balcanes, que tuvo como resultado el desmantelamiento del Imperio Otomano y la consolidación de Serbia como potencia militar y territorial, lo cual influyó profundamente en el curso posterior de la historia europea, ya que un año después el Imperio Austro-Húngaro atacó a Serbia, dando comienzo a la Primera Guerra Mundial. En el territorio de Palestina vivían entonces 78.000 judíos. En 1910 un grupo de 12 jóvenes fundó al sur del Mar de Galilea el primer kibutz, Degania Alef, animados con la idea de «establecer un asentamiento independiente de trabajadores hebreos, en tierra nacional, un colectivo sin explotadores ni explotados; una comuna”. Janusz Korczak, médico y pedagogo polaco dirigía por ese entonces en Varsovia el orfanato judío de Dom Sierot.
También ese año el pedagogo y filósofo John Dewey publica su obra “Democracia y educación”, donde por primera vez se plantea la vinculación entre educación y cambio social.

Los principios pedagógicos que dan cuenta de la relación educación-cambio social
Dewey formular fuertes críticas al modelo de la pedagogía tradicional, que le asignaba a la educación la misión de reproducir el orden social vigente y cuyas características eran la imposición acrítica, la memorización de contenidos, la aplicación de la disciplina en forma irracional, la visión estática de la realidad.
Frente a este modelo, Dewey propone algunas ideas que son revolucionarias para la época:
– la educación tiene que permitir el desarrollo de la individualidad, pero al mismo tiempo ser funcional, globalizadora y comunitaria.
– tiene que colocarse en el centro de la escena al niño, asignando al educador el lugar de asesor
– debe potenciarse el valor del presente: toda educación que es social es un proceso de la vida y no una preparación para el futuro de algo que no es el niño, es decir, el adulto. Al respecto escribe Janusz Korczak: “Los niños son personas, no son futuras personas, ni son las personas del mañana; son personas, ahora, exactamente ahora, hoy”.
– la actividad educativa debe responder a las necesidades, la espontaneidad, la libertad y la disciplina interna de los chicos.
– la actividad se extrae de la experiencia común de la realidad física y social. Para aprender es necesario actuar. Aprender por la vida y a través de la vida.
– la democracia debe ser una práctica educativa, entendida no solo como régimen político sino como un “modus vivendi”. Esta dimensión fue retomada y profundizada por Korczak en sus experiencias al frente de los orfanatos, donde puso en funcionamiento las “repúblicas infantiles”, verdaderos sistemas democráticos donde los chicos gozaban de autonomía y libertad de decisión.

¿Cómo influyeron estas ideas educativas en el Movimiento?
Por esa época se crea en Polonia el Hashomer Hatzair, que abreva en varios modelos:
– los scouts ingleses, una organización creada por Baden Powell para moldear a la juventud en la aceptación de las pautas de conducta de la sociedad. La educación se basaba en la salida fuera del hogar, el desarrollo de habilidades de supervivencia y el desarrollo de actividades en equipo. En los campamentos el programa era levantarse temprano, practicar ejercicio físico, cocinar la propia comida, recorrer la naturaleza para observar animales y pájaros, hacer grandes juegos, levantar construcciones rústicas, aprender nudos y amarres. Por las noches todos compartían sus experiencias del día alrededor de una fogata.
– los Wandervoguel alemanes, que buscaban distanciarse de las pautas burguesas de protocolo, rechazando la monotonía y estrechez de la vida urbana industrial, planteándose metas interiores de carácter espiritual. Seguían una escala de valores rígida: no fumar, no tomar, educar a través del trabajo práctico, guardar una ética en la vestimenta (pantalones cortos, camisa abierta, mochila y guitarra).
– los Narodniki rusos que eran grupos de jóvenes provenientes de los sectores acomodados que creían que el campesinado era la clase revolucionaria que derrocaría a la monarquía y se adjudicaban un rol de liderazgo, para lo cual trabajaban junto a los campesinos, vestían como ellos, cantaban sus canciones y bailaban sus danzas.
En la conformación del movimiento aparecen algunos de estos rasgos configurados de una forma particular:
– Tomando como eje la realización de campamentos, que son la culminación del trabajo pedagógico. En ellos se materializa el retorno a la naturaleza y la práctica de la autonomía. La primera moshavá en América Latina fue organizada en Buenos Aires en 1934, como “un ambiente educativo judío que se esfuerza en crear para nuestro joven arrojado en los brazos de la asimilación y de la ignorancia de ser judío, una Palestina en miniatura en el seno del galut (diáspora) para preparar realmente su rumbo hacia Eretz Israel en el día de mañana”.  Una de las canciones que solía cantarse y bailarse en esa época decía “Anu banu Artza libnot ulehibanot” (venimos a nuestra tierra para construir y para ser reconstruidos por ella).
– Organizando torneos (shomriot) en las que se promocionaba la práctica de deportes para lograr  cuerpos saludables.
– Creando una nueva identidad basada en el aprendizaje y la comunicación mediante un idioma propio, el Hebreo; promoviendo el conocimiento de la historia judía y de la celebración de festividades judías, sobre todo aquellas en las que se destacan los valores de heroísmo y de rebelión contra lo establecido, como Jánuca y Pésaj.
– Transmitiendo, a través de la educación no formal, contenidos y valores que generan en sus miembros una identificación y un compromiso con el pueblo judío y con el Estado de Israel. Por ejemplo, el kabalat shabat, que se seculariza y resignifica como oportunidad de encuentro y comunión con el pueblo judío.
– Sosteniendo el modelo de “jóvenes educando a jóvenes” a través de la conformación de grupos conducidos por un madrij, que no prepara lecciones, sino que diseña actividades a través de las cuales transmite conocimientos y vivencias. El educando participa en forma voluntaria en la relación educativa, piensa, duda, experimenta, hace, opina y aprende. Las vaadot (comisiones)
– Utilizando la ronda (magal) como disposición grupal para discutir los temas, para cantar y bailar.  De esta manera cada uno es igual al otro y está en relación con los otros.
Estas características constituyeron la marca de origen del primer kibutz fundado por Hashomer Hatzair, Beit Alfa, en 1919.

A diferencia de otras instituciones educativas judías, el rasgo principal del movimiento juvenil es que grupos de jóvenes guiados por un mismo ideal, deciden llevar adelante una acción común para lograr la concreción a través de la Aliá.
Esta decisión implica un alto grado de autonomía y  libertad de acción. La identificación con un ideal presupone conocer previamente la ideología subyacente así como la voluntad de cada miembro y del movimiento en su totalidad de defender esta ideología, decidiendo el camino y los medios para su realización.

El movimiento les proporciona a los adolescentes una oportunidad de expresar sus sentimientos y sus ideales, de causar un impacto en el medio comunitario y nacional, a través del desarrollo de prácticas solidarias.  También era un ensayo de nueva sociedad  donde los roles familiares y sexuales se transforman: las mujeres eran consideradas en un plano de igualdad con los varones, en oposición al rol que desempeñaban en la familia tradicional.

En el proceso formativo, los niños iban atravesando varias etapas (shjavot) hasta convertirse en Bogrim, es decir, en los dirigentes del movimiento.
Desde el punto de vista ideológico, la acción está puesta en el centro de la actividad, así como también la metodología de trabajo en todo lo referente a la autogestión y la militancia.

El Movimiento en nuestro país
El primer ken (nido) se crea en nuestro país se crea en abril de 1924, y constituye la base para la conformación de movimientos hermanos en Uruguay (1933), Brasil (1935), Cuba (1938), Chile (1939), México (1940), Perú y Bolivia (1943), Costa Rica (1945), Colombia (1948), Venezuela (1955).
El período mencionado se caracteriza, a excepción de Uruguay, por la alternancia de gobiernos democráticos y golpes militares en toda América Latina. El Movimiento sostenía en ese entonces una concepción leninista y pro-Soviética, que se traducía, en los hechos en una estructura de decisoria sumamente verticalista, que no brindaba opciones para el disenso.

La década de los ’60 y ‘70 se caracterizó por procesos de cambio y revoluciones que tienen lugar en todo el mundo: la Primavera de Praga, el Mayo Francés, las marchas contra la guerra de Vietnam, la revolución cubana, el Cordobazo, la Noche de los Bastones Largos. En todos estos eventos la juventud adopta un gran protagonismo, tanto en el campo político como social.
En nuestro país actúan grupos nacionalistas y antisemitas, como la Guardia Restauradora Nacionalista y el Movimiento Nacionalista Tacuara, por lo cual los movimientos juveniles sionistas atraen a muchos jóvenes judíos. El hecho de sostener una orientación socialista le otorga un atractivo adicional al Hashomer Hatzair, que en esos años crea varios kenim en todo el país.
La Guerra de los Seis Días también fue un factor que incidió en la identidad y el protagonismo de los jóvenes en la comunidad judía argentina, que salió  a la calle para expresarse.

En la década del ’70 los sectores medios se ven afectados por crisis económicas, por lo que muchas familias no pueden hacer frente a las cuotas de la educación formal, y el Movimiento Juvenil se convierte en la alternativa para la formación judía de niños y jóvenes. Es una época de florecimiento de la militancia juvenil en organizaciones de izquierda y de intensas discusiones en el seno del Movimiento respecto de la “doble lealtad” y la vigencia de los valores fundacionales.
La dictadura militar marca una ruptura importante, las fuerzas de seguridad estudian de cerca las actividades que tienen lugar, las escuelas judías no quieren seguir teniendo vinculación con las tnuot, que son reemplazadas por el Movimiento Conservador. Disminuye enormemente el número de jóvenes y las actividades se concentran en grandes edificios. El periódico Nueva Sión deja de publicarse y se destruyen bibliotecas enteras de lecturas ideológicas. La transmisión pasa a ser principalmente oral.

El advenimiento de la democracia encuentra a los movimientos juveniles con una actitud defensiva, cuestionando en forma permanente el sentido de su existencia, la vigencia de la aliá y la necesidad de realizar un cambio de estrategia, sin renunciar a los valores fundamentales.
Muchos de los rasgos enunciados todavía son reconocibles en este Movimiento que cumple 100 años, y que sigue siendo un buen lugar para que los jóvenes vivan una verdadera experiencia que les permita satisfacer sus necesidades de identidad, participación, libertad y experimentar nuevas formas de vínculos sociales, en el sentido que le da al término Walter Benjamin, quien dice que  la experiencia es el don de percibir o la capacidad de producción de semejanzas y que la experiencia se concreta atravesada por la actividad y la transformación.
Nuestros jóvenes tienen la oportunidad de reconocerse en sus semejanzas y diferencias, de aprender  a darle lugar y a encontrarse con lo diferente. Hashomer Hatzair sigue siendo, a mi modo de ver, un buen lugar en el que los jóvenes pueden hacer experiencia, transformarse y transformar la realidad.

* Daniel Schulman es licenciado en Ciencias de la Educación (UBA), Vice-Rector del Instituto Superior de Tiempo Libre y Recreación (GCBA). Fue miembro del Movimiento de 1974 a 1978, Boguer Majón y Mazkir. Sus dos hijos se criaron en el Movimiento.