Adelanto de la edición impresa

Israel espera ver si Hay Futuro

En su responsabilidad como jefe del Tesoro israelí, Yair Lapid tiene ahora la oportunidad de decidir si avanzar o no hacia una verdadera “nueva política”, tal como fuera el eslogan de su campaña electoral. Esta “nueva política” pasa por no repetir viejas recetas monetaristas que impusiera el tatcherista Bibi Netanyahu cuando ocupara el mismo puesto hace 10 años; pasa por exigir el retorno a la mesa de conversaciones con los palestinos, por impulsar allí una oferta generosa, y por priorizar los aspectos de seguridad y no  el resguardo de cada una de las colonias establecidas legal o ilegalmente en Cisjordania.

Por Shlomo Slutzky

«Yair Lapid no se entusiasma con la solución de ‘Dos estados para dos pueblos’». Así le dijo Naftali Benet, el nuevo ministro de Economía y Comercio israelí al canciller noruego Espen Barth Eide, durante su reciente visita a Israel, al hablarle del panorama político tras las elecciones de enero último.
La coalición Likud -Beitenu, el frente encabezado por Netanyahu y Lieberman se vio golpeada por el electorado, que les quitó un cuarto de su poder parlamentario (de 43 a 32 diputados) y surgieron dos fuerzas encabezadas por dos relativamente jóvenes líderes sin experiencia parlamentaria o en puestos de decisión -Benet y Lapid, con 12 y 19 diputados respectivamente- pero, salve Dios, no hay que preocuparse: no hay mayoría parlamentaria para llegar a materializar la solución de dos Estados, que Noruega apoya política y económicamente.

Yair Lapid es considerado como el gran vencedor de las elecciones. Durante la campaña proselitista, en la que introdujo masivamente la utilización de internet y Facebook, hizo uso perfecto de su «charm» de presentador de TV, escritor y musculoso karateca y boxeador, junto con sus llamados a una «Nueva política». Su elección de la educación como lema preferencial, sus ambiguas posiciones en temas de seguridad y la autoproclamación como «paladín de la case media israelí», le otorgaron la posibilidad de encabezar una bancada de 19 diputados (en un parlamento de 120), dejar fuera del gobierno a los ultrarreligiosos y posicionarse desde el momento de conocerse los resultados de las elecciones en el candidato a Primer Ministro en las próximas elecciones.

Pero en realidad, quien realmente festeja en estos días es Naftali Benet, este millonario israelí con pasado de comando especial en las FF.AA. y exitoso pasar por el mundo de la alta tecnología, que lograra reinventar el viejo Partido Religioso Nacional (MAFDAL, 3 diputados en las elecciones del 2009), unirlo con un partido de ultraderecha con dos diputados en su haber, ponerle el nombre algo excluyente de «El Hogar Judío» y -arrancando votos al Likud y a la ultraderecha- cortar la cinta de llegada con 12 diputados.
Gran parte de esta bancada está compuesta por colonos de Cisjordania, activistas en contra de todo acuerdo de paz con los palestinos que implique cierta cesión de territorio o autoridad. El mismo Benet levantó durante toda la campaña proselitista la bandera de un NO a «Dos Estados para dos pueblos», apoyando planes de anexión formal de territorios palestinos a Israel («El mundo protestara un poco y luego lo aceptará”) y la transferencia de población palestina al exterior.
“Transferencia voluntaria», aclarará Benet en cada ocasión, buscando evitar la sanción moral de que un diputado del Estado democrático de Israel apoye la expulsión compulsiva de habitantes de territorios ocupados de sus tierras, lo que en la práctica y mediante distintas estrategias vienen haciendo los gobiernos de Israel hasta el día de hoy, actuando abiertamente contra la ley internacional y los acuerdos de Ginebra sobre territorios ocupados en conflicto.

¿Irá Lapid hacia una “Nueva Política”?
Por el contrario, Yair Lapid no festeja en estos días. Las consignas de su campaña en defensa de la clase media, los estudiantes y los jóvenes, le obligó a asumir la jefatura del Tesoro y su consigna: «¿Donde está la plata?» que le valiera varios mandatos más, le obliga ahora a contestarla por él mismo.
Y si realmente está interesado Lapid en responder, deberá bajarse del árbol de la duda y la cara bonita, y poner las cartas sobre la mesa: no recortar la educación universitaria y los servicios sociales de los ciudadanos, no aumentar un 1% en el IVA –algo injusto de por sí- y no reducir el 10% el sueldo de los diputados. Ninguna de estas propuestas de los expertos del Tesoro será una «Nueva Política», sino que repetirá viejas recetas que impusiera el tatcherista Netanyahu cuando ocupara la jefatura del Tesoro, 10 años atrás.

«Nueva Política» sería escuchar lo que le dicen varios de los diputados de su bancada que llegaron de la izquierda y el movimiento por la paz israelíes, y comprender que sólo la paz podrá ser el lecho indicado para la materialización de sus consignas eleccionarias.
Se lo dice hoy el ministro Yaakov Peri, quien fuera jefe del Shabak (servicio de Seguridad israelí), que no tuvo empacho en hablar a favor de un Estado palestino en la película israelí que llegó al Oscar («Los guardianes»). Se lo dice Yael German, su número 2 y hasta hace unas semanas intendente de la ciudad de Hertzlía en representación del partido de izquierda Meretz. Se lo dice su amigo y hoy diputado y consejero político, Ofer Shelaj, quien perdiera un ojo en combate pero quien -con el ojo que le queda- ve la paz como camino imprescindible para resguardar la integridad social y moral de la sociedad israelí. Y se lo dicen cientos de miles de votantes jóvenes que pusieron en la urna Iesh Atid («Hay futuro»), creyendo que realmente hay un futuro diferente y posible. Y que Yair lapid sabrá acercarlos al mismo.

Hay quienes critican a Lapid por haber aceptado un puesto que requiere un profundo conocimiento de la economía. Sin embargo, las verdaderas decisiones no pasan hoy por la aprobación de las propuestas de los tecnócratas del Tesoro, sino por exigir al Gobierno y a Netanyahu el retorno a la mesa de conversaciones con los palestinos, aún a costa de una congelación de la construcción en las colonias de la Cisjordania durante los meses que duren las tratativas. Pasan por exigir que Israel haga una oferta generosa a los palestinos y que se empecine sólo en aspectos de seguridad y no en resguardar cada una de las colonias establecidas legal o ilegalmente en Cisjordania.

Lapid tiene la fuerza para hacerlo, a costa de la alianza política con Benet, y tiene el apoyo de la mayoría de los israelíes que están dispuestos a un acuerdo de «Paz a cambio de territorios», con apoyo norteamericano y de la Liga Árabe, que recientemente volviera a apoyar su resolución del 2002 de establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel en el momento en que se llegue a un acuerdo con los palestinos.
Lapid no tiene que entusiasmarse personalmente con la solución de «Dos Estados». Sólo tiene que apoyarlo aunque sólo sea porque le servirá para tener más éxito en su tarea ministerial.
Lapid tiene la fuerza. Pero necesita las agallas.
Israel espera ver si «hay futuro».