Polémica por festejos del 31 de diciembre

Silvester o no Silvester, ¿esa es realmente la cuestión judía?

Año tras año aumentan las fiestas y reuniones organizadas para festejar Silvester, como llaman en Israel al último día del calendario gregoriano, el fin del año civil israelí. El autor de este descarnado análisis, refuta la mirada cerrada de ciertos sectores, que ven al festejo prácticamente como una “desviación herética”. Por el contrario, reafirma el hecho que históricamente el judaísmo haya incorporado costumbres de otros pueblos, que no hicieron más que enriquecer a la milenaria cultura hebrea.

Por Andy Faur

A diferencia de los países de la diáspora, en donde el festejo es parte de las costumbres del lugar y asunto cotidiano, en Israel, con la llegada del fin de diciembre -el fin de año civil como se lo llama aquí- se renueva una vieja discusión.
El trasfondo de la misma es que cada año hay más y más lugares en el país (discotecas, fiestas particulares, pubs, hoteles, etc.) que organizan eventos, fiestas y reuniones para conmemorar el 31 de diciembre, Silvester como se lo llama aquí y en otros lugares del mundo (más adelante, ampliaremos sobre dicha figura), y cada año más y más gente sale a festejar, se encuentran, van a fiestas y demás…
Y ahí nomás se levantan los las voces «judías raigales y auténticas» y se rasgan las vestiduras (en señal de duelo, por supuesto): “¿Cómo un judío/a va a festejar Silvester? ¡Es una fiesta cristiana! ¿Qué tiene que ver esta fecha con el judaísmo?”. Y argumentos como: “¡El festejo de Silvester nos lleva directamente a la asimilación, a la pérdida de identidad y a parecernos al resto de los pueblos del mundo. ¡Jas vejalila!”.
Y como broche de oro de tamañas desviaciones heréticas dicen: no sólo eso, sino que: “¿Cómo vamos a festejar a este Sr. Silvestre, que fue uno de los papas más antisemitas que hubo en la historia?”.

Para entrar en detalle, Silvestre I fue el 33avo papa de la Iglesia Católica, y el que convocó el primer Concilio Ecuménico en Nicea, en en el año 325, en donde se sentaron las bases de la creencia cristiana católica, que es la que rige hasta el día de hoy en dicha institución eclésiastica. Silvestre I murió el 31 de diciembre de 335 y a partir de la adopción del calendario gregoriano, el ultimo dia del año o «la noche vieja», es tambien la conmemoración de su fallecimiento.

Volvamos al tema que nos atañe: la influencia negativa o no del 31 de diciembre en el judaísmo. Si lo observamos en términos de procesos históricos, vemos en realidad que el judaísmo siempre fue, como lo es también ahora, influenciado y moldeado por el entorno en que vivió y se desarrolló, y es así que conviven en él, desde hace siglos, costumbres traídas de Egipto y de Babilonia, de Sefarad y de Europa, y nadie se «asimiló» por eso. Al contrario diría, incorporamos costumbres de otros pueblos a la cultura judía que no hicieron más que enriquecerla y aggiornarla, y que hoy son parte integral de la misma.
La mayoría de los judíos de Israel y del resto de los países de la díaspora, somos y queremos ser parte del mundo (occidental y liberal) y esta es una buena (sino la única) oportunidad para algunos, de demostrarlo públicamente.

En Israel vivimos simutáneamente (algunos dicen esquizofrénicamente) con dos calendarios anuales: por un lado, el calendario hebreo, que es el que marca el ritmo de la vida cultural-religiosa de los judíos en el país, con sus feriados, festividades y eventos nacionales; y por otro, con el calendario «civil» gregoriano, que es el que marca las fechas administrativas, presupuestarias y programáticas de la mayoria de las instituciones y organizaciones de Israel, excepto las de aquellos que viven encerrados en sus burbujas, aislados de lo que pasa en el resto del país y del planeta.
En el día a día, nos guiamos por los meses gregorianos: enero, marzo, octubre, etc., y para la mayor parte de la gente el mes comienza ahí, el mismo día que recibe su sueldo en el banco. Acaso, ¿cuántos judíos saben cuándo cae el mes de tamuz o jeshvan, o la fecha hebrea de su cumpleaños? Por otro lado, gran parte del público religioso israelí se guía por el calendario hebreo, con su Rosh Jodesh/comienzo del mes lunar, festejan su onomástico en la fecha hebrea y sus semanas se rigen de acuerdo a la Parashat hashavua (porción semanal de lectura de la Torá). Pero a la vez, la semana de todos nosotros va de domingo a viernes, en cuanto que el Shabat –el sábado-, es el día común de descanso para todos nosotros.
Seguir el calendario gregoriano en nuestra vida diaria no va por supuesto en detrimento ni quita la importancia ni el significado profundo de las festividades y feriados del calendario hebreo, pero cada cosa tiene su tiempo y su lugar.

Si hubiera una razón por la que me opondría a participar de los festejos, sería ésta más «universal» que «judía» propiamente dicha -por «justicia social»-. Si hay alguien que «festeja» el Silvester en Israel, en forma literal, son los dueños de las discotecas y pubs que en esa noche «se hacen el año», cobrando precios exageradamente altos y prohibitivos para la mayoría, simplemente por participar de una noche de festejos en particular.
Y si la gente quiere festejar (siba la mesiba, se dice en hebreo), ¿por qué no? ¿Uno es menos «judío» por ello? ¿Acaso vamos a perder nuestra monolítica y rígida identidad por ir a bailar a una discoteca (con otros judíos, a propósito) el 31 de diciembre? En definitiva, termina siendo un festejo «civil», sin ningún significado religioso o cultural que contradiga o afecte a la identidad judía de los festejantes.

Sabemos que en Israel se está conformando un nuevo judaísmo autóctono y particular, y me parece importante resaltar una nueva «festividad» israelí, aunque local, creada a partir del contexto y las condiciones especiales del país y la ciudad en la que se realiza: el Jag Hajaguim (o Festividad de las Festividades). ¿De qué se trata la misma?: la ciudad norteña de Haifa lo realiza todos los fines de diciembre durante un fin de semana, para celebrar tres festividades importantes de las tres culturas que conviven en la ciudad: Januka, para los judíos; Navidad, para los cristianos; y Ramadan, para los musulmanes. Este año en particular ni Januka ni Ramadan cayeron en la fecha establecida, pero continuó siendo un evento multicultural importante y multitudinario.
Aquellos preocupados por nuestra identidad judía particular y particularista, mejor sería que vean en la cerrazón y el aislamiento a los factores que llevan a las masas de judíos, especialmente a los más jóvenes, a la indiferencia y al alejamiento del judaísmo; y no la libertad, el pluralismo y la interacción con otras culturas, que sólo lo enriquecen y lo hacen más interesante.
Lo que deseo en este Nuevo Año Civil es que siempre tengamos motivos para festejar y pasarla bien, incluso si no es en fiestas «puras y originariamente judías».