Las mujeres lideran la respuesta a la represión

Egipto en una nueva encrucijada

Al cabo de un año del comienzo del proceso que derivó en las primeras elecciones democráticas de Egipto, la estabilidad del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas se desmorona. La chocante imagen de una brigada de militares apaleando a una mujer sobre el piso de la plaza Tahrir provocó una nueva sucesión de protestas. La reacción oficial ante la nueva ola de manifestaciones, en esta oportunidad liderada por mujeres, derivó en la ya clásica represión sangrienta con que los gobiernos de la región pretenden acallar la Primavera Árabe.

A pesar que el Ejército egipcio pretendió maquillar la gravedad de la represión al asegurar que condenará a los culpables, puntualmente de los abusos a mujeres, la ira popular aún continúa en las calles de El Cairo. La protesta más reciente convocó a miles de manifestantes, la mayoría mujeres, que rechazan la violenta represión del gobierno del cada más más desacreditado Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA).
La paradoja es que al mismo tiempo que se suceden las manifestaciones y la represión, se lleva a cabo la segunda ronda de elecciones legislativas en nueve provincias (parte de El Cairo, Beni Suef, Manufiya, Sharqiya, Ismailiya, Suez, Buhaira, Sohag y Asuán) y en tres distritos donde no se hicieron cuando correspondía porque faltaban las boletas de algunos partidos.

La imagen de una mujer velada que el viernes 16 fue golpeada brutalmente salió en las tapas de los diarios de casi todo el mundo. Esa cruda imagen, impresa en un cartel con la leyenda “Un Egipto sin dignidad es un Egipto sin vida”, fue la que posteriormente presidió las marchas, fundamentalmente de mujeres. De esta manera, con las voces femeninas manifestándose frente a los muros que ahora aíslan la emblemática plaza Tahrir, los opositores al régimen de transición militar intentan desmentir la desacreditación pergeñada por el CSFA, que sostuvo que los manifestantes son asesinos pagados por gobiernos extranjeros.

Ya se contabilizaron al menos 15 muertos y más de 500 heridos en las últimas jornadas de enfrentamientos. La nueva reacción represiva, que tiene poco para envidiarle a la ejecutada en los días de Hosni Mubarak, comenzó cuando la policía militar levantó barricadas en la plaza Tahrir para impedir que las personas que protestan alcancen el Parlamento y los edificios gubernamentales.

Respuestas inverosímiles, análisis preocupantes
La impune y poco creíble reacción oficial fue una nota publicada por el CSFA en Facebook donde lamenta «profundamente» los ataques contra las mujeres e instó a rechazar la violencia para encontrar a los «matones que quieren dañar a la revolución”. Llama la atención el medio elegido para emitir un comunicado; tal vez se trate de una burda manera de contrarrestar el poder evidenciado por las redes sociales en el complejo proceso de la Primavera Árabe.
Más allá de las proclamadas buenas intenciones emitidas en relación a la violencia contra las mujeres, la reacción oficial inicial había sido justificar la actuación del Ejército y advertir que quienes protagonizan las nuevas protestas «no son la juventud de la revolución que derrocó en febrero a Mubarak, sino la contrarrevolución». Luego, en otro intento de aplacar la indignación de los manifestantes, la Junta Militar anunció que indemnizará a las familias de los “mártires” y ofrecerá tratamiento a los heridos.

En un contexto de alta volatilidad política, algunos analistas vaticinan un recrudecimiento del conflicto social, con la exacerbación del enfrentamiento entre sectores revolucionarios y contrarrevolucionarios. Desde esa perspectiva, el Ejército y las elites leales a Mubarak boicotean la transición democrática. Mientras a los Hermanos Musulmanes les convendría una transición ordenada para acceder al poder, los salafistas parecen estar interesados en una alianza con los militares para mantener el estado autoritario a cambio de algunas contraprestaciones en el ámbito religioso.