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Lo sagrado y lo secular de Iom Kipur

Tzavta llevó a cabo una jornada de reflexión en ocasión de Yom Kipur. De la actividad, que contó con más de 130 asistentes que llenaron el salón de actos de la institución, participaron el sociólogo especializado en educación y juventud Jorge Elbaum, la antropóloga y ensayista Marta Riskin, y el historiador de temas bíblicos Guillermo Sucari. Jonatan Lipsky, nuevo sheliaj de Hashomer Hatzair, ofició de coordinador de las ponencias y el debate.

Por Ariel Abramovich

Luego de escuchar el Kol Nidrei, interpretado por el grupo vocal de Tzavta, Jorge Elbaum expuso acerca de las variables que vinculan a lo sagrado con lo profano y del peso diferente que en lo cotidiano tienen ambas instancias. “Lo sagrado y lo profano constituyen dos situaciones existenciales asumidas por el hombre a lo largo de toda su historia. Lo sagrado es algo liberador, porque nos traslada a un espacio más confortable, más significativo, más profundo. Con lo sagrado nos sentimos menos solos, menos vacíos, más relacionados con nuestra historia. Lo sagrado es una zona de anclaje”, explicó el sociólogo.
De ahí surge que en muchas tradiciones, la judía entre ellas, la oposición entre lo sacro y lo profano se traduce a veces como lo real versus lo ficticio, donde existe un tiempo para lo secular, que aplica a lo que no es trascendental, y otro tiempo detrás, que tiene que ver con lo sagrado, que es el tiempo absoluto, el de las cosas importantes.
Es habitual que quienes defienden exclusivamente lo sagrado, suelen desprecian lo cotidiano. “Un religioso tradicional puede considerar que sus acciones con los hombres son independientes de sus relaciones con Dios. Esta es una escisión muy problemática. Si aceptamos esta dicotomía, nos roban lo sagrado, porque lo sagrado también está en la vida cotidiana, en la posibilidad de honrar la vida, y de ser sujetos de acciones, de responsabilidades. Y de palabra. Donde lo sagrado no sea solamente puesto en un momento especial diferenciado, sino también en la vida cotidiana. No podemos justificar nuestras bajezas porque se dan en el mundo de lo profano. Lo secular, lo cotidiano, lo profano, también tiene que estar inserto en lo que suponemos como sagrado”, afirmó.
Es desde esta convicción que el especialista en educación y juventud señaló la necesidad de pensar el Día del Perdón desde la defensa de lo sagrado, pero no como un compartimiento estanco exclusivo de los religiosos, sino como un momento en que lo sagrado penetra en la vida cotidiana. “Iom Kipur constituye un diálogo entre ambas tradiciones polarizadas, la sagrada y la profana, y las articula. Relaciona lo sacro con la comunidad, con el perdón, con el ejercicio de una relación solidaria de respeto y de imperfección propia, incluso de sanación luego de la limpieza, siempre y cuando seamos capaces de pedir perdón o de perdonar. Es una oportunidad para ser mejor gente. Hay un componente sagrado en ser una buena persona, en ser parte de una construcción social más digna”, destacó Elbaum.
También advirtió que no hay que dejarse seducir por la sacralidad vacía, en una velada referencia a ciertas iniciativas del rabino Sergio Bergman. “Debemos incluir la introspección, que no es meditación, que hoy está tan de moda, e incluso es difundida de la mano de un rabino legislador”, señaló. Luego explicó que en la tradición hindú la meditación supone una especie de vaciamiento. “Vaciarse no es algo ni bueno ni malo, es otra cosa: un desentendimiento, un alejamiento de las presiones. Pero al pueblo judío le resulta muy difícil desentenderse. Sufre y pena por la dolorosa carga de una historia. No quiere vaciarse para evitar la presión de los poderes fácticos. Quiere y necesita relacionarse con los otros, con la comunidad; por eso se necesitan 10 personas para un Minián. Podemos hacer muchas cosas para no sentir el agobio, pero no a costa de vaciarnos de sentido”, manifestó.
A modo de síntesis, Elbaum destacó que Iom Kipur es introspección, es humildad y es reclamo. “Tres prácticas inhabituales que se convierten realmente en sagradas si las producimos. Lo sagrado es posible hoy entre nosotros, no permitamos que nos roben lo sagrado”.

Historia de una tradición
Luego fue el turno de Guillermo Sucari. El historiador dio cuenta del origen histórico de las tradiciones rituales hebreas, fundamentalmente en el marco de las civilizaciones mesopotámicas del tercer milenio de la era común.
“Hoy en día, estamos dislocados de lo cósmico, de los ritmos más sentidos, de los ciclos biológicos, de los ritmos de la naturaleza. En definitiva, estamos dislocados de nuestros orígenes. Celebraciones como Rosh Hashaná y Kipur evocan el origen”, destacó Sucari.
Luego explicó el origen de esas tradiciones judías, que tienen anclaje común con otras culturas, incluso prexistentes al propio pueblo hebreo. “Los textos sagrados de la civilización babilónica hablaban de una cosmogonía, del Diluvio o del mito de la Serpiente. Se trata de textos que forman nuestra tradición, sin copiarlos, porque integraban el acervo de nuestros orígenes”, subrayó, al tiempo que advirtió que: “Al omitir esta pertenencia, estamos perdiendo la oportunidad de saber de dónde venimos, de saber cuál es el punto de partida. Y también de apreciar la maravillosa transformación que de todos esos relatos hizo la Biblia, que los resignificó y le dio una impronta original y única”.
Para entender mejor el significado de las fechas sagradas en la tradición judaica, Sucari describió cómo eran las celebraciones del año nuevo babilónico. “En Babilonia el año nuevo servía para recrear el mito original, para revivir el momento de la creación, cuando se produjo una guerra entre el caos y el orden; un concepto también retomado por la tradición hebrea. Y revivir el momento de la creación representa un tiempo que no fue, un tiempo que siempre es”, sostuvo.
Entre los aspectos más interesantes de las celebraciones babilónicas, se destaca el hecho de que todo el ciclo sagrado duraba 12 días, lo que representa otra similitud con nuestros Días Terribles. En la misma línea que la tradición hebrea, las ceremonias de Babilonia finalizaban con una serie de rituales de purificación, que incluían un ayuno, y también soltar un chivo, expiatorio, que liberaba a la comunidad y a los individuos de sus pecados y culpas.
“Este es el origen de nuestros nuestras tradiciones –afirmó el historiador-. Es desde este punto de partida común con otras tradiciones, que finalmente se perdieron en la historia, en torno a los cuales los hijos de Israel se convirtieron en pueblo y salieron del tiempo mítico para proyectarse a la historia, hasta tal punto que esta noche estamos aquí festejando el año 5773”.

Instancias de vida en comunidad
La ensayista Marta Riskin, por su parte, abordó el tema de Iom Kipur desde la perspectiva de las implicancias para la vida comunitaria, en el ámbito del judaísmo, de los puntos de encuentro entre lo sagrado y lo secular. “Ninguno de nuestros maestros plantea diferencias netas entre lo sagrado y lo secular, y esa es una de las características propias de la religiosidad judía. En el judaísmo resulta imposible vivir la experiencia de lo sagrado en intimidad y hasta en soledad. La experiencia sagrada judía sucede únicamente dentro de la comunidad”, explicó la ensayista. Y fue más allá al afirmar que en el judaísmo cada acción humana posee connotaciones espirituales y ocasiona consecuencias comunitarias. “Y esto ocurre porque el tiempo sagrado judío se localiza dentro del tiempo profano –sostuvo-. Los judíos habitamos una historia en desarrollo y basada en la idea de una alianza entre Adonai y la humanidad. Él creó el mundo. Nosotros debemos repararlo”.
Posteriormente, Riskin brindó un análisis acerca de los abordajes que los filósofos le dan a la religión. “Algunos pensadores hallaron el origen de la religión en la necesidad de garantizar la cohesión social y la supervivencia de los primeros grupos humanos y otros, más tarde, descubrieron su capacidad para exorcizar el miedo, conducirnos a la alienación y proporcionarnos refugios ilusorios al deseo y la incertidumbre. También, demostraron que el fenómeno religioso inauguró los primeros ejercicios de poder de la humanidad”, explicó.
Luego, el siglo XX, tuvo numerosas estructuras de poder fundadas en dogmas, muchos de los cuales rechazan los principios religiosos. No obstante esas experiencias, “en la actualidad lo sagrado continúa interrogándonos”, afirmó Riskin.
La antropóloga ofreció algunos ejemplos de análisis concebidos por intelectuales judíos respecto a la religión. El primero fue el del rabino Abraham Heschel, que consideraba que la fe debe traducirse en compromisos sociales prácticos y concretos. “Motivo suficiente para que el pueblo judío asuma la obligación de ocupar la vanguardia del trabajo por los derechos humanos, la democracia y contra la pobreza, para de esa manera construir un mundo mejor”, destacó.
Luego citó a Franz Rosenzweig, para quien conocer la Ley es algo inexcusable, más allá que la observancia sea una decisión personal. Para Riskin, la gran revelación que aporta el autor es enseñar que: “El hombre es el hombre, el mundo es el mundo y Dios es Dios, y la separación que aparentan en la vida cotidiana no existe, porque fuera del pensamiento sólo existe el flujo de la vida”.

Palabras del nuevo sheliaj
Cerró la actividad Jonatan Lipsky, sheliaj de Hashomer Hatzair recientemente llegado de Israel, quien enunció el modo en que lo sagrado y lo profano se entrelazan en la misión para la cual fue enviado. “Para alguien que se ocupa de la resolución de conflictos, que es una de mis dos especializaciones universitarias, creo que lo sagrado es el diálogo. En la medida que no existe el diálogo es muy difícil llegar a un acuerdo entre las partes, a un entendimiento compartido. Asimismo, desde mi carácter de sheliaj, una de las cuestiones que pueden llegar a ser sagradas es el tema de la educación, en el que voy a estar trabajando durante estos dos años”, manifestó.
También destacó que haber sido enviado especialmente desde Sión a Buenos Aires ratifica el concepto del vínculo interno que une al pueblo judío. “Ni bien aterricé me dieron a entender que voy a ser un articulador entre los distintos trabajos que existen acá en Tzavta. Desde mi punto de vista como sheliaj, lo sagrado en un centro comunitario es la gente que trabaja, que día a día saca adelante los diferentes proyectos”.
Finalmente, Lipsky puso en relieve la importancia de mantener un diálogo en el ámbito de la comunidad, de modo tal que la gente incremente su participación. “Esto también es una nueva invitación a formar parte de este centro comunitario, para que Tzavta siga creciendo. Creo que hay un marco favorable para la gente que quiere participar, sin que haya una obligación de comprar un derecho como socio, sino por la identificación con el ADN de Tzavta, con el que muchos están identificados”.