Eliaschev, gorilas en la Catedral y Durán Barba

Déficit de sinceridad

A raíz de las declaraciones de Jaime Durán Barba, asesor del jefe de gobierno porteño, referidas a la “espectacularidad” de Adolf Hitler, se sucedieron una serie de repudios, pedidos de rectificación y denuncias judiciales. Pero también hubo curiosas o sintomáticas exculpaciones. Macri y Pinedo le restaron entidad al caso. El rabino Bergman condenó justificando, al calificar las declaraciones como un error, pero dando fe de que “él conoce a Durán Barba y sabe que no piensa de ese modo”. Más sinuoso aún fue el modo de razonar de Pepe Eliaschev desde su programa de radio. Esta columna propone un juego, en base a una manera similar al hábil estilo de argumentar del reconocido periodista.

Por Mariano Szkolnik

Para algunos comunicadores, el posicionamiento político es su marca de agua. Sus audiencias orientan su sentir y parecer a partir de lo que el referente de opinión afirma, niega, elogia o denosta. Ese es el caso del reconocido y prestigioso periodista José “Pepe” Eliaschev, a quien no puede negársele capacidad argumentativa y manejo apropiado del lenguaje.
En su comentario editorial del 12 de noviembre pasado (titulado “Superávit de hipocresía”, disponible en http://www.pepeeliaschev.com/) sostuvo que si bien condenables, las declaraciones de Durán Barba publicadas en Noticias habían sido descontextualizadas. Afirmó que los dichos del publicista de PRO “generaron una preocupación notable, y desde luego una ola de especulación bastante previsible por parte del oficialismo [en referencia al gobierno nacional]”. Luego analizó el sentido del adjetivo “espectacular”, palabra que “tiene doce caracteres” (dato central que cualquier otro observador hubiera pasado por alto), dejando en claro que no necesariamente se califica positivamente a algo o alguien cuando se hace uso de ese término: “Vincular la noción de espectáculo con las tiranías más sangrientas no debería, en principio, alterar demasiado las conciencias […] ‘Espectacular’ puede ser una enorme matanza o una guerra”, señaló desde los micrófonos de Radio Mitre.
Carece de sentido reflexionar aquí sobre cuál es la matriz ideológica o la postura política del periodista. Pepe sabrá desde dónde habla, para quiénes habla, o qué fines persigue al hacerlo. No hay virginidad, pureza ni objetividad a la hora de comunicar, se trate de Eliaschev, o quien suscribe estas líneas. En todo caso, se propone aquí un juego, en el cual extrapolemos los argumentos de Pepe, pero para otro acontecimiento, como fue la irrupción violenta de un grupo “barrabravas de la fe” en la conmemoración de La Noche de los Cristales Rotos, en la Catedral de Buenos Aires. Debidamente entrecomilladas, las palabras que siguen son de nuestra exclusiva autoría:

Esto que pasa
“La noche del 9 de noviembre de 1938, hordas de nazis atacaron a la comunidad judía alemana. Ante la mirada cómplice de las fuerzas del orden y la ‘desinteresada’ colaboración de la población civil se cometieron asesinatos, y se saquearon e incendiaron impiadosamente templos, viviendas y comercios. Los ataques fueron la consecuencia de un clima densamente caldeado, acicateado desde un estado totalitario que se preparaba para perpetrar una de las mayores masacres de la historia. Aquellos fatídicos sucesos son recordados como ‘La Noche de los Cristales Rotos’, o Kristallnacht en su idioma original.
“En conmemoración del 75° aniversario de aquel pogrom ocurrido ya no en los vulnerables shtetls de la atrasada Rusia, sino en pleno corazón de la modernidad europea, se celebró en la Catedral Metropolitana un acto interreligioso del que participaron integrantes de la comunidad judía, junto con representantes de distintas confesiones cristianas. Cuando el dueño de casa, el arzobispo de Buenos Aires Mario Poli dio comienzo al acto, un grupo de fieles de la Fraternidad San Pío X, orden fundada por el francés Marcel Lefebvre, prorrumpió con rezos a viva voz (o más bien a los gritos), al tiempo que repartían volantes con las consignas ‘Fuera adoradores de dioses falsos del templo santo’ y ‘Los pastores que llevan a los hombres a confundir el Dios verdadero con dioses falsos son lobos’. Luego de cruzar insultos con los asistentes al acto, y sólo cuando la policía ingresó al templo, los manifestantes se dieron en retirada.
“En principio, podría calificarse la performance de estos muchachos como intolerante, rayana con el antisemitismo, o directamente pronazi al afectar una celebración tan significativa y solemne como lo es la de la Kristallnacht. Esta manera de ver las cosas es la que sostuvieron Julio Schlosser, titular de la DAIA, y el rabino Abraham Skorka, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, ambos presentes en la Catedral. También el gobierno, a través de un muy cuestionado INADI, condenó los hechos, tratando de llevar agua para su molino, como queriendo decir ‘ven, ahí tienen a los intolerantes, nosotros somos profundamente democráticos, respetuosos de la diversidad, las leyes y la Constitución’.
“Pero hay otro modo de encarar la reflexión sobre lo ocurrido; en honor al análisis desapasionado, es necesario desdramatizar los hechos. Estos jóvenes fornidos –a quienes me atrevo a calificar de ‘idealistas’– que ingresaron a la Catedral no tuvieron la intención de faltarle el respeto a las víctimas del Holocausto. Podría pensarse que formar parte de la feligresía determinada es un hecho análogo al de militar en una u otra hinchada de fútbol. Sabido es que religión y deporte despiertan pasiones que no necesariamente obedecen a la razón, por lo cual estos fenómenos deben ser abordados desde el estudio de las pulsiones. Desde este punto de vista, lo de la Catedral se trató de una trifulca cercana al folclore futbolero antes que expresión del odio filonazi.
“La adscripción al catolicismo, al luteranismo, al islamismo o al judaísmo no es algo que el fiel elija, sino que le viene dado por tradiciones familiares y comunitarias. Lo mismo sucede con los sentimientos hacia Boca Juniors, River Plate, Independiente o el conjunto de mis amores, Racing Club de Avellaneda. Es mucha la pasión que se pone en juego, y a ningún simpatizante de la parcialidad xeneize le agrada ver que el equipo rival celebra la obtención del campeonato con una vuelta olímpica en la Bombonera. Del mismo modo, la burla del lunes de la que es objeto el hincha de un equipo derrotado no supone un ataque personal, sino una costumbre repetida generación tras generación, desde que el fútbol arraigó en nuestro país, hace más de un siglo. El fútbol sería solo una disciplina deportiva (como el lanzamiento de jabalina o el levantamiento de pesas) si se viese despojado de ese componente colorido que supone el “gaste” al adversario, la sustracción de una bandera, o los cantos en los que se señala al contrario como proveniente de un país limítrofe, portador de diferentes costumbres higiénicas a las propias. Todas esas actitudes variopintas convierten al fútbol en lo que es: pasión de multitudes.
“Los jóvenes ultramontanos que ingresaron a la Catedral obraron mal, lo que no implica que en ello haya habido mala intención. Simplemente quisieron manifestar su apego a la fe que los religa. Que haya sucedido en la conmemoración La Noche de los Cristales Rotos, o en la final de la Copa Libertadores, poco interesa a los fines de este análisis. Como un axioma matemático, la pasión no se demuestra ni se explica; simplemente existe y se manifiesta. Manipular con fines políticos los más arraigados sentimientos religiosos es una canallada. Y eso es lo que hace el gobierno nacional, el cual, tras la máscara de la tolerancia y el respeto, oculta una enorme hipocresía, como pocas veces se ha visto en la historia argentina”.

Yo (me) acuso
En su columna del 17 de noviembre en Diario Perfil, Eliaschev condenó a las “dos docenas los trogloditas que se metieron en la Catedral para impugnar una ceremonia ecuménica con judíos”. A pesar de ello, ratificó su tesis de la “hipocresía desaforada” de la DAIA y el oficialismo que, a través del INADI, “vociferan lastimeramente porque cerca de Mauricio Macri alguien dijo que Hitler fue ‘espectacular’”, pero que “jamás impugnaron el antisemitismo explícito y vulgar de Luis D’Elía”. Al menos en lo que refiere a esta última afirmación, el archivo demuestra que el planteo del periodista es inexacto.(1)
Eliaschev actúa del mismo modo que aquellos a quiénes dirige su crítica. Es llamativamente selectivo en la condena al antisemitismo. Por ese camino ingenuo, podría haber escrito el dislate que redactamos sobre los gorilas de la Catedral.

1. Clarín, 31/01/2009: “La titular del INADI intimó a D’Elía por supuestas declaraciones discriminatorias”.
Diario Perfil, 21/09/2010: “Dura respuesta de D’Elía a la DAIA. Lo tildaron de ‘judeofóbico’ por denunciar censura de Gvirtz y Szpolski”.
Ámbito Financiero, 24/06/2011: “DAIA acusa a D’Elía por antisemitismo”.