Rabin en la UNESCO:

Una promesa de paz

El 6 de julio de 1994, poco más de un año antes de su cobarde asesinato a manos de un mesiánico religioso judío, Itzjak Rabin pronunció el siguiente discurso en la UNESCO. Ya imbuido por la urgencia de la paz en el Medio Oriente, se notaba en él su semblante más humano que ya le había ganado al general estratega de la guerra. Había cambiado las armas convencido que la mejor manera de evitar más muertes era la paz y la devolución de territorios. Aún hoy, luego de ocho años de haber sido asesinado después de una manifestación pacifista en la Plaza de los Reyes (en Tel Aviv), los mesiánicos siguen insultando a la paz y a su memoria reafirmando que “Kahana tenía razón”. No hay indulgencia contra ninguna violencia, ni siquiera contra el mesianismo judío que dio por tierra con el proceso de paz que Rabin estaba llevando adelante. He aquí su ejemplar discurso, el último ante la UNESCO.

Hoy hemos venido desde todos los rincones del mundo, los miembros de muchas naciones, para rendir homenaje a un hombre legendario: Felix Houphouet-Boigny. De todas las sabias palabras que nos dejó, en una vida llena de proezas y logros, he escogido un solo dicho: ‘procedamos lentamente, puesto que tenemos apuro’.
Damas y caballeros,
Es verano aquí en París, y nosotros, en un pequeño trozo de tierra en el Medio Oriente, estamos entrando en una de las etapas mas decisivas en el camino a la reconciliación entre israelíes y palestinos. Esta es la etapa en la que dejamos de sonar. Ha llegado la hora de arremangarnos las mangas.
‘Procedamos lentamente’, dijo nuestro amigo Houphouet-Boigny, a quien extrañamos mucho hoy y cuya sabiduría de hombre de estado nos hace mucha falta.
Puesto que nosotros, de hecho, hemos procedido con lentitud. Por mas de cien años hemos luchado por la misma franja de tierra: el país en que nosotros, los hijos de Abraham, fuimos destinados a vivir juntos. Ambos pueblos, israelíes y palestinos, han conocido el sufrimiento, el dolor y el luto.
Ahora las fanfarrias y los festivales se han terminado. Ahora los vapores de la euforia están decantándose lentamente en partículas de polvo, y los ecos de la celebración están siendo dispersados por los cálidos vientos del sur. Ahora las banderas han sido plegadas, las trompetas silenciadas, las tarimas desmanteladas – ha llegado la parte mas difícil y peligrosa, y ambos bandos deben calcular sus pasos lentamente, con prudencia y cautela. Puesto que un siglo de odio no se disipa súbitamente, con un apretón de manos en Washington. Todo aquel derramamiento de sangre no se puede cubrir con el retumbar de los tambores. La paz será construida lentamente, día a día, por medio de actos modestos e incontables detalles espontáneos. Será construida, paso a paso, por el pueblo.
De ahora en adelante, la construcción de la paz no será un motivo para la publicidad, los salones elegantes y los vestidos de fiesta. De ahora en adelante, el sol calcinante de Jericó y Naama, de Jan Iunis y Netzer Hatzaní, reemplazara a los proyectores de Washington, El Cairo y París. Los apretones de manos de Washington, del escenario en El Cairo y aquí en París deben ser imitados por los residentes de Gaza y Ashkelon, de Jericó y Maale Adumim. Lo que hemos reconocido aquí en este hermoso ambiente en París debe ser transferido a los mercados de Gaza, donde los israelíes compraran fruta de los vendedores palestinos.
La paz será probada en el café palestino vertido en las copas de los amigos israelíes. Será escuchada en el aplauso de las audiencias israelíes para las presentaciones de grupos de teatro palestinos y en los hurras de los hinchas rivales cuando Jan Iunis juegue contra Tel Aviv.
La paz podrá verse cuando un conductor israelí de paso a un conductor palestino, y viceversa; cuando un policía palestino multe a un conductor israelí, y viceversa. La paz está en la sonrisa de un medico israelí al traer al mundo a un bebé palestino, y en la sonrisa de un salvavidas palestino para los bañistas israelíes en la playa.
Eso, señoras y señores, es la paz.
Estamos avanzando lenta y cautelosamente, paso a paso, porque los enemigos de la paz son más numerosos de lo que pensamos. Porque los extremistas de ambos bandos están acechándonos; y nosotros, tanto israelíes como palestinos, no debemos fracasar. A cada paso deberemos pensar, considerar, sopesar, chequear y cuidar.
Tenemos apuro porque hemos esperado más de cien años por este día, en Gaza y Jerusalem, en Jericó y Natania, en Rafiaj y en Rosh Piná.
Tenemos apuro para evitar que otra madre judía derrame lagrimas de dolor y otra madre palestina solloce amargamente.
Tenemos apuro para ver la luz en los ojos de vecinos que, hasta ahora, no han visto un solo día de libertad y alegría. Tenemos apuro para poder pasear, conducir, salir de excursión y gozar la vida en cada rincón de esta tierra.
Tenemos apuro para que los niños puedan nacer a un mundo nuevo – un mundo donde la ‘hostilidad’ y la ‘guerra’ sean sólo palabras muertas que únicamente podamos encontrar en los diccionarios.
Tenemos apuro, damas y caballeros, y por lo tanto hemos de proceder lentamente. Estamos moviéndonos con mucho cuidado. Puesto que no todos tendremos otra oportunidad.
Sabemos muy bien, mi colega Shimon Peres y yo, que ustedes no solo nos están galardonando a nosotros sino a todo el estado de Israel y a sus ciudadanos que sueñan con la paz. Y les agradecemos por otorgarnos este gran honor.
Les agradecemos, señores de la UNESCO, por decidir, luego de tantos años, examinar la verdad en nuestros corazones y brindarnos este momento de afecto.
Agradecemos a los jueces y a un viejo amigo y hombre de paz, Henry Kissinger.
Nuestra gratitud también va dirigida a los invitados que nos han honrado con su presencia hoy: el Presidente de Costa de Marfil, el Presidente de Francia, el Presidente de Portugal, el Primer Ministro de Francia, el Primer Ministro de Senegal, el Primer Ministro de Turquía. Y deseamos agradecer a todos ustedes, damas y caballeros, por venir hoy aquí a rendirle un tributo a la paz.
Señoras y señores, la paz es un concepto abstracto. Los primeros ministros tienden a ver las cosas esenciales, globalmente, y se dice que no tienen tiempo para los detalles. Yo traduzco la paz en gente: hombres y mujeres, en carne y hueso, con nombres y direcciones. A veces, cuando tengo que tomar una decisión, pienso en cierta gente y contemplo su destino.
Hay una familia en Israel que simboliza, a mi parecer, el vínculo de las generaciones con la Tierra de Israel, los valores morales y culturales judíos, el retorno a la tierra luego de dos mil años de exilio, la seguridad y el sueño de la paz.
La madre, Rajel Kaplan, era hija del rabino principal de Jerusalem, proveniente de una familia con profundas raices generacionales, entre el Muro Occidental, los muros de la ciudad vieja, y la ciudad nueva de Jerusalem, la ciudad de la paz.
El padre, Israel, vino a la tierra que le había sido prometida al patriarca Abraham, el padre del pueblo judío, desde el exilio en Polonia. Cientos de miles vinieron como él, y después que él, desde setenta países de la dispersión, para establecer sus raíces en su hogar ancestral.
Avner era el hijo mayor de Rajel y Israel. El decidió establecerse en la tierra y trabajar los campos, como una expresión de los vínculos judíos con la Tierra de Israel. Avner Kaplán murió en un incendio en su casa, en el kibutz Tel Katzir, frente a los Altos del Golán.
Iosi, el segundo hijo de los Kaplán, eligió la carrera militar como un modo de vida y sirvió como un oficial sobresaliente en una unidad de paracaidistas. Iosi murió durante una persecución de terroristas en el Valle del Jordán. Entro en una cueva donde una mujer estaba sentada con un bebé en sus brazos. Siendo un hombre con valores morales y un humanista a quien las circunstancias lo convirtieron en un tenaz soldado, Iosi le creyó cuando ella le dijo que estaba sola. Pero cuando él se volvió para irse, el hombre que estaba escondido ahí le disparó. Así murió Iosi Kaplán.
Ioni era el tercer hijo. El eligió la carrera académica y el servicio militar. Aunque tenía derecho a una exención del combate debido a la muerte de sus hermanos, no renunció a su derecho de servir en el frente, en la vanguardia de ataque. Ioni Kaplán murió en una cruenta batalla contra el ejército egipcio durante la Guerra de Iom Kipur.
La madre de esta maravillosa familia, Rajel, se enfermó de cáncer.
El padre, Israel, murió a causa del pesar que le causó la muerte de sus hijos, uno por uno.
Les queda el cuarto hijo, el último: Amiram Kaplán.
Es por tí, Amiram, por tí y por tus hijos y los hijos de tus hijos, que estamos avanzando en pos de la paz. Estamos procediendo lentamente y nos apuraremos a traértela. Esa es nuestra promesa.
Gracias. Shalom