Síntesis histórica y sociológica

Fútbol y discriminación en Argentina

Divulgado en estas pampas de la mano de los elitistas colegios británicos de fines del siglo XIX, el fútbol tuvo desde su nacimiento la impronta prejuiciosa con la que las clases privilegiadas miran a los sectores populares. Tras la rápida transformación que hizo del otrora deporte british una pasión de multitudes, esa misma matriz discriminatoria, lejos de desaparecer, se trasladó a otros colectivos sociales, integrados por las actuales víctimas de la segregación racial en Argentina.

Por Darío Brenman

Todos los aspectos de la discriminación están puestos en los estadios de fútbol. El diferente, aquel que no forma parte del colectivo argentino, es puesto en tela de juicio en este deporte: «Son la mitad más uno, pero en Bolivia y Paraguay; yo a veces me pregunto, che negro sucio, si te bañás. Boca que asco te tengo…», se escucha desde la tribuna de Racing. Los hinchas saltan, agitan sus manos y sonríen. Es el folklore del fútbol, dicen algunos. Desde el sector xeneize, responden: «Son todos putos los de la Guardia Imperial, son todos putos los de la Guardia Imperial…».
Los cantos racistas y xenófobos en el fútbol son reiterados, con el agravante que existen pocas políticas para prevenir este tipo de situaciones. Los clubes, principales actores en este escenario, son los que deberían tomar iniciativas en este sentido; sin embargo, su máxima preocupación está orientada a que no ocurran incidentes entre los hinchas. Los otros problemas que rodean a este deporte, como es la cuestión de la discriminación y la xenofobia, muchas veces se naturalizan, quedan impunes o se sancionan solamente a los clubes más chicos.

Las medidas que se han tomado hasta el momento parten desde el Estado a través del INADI y desde la Asociación del Futbol Argentino (AFA), que en su artículo 88 del reglamento de Transgresiones y Penas expresa: «Se impondrán sanciones al club cuyo público, antes, durante o después del partido, exhiba pancartas o símbolos discriminatorios (…), o entonen a coro estribillos o canciones con igual contenido». Este artículo permite que los árbitros paren el partido cuando se escuchan cánticos racistas. Aún así las medidas son para atacar más los efectos y no las causas de la situación.
Para el sociólogo Daniel Salerno, «en una sociedad racista, si al otro se lo ve como a un inferior se le aplican los atributos negativos. En el caso del fútbol se ejerce un racismo ligado a las clases populares, al color de piel, al tipo de inmigración. Lo terrible de pertenecer a una sociedad racista es que uno, muchas veces estando en contra, igual termina reproduciendo este tipo de estereotipos. Por eso hay que apelar a la educación, a la prevención con campañas a largo plazo”, sostiene.

En relación a la cobertura que los medios de comunicación hacen del fútbol, algunos analistas destacan que el primer antecedente serio de discriminación ocurrió a comienzos de la década del ‘70, cuando en una trasmisión radial el periodista Pepe Peña atribuyó la sequía de campeonatos de River Plate a la raza del director técnico del equipo. «A River le pasa esto por contradecir su historia –afirmó el relator- ¿Cuándo se vio que los negros dirijan a los blancos?», remató para denostar al jogo bonito de Didí, eximio ex jugador de color, bicampeón mundial con la selección de Brasil, y técnico de la selección peruana que en la mismísima Bombonera eliminó a Argentina del Mundial ‘70.

Aspiraciones anglosajonas
La discriminación en el fútbol no puede tomarse como un hecho aislado de la matriz de discriminación en Argentina. “Las ideologías de la superioridad racial estuvieron presentes desde el inicio de la Conquista y colonización. Teorizadas y explicitadas más tarde, sobre todo en numerosos textos del siglo XIX, parecen perdurar de modo silencioso y vergonzante en las manifestaciones actuales de racismo, discriminación y exclusión”, analiza el sociólogo Mario Margulis en su obra “La Segregación Negada”.

Durante el siglo XIX la Argentina libra luchas por la Independencia y se va constituyendo lentamente como nación. La población experimenta fuertes cambios debido a la imposición de políticas vinculadas al desenlace de las pujas internas, de las que resulta triunfante un nuevo modelo económico y social. El hecho más trascendente en el plano de las políticas de población es la inmigración extracontinental, que empieza a efectivizarse en las últimas décadas del siglo, como resultado de ideas explícitas acerca del tipo de poblador que deseaban los grupos que ostentaban el poder luego de la guerra civil.
Como sostenía Juan Bautista Alberdi, uno de los referentes de la generación del ‘37: “Con tres millones de indígenas, cristianos y católicos, no realizaríais la República ciertamente. No la realizarais tampoco con cuatro millones de españoles peninsulares, porque el español puro es incapaz de realizarla, allá o acá. Si hemos de componer nuestra población para nuestro sistema de gobierno, si ha de sernos más posible hacer la población para el sistema proclamado que el sistema para la población, es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona. Ella esta identificada al vapor, al comercio y a la libertad, y nos será imposible radicar estas cosas entre nosotros sin la cooperación activa de esa raza de progreso y de civilización”.

Desde el inicio de su expansión en Argentina, el fútbol no estuvo ajeno a esa prédica anacrónica. De hecho, su práctica inicial, fue exclusiva de los ingleses. 1914 marca un punto de inflexión para analizar las tensiones entre esa matriz fundacional discriminatoria y las clases populares en Argentina. Ese año, Racing Club, un equipo nacido en los barrios populares, se coronó campeón del torneo de Primera División de la Asociación Argentina de Football.
Este cambio ocasionó que los medios de comunicación ligados a los sectores privilegiados de la sociedad trataran con desdén o con desprecio a los buenos jugadores surgidos de segmentos populares que ya sobresalían en nuestro país.

Rechazo a lo popular
En “Fútbol y Discriminación Social”, un excelente trabajo realizado por el Sociólogo Roberto Di Siano, se analizó en el diario La Nación la significación de la figura del “crack” en los jugadores nacidos en los barrios porteños o bonaerenses. Dicho concepto no hacía otra cosa que llevar el antagonismo sarmientino de Civilización y Barbarie a los ámbitos futbolísticos. “Intentando resolver esa misma tensión, La Nación levantaba altares a los baluarte del equipo de Alumni, que se conformó con ex alumnos de uno de los colegios británicos instalados en el país. En cambio, cuando describe al ‘crack’, lo hace de una manera despectiva, tratando de despojarlo de todo valor”, explica Di Siano.
Así, en el periódico de los Mitre era posible encontrar opiniones como: “No es un excelente jugador. No es un Rithner o un Jorge Brown, que además de su juego, en su espíritu deportivo están colocados en el plano superior”.
Pero también, sostiene Di Siano, “en este mismo matutino se apelaba a los estereotipos negativos del crack indagando en su vida privada, en relación a su pereza para entrenar o la irresponsabilidad propia de ese tipo de personalidades que con semejantes rasgos amenazan la vida en sociedad. Para el matutino el jugador de ascendencia anglosajona era el modelo a seguir”.

Las tensiones y el discurso positivista, por lo menos en el fútbol, menguó en la medida que los éxitos futbolísticos a nivel internacional se fueron consagrando. Así fue que para las primeras décadas del siglo XX la selección nacional se alzó con cuatro torneos sudamericanos y obtuvo un muy buen desempeño en los Juegos Olímpicos de Amsterdam en 1928, al alcanzar la medalla de Plata.
Para ese mismo período, otra selección que estaba en auge fue la uruguaya. Cuando en 1930 se jugó la primera Copa del Mundo en Uruguay, las fobias y los recelos, y el sentimiento antiargentino, se evidenciaron en la final de dicho torneo, que enfrentó a ambos equipos rioplatenses.
La buena performance argentina generó recelos en otras parcialidades, y los partidos eran caldo de cultivo de expresiones xenófobas que estuvieron basadas en percibir al otro como una suerte de contrincante desleal en procura de alcanzar el éxito deportivo a cualquier precio.

Puntos de inflexión
Los años ’30, signados por el llamado Fraude Patriótico, se caracterizaron también por los migrantes que se desplazaron del campo a las grandes urbes, principalmente Buenos Aires. Este fenómeno sirvió para que años más tarde aumentara significativamente la cantidad de público en los estadios de fútbol. De más está decir que si bien estos nuevos migrantes contaron inicialmente con el desprecio sociocultural de los habitantes urbanos, el fútbol les brindó algunas herramientas para interactuar con los actores locales de una manera no tan conflictiva y disfrutar al menos de una pertenencia común.

El fuerte apoyo popular que posibilitó el advenimiento del peronismo produjo una gran tensión política y económica entre el modelo tradicional anglosajón imperante hasta ese momento y las nacionalizaciones de empresas controladas por capitales de ese origen. Para Di Giano, en esa etapa se modificó el perfil elitista de muchas instituciones. “Los clubes de fútbol se abrieron a los sectores populares, quienes amparados por el Estado vencerían muchos obstáculos sociales y culturales que le impidieron en el pasado adquirir menor grado de subordinación”, sostiene el sociólogo.

Luego del golpe de 1955, el fútbol comenzó nuevamente a internacionalizarse. Mirar equipos extranjeros y copiar modelos sin priorizar nuestra propia identidad nacional fue moneda corriente. A esto hay que sumarle la utilización política implementada por los militares durante el Mundial ‘78. Y la profundización del neoliberalismo impulsada en la década del ’90, que además de hacer estragos a nivel político, económico y cultural, en el ámbito de los espectáculos deportivos, y específicamente en el fútbol, potenció un clima de violencia, discriminación y muertes nunca visto hasta ese momento.