Elecciones 2013

Escenarios posibles

Todos esperaban que la sociedad israelí se volcara definitivamente hacia la derecha más dura, ratificando una tendencia lenta pero que sin pausa se empezó a revelar desde el colapso de los acuerdos de Oslo en el inicio de la primera década de este siglo. Pero el electorado israelí apretó el freno, sintió que la alianza entre Benjamin Netanyahu y Avigdor Lieberman ya era suficiente y volvió a inclinarse hacia el centro en las últimas elecciones. Esto explica la aparición en el escenario político de Yair Lapid y de su partido Yesh Atid.
Sin embargo, todo indicaría que mucho no va a cambiar en la política israelí. Bibi podría seguir con sus políticas priorizando la cuestión iraní por sobre la palestina, mientras trata de dar respuesta a las demandas económicas y sociales.
Por Damian Szvalb*

El Likud que ganó estas elecciones es distinto al que formó gobierno en 2009 después de salir segundo detrás de Kadima. En aquella oportunidad cerró un acuerdo con el ala más dura de la derecha de aquel momento conducida por Lieberman. Se sintieron tan cómodos gobernando en conjunto que ahora materializaron esa unión presentándose juntos en esta ronda electoral. Es decir que aquella centro-derecha, que históricamente representaba el Likud, ya se había corrido a la derecha abandonando el centro.
En este contexto, es Lapid quien le ha servido a buena parte del electorado para marcar un límite al intento de Naftali Bennet de radicalizar la alianza de Bibi y Lieberman. Eso es lo que propone su partido la Casa Judía. No sólo representa las demandas de los colonos y al nacionalismo más duro, sino que explícitamente se opone a la solución de dos Estados para resolver el conflicto israelí-palestino.

Si finalmente Lapid acuerda con Netanyahu, su partido Yesh Atid funcionará como la cobertura centrista, un papel que hizo hasta hace poco, con poco éxito, Ehud Barak. El gran problema para Yesh Atid es que ese papel siempre es secundario y le costará mantenerse y crecer como una verdadera opción de poder, ya que podría ser arrastrado por la dinámica que Bibi le imprima a su gobierno.
En definitiva, Lapid fue para los israelíes la opción más clara para contrabalancear la derechización del arco político israelí.

Bibi también tendrá la chance de transformar una importante caída electoral en algo mejor. Si juega con Lapid, y lo incorpora como el socio más importante del gobierno, podría evitar seguir deteriorando su relación con Estados Unidos y Europa, quienes temblaban con la sola idea de que la ultra derecha de Bennet hiciera una elección que le permitiera entrar con fuerza en la coalición. Además, con Lapid adentro, podría descomprimir la presión de varios sectores de la sociedad que quiere respuestas sobre la situación económica. Lapid centró su campaña en la agenda económica y social.
Por otro lado, Lapid no se indignaría demasiado con la política que siguen Bibi y Lieberman con respecto a los palestinos, aunque no avalaría un endurecimiento de la actual política de asentamientos ni dejaría que se explicite que la solución de dos Estados ya es inviable. Eso lo garantizaba Bennet.

Por todo esto, un acuerdo con Lapid, en el mejor de los casos, mantendría las cosas más o menos como hasta ahora. Bibi podría seguir liderando el espacio, no empeoraría sus relaciones con el exterior y se encargaría de la agenda económico-social. También podría decir que interpretó muy bien lo que la sociedad israelí quiere.

Netanyahu también tendrá que mostrar muñeca política para mantener la convivencia entre los partidos con menos representación, a quienes también necesita para armar una mayoría firme. Parece difícil que incorpore al partido de Bennet y a los religiosos del Shas y del Frente Unido de la Torah (generalmente con posturas extremas en temas sensibles) en una misma coalición con Lapid. Para eso, debería lograr un delicado equilibrio entre el laicismo de Lapid y su explícito apoyo a anular la exención del servicio militar a los grupos ultraortodoxos y el rechazo de esos partidos para modificar el statu quo. Sin embargo, sí podría contar para esa jugada con el Partido Religioso Nacional, que apoya las mejoras sociales así como la igualdad de deberes y derechos.
Por otro lado, si pacta con el laborismo o con el partido de Tzipi Livni, deberá mediar entre ellos y Lieberman cuando intenten reflotar las negociaciones con los palestinos.

Pero en definitiva, todo indicaría que mucho no va a cambiar en la política israelí. Bibi podría seguir con sus políticas priorizando la cuestión iraní por sobre la palestina, mientras trata de dar respuesta a las demandas económicas y sociales.
Que no se produzcan grandes cambios es una buena noticia sólo teniendo en cuenta que las encuestas marcaban que la ultra derecha iba a transformarse en un actor clave en el próximo gobierno.

* Politólogo, analista internacional.