Muere un segundo inmolado por problemas sociales en Israel

Una tragedia personal social

Pese a que la credibilidad de Netanyahu se ve constantemente reducida, el gobierno que él lidera aún logra evitar que las exigencias en relación a las promesas "sociales" que repartiera para dispersar las manifestaciones de 2011 lo comprometan seriamente. Así las cosas, uno de los factores que más irritación producen entre quienes participan de la protesta social de este año son las polémicas expresiones del Primer Ministro, entre las que se destacan las poco felices declaraciones vinculadas al impactante fenómeno de los inmolados a lo bonzo.

Por Shlomo Slutzky

Al cumplirse un año de la ola de protesta social que sacara a centenares de miles de indignados israelíes a la calle tras la consigna de «El Pueblo exige justicia social», pareciera que el gobierno israelí logra evitar que las masas lleguen a sus puertas para exigir el pago de las promesas «sociales» que repartieran para dispersar las manifestaciones de julio-agosto del 2011.

La amenaza iraní –no inexistente, pero seguramente inflada para justificar de antemano potenciales futuras acciones-, la crisis económica mundial y el muy duro verano 2012, amen de discusiones entre los organizadores de la protesta «indignada» del 2011 sobre el camino a tomar para el logro de los objetivos, fueron factores que dificultaron el retorno masivo de las masas a la calle.

Y sin embargo, a principio de agosto, diferentes organizaciones y algunos de los jóvenes líderes de las movilizaciones de 2011 –entre ellos quienes consideran que la protesta social debe encontrar su camino de expresión parlamentaria en las próximas elecciones y quienes escapan a esta propuesta por temor a las enfermedades de la «política»- aunaron fuerzas a principio de agosto en una renovada serie de manifestaciones a lo largo de todo el país.
Estas manifestaciones se realizaron en el fin de la semana en que falleciera el segundo «inmolado» al estilo bonzo en protesta por la situación social. En esta oportunidad se trató de un veterano de guerra herido en servicio. Fue también la semana en la que el jefe de gobierno Netanyahu y su ministro de economía Yuval Shtainitz impusieron nuevos recortes presupuestarios, subieron los precios de servicios públicos y elevaron la tasa de impuestos antisociales como el IVA. Y la semana en que a pesar de la exigencia de la Suprema Corte de Justicia, y de la mayoría laica israelí, de poner fin a la exención automática del servicio militar de decenas de miles de jóvenes ortodoxos por año, Neyanyahu decidió apoyar a los partidos ultrarreligiosos a los que ve como «socios naturales.
Estas decisiones, que ya le costaron a Netanyahu la salida del partido de centro Kadima de su coalición de gobierno, tuvieron su expresión también en sondeos de opinión en los que el actual primer ministro llegó al mínimo de apoyo en los tres años y medio de su actual gobierno. Según el sondeo publicado el viernes por matutino Haaretz, si en abril Netanyahu gozaba de un 51% de satisfacción del público por su mandato, en el mes de junio este apoyo se vio reducido al 41% y llegó a fin de julio al 31%. A la vez, su ministro de economía, Shtainitz, goza de apenas un 19% de apoyo a su labor ministerial.
La credibilidad del gobierno de Netanyahu ante el público se ve constantemente reducida, dados sus cambios pendulares respecto al apoyo a la «reducción de impuestos a los fuertes para que arrastren arriba a toda la economía», y un supuesto apoyo a las exigencias de los cientos de miles de manifestantes del verano pasado, pero explicando que «la situación económica nos exige hoy más recortes presupuestarios «para no llegar a la situación de España y Grecia».

Pero, quizás, lo que más logra sacar a la calle a decenas de miles de «indignados» israelíes son las expresiones de tono altanero de Netanyahu. Una de las últimas de ellas fue: «No hay comidas gratis», explicando que la protesta social logró la ley de educación gratuita desde los tres años, pero esta exige un precio social.
Y aún más polémica fue la expresión: «Una tragedia personal». Con estas palabras intentó semanas atrás Benjamin Netanyahu describir la inmolación y posterior muerte de Moshé Sliman en medio de una manifestación por la justicia social. A esta muerte se sumó esta semana «Otra tragedia personal», la de Akiva Mafa’i, un lisiado de guerra que eligió inmolarse en la parada de un autobús, desesperado por la situación económica en la que se hallaba en los últimos meses, sin solución por parte de las autoridades.

«El efecto Sliman», así se denomina ya a la cadena de cuatro intentos de suicidio aparentemente inspirados en la inmolación de Moshé Sliman en la manifestación social que tuviera lugar a mediados de julio. Sliman, quien fuera rechazado o «bicicleteado» por las instituciones públicas a las que había acudido en búsqueda de ayuda después de verse obligado a abandonar su vivienda, alertó en más de una oportunidad sobre la falta de alternativas en la que se encontraba, sin encontrar ayuda.
La muerte de Mafa’i se produjo en el día en el que entraron en regla los nuevos recortes presupuestarios en servicios sociales, los aumentos de impuestos a la clase media resguardando la «impunidad» de los grandes empresarios y propietarios, a los que Netanyahu y su ministro de economía Shtainitz consideran como «el motor de la economía», y que de ser afectados podrían decidir cerrar sus empresas y trasladarse al exterior.
Los líderes de las organizaciones sociales que apoyan la protesta contra la política gubernamental, así como los familiares de los dos inmolados, rogaron al público israelí a no seguir el camino de Sliman y Mafin, pero como ocurre en muchas oportunidades en situaciones de crisis, casos que llegan a los titulares invitan a ser imitados.

La familia de Silman se dirigió al pueblo israelí con una llamada a que todos los que se encuentran en una situación difícil, que no elijan el camino de Moshe. “Este acto fue fruto de su deseo de expresar su desesperación y dolor… Llamamos al Gobierno a sacar lecciones de este incidente impactante y a encontrar el modo de ayudar a la gente que está en una situación difícil”, fue el mensaje de la familia.
Pero para Netanyahu, se trata de «otra tragedia personal», por lo que no hace falta sacar lecciones o conclusiones…