Celebró Israel sus primeros 65 años como Estado independiente

Sobre sueños y otras realidades

Tal vez el Salmo 126 -el fin del exilio y el retorno a Sión vividos como un sueño- sea el retrato más preciso de un momento, el del viernes 14 de mayo de 1948, cuando David Ben Gurión leyó, en Tel Aviv, la Declaración de la Independencia del Estado de Israel.
Por Moshé Rozén, Desde Nir Itzjak, Israel

A pocas horas de esa misma tarde, los ejércitos árabes invaden a Israel: la Guerra de Liberación concluye en julio del año siguiente, pero la existencia de un estado judío sigue siendo cuestionada hasta nuestros días por gruesa parte de los rivales derrotados en aquella contienda.

Los festejos del Día de la Independencia (Iom Haatzmaut, en hebreo) se desarrollan anualmente bajo el signo de ambos polos: la concreción del sueño sionista de soberanía y los desafíos que implica su inserción en una órbita  regional con identidades  étnicas, religiosas y culturales mayoritariamente distintas.
Estas celebraciones llevan el sello de un modelo conmemorativo que, si bien no es religioso, tiene un ritual fijo: ceremonias y agasajos oficiales, cantantes que giran entre las diversas ciudades, la entrega del Premio Israel a figuras sobresalientes en artes y ciencias, el Concurso Mundial sobre Biblia.

Para la mayoría de los ciudadanos la fecha tiene significados exentos de la formalidad gubernamental: este año, un millón de israelíes pasearon en los jardines y parques nacionales. Un amplio  sector dedicó el feriado a  una jornada de picnic.

Pareciera que la realidad de una soberanía judía es ya un dato obvio, sobreentendido. Pero, en 1896, cuando Teodoro Herzl publicó su libro «Der Judenstaat» (El Estado de los Judíos), fue percibido –inclusive por la mayoría de la judeidad europea- como una convocatoria utópica, irrealizable.
Es más: horas antes del acto fundacional de 1948, la conducción política del Ishuv –la comunidad judía en Palestina- se enfrentó al serio dilema en cuanto a las consecuencias prácticas de una declaración de independencia en condiciones militares y diplomáticas adversas; un tenso debate que no era unicamente político porque involucraba, también, el permanente conflicto entre utopía y realismo.
Ben Gurión resolvió confrontar los riesgos y posibilitar el nacimiento de un país soberano e independiente.

Necesitamos ahora un Ben Gurión que asuma el desafío de los 65 años de independencia: el diálogo con el pueblo palestino y el camino –pedregoso pero ineludible- hacia la paz.