El otro es el conflicto (entre judíos y palestinos)

Todo grupo humano que desea definirse como tal marca sus propias fronteras culturales, políticas, clasistas y/o lingüísticas en la definición del "otro". En el marco de naciones o etnias la  definición del "otro" parece ser extremadamente rígida, ya que ésta determina políticas sociales, económicas, bélicas y legales, y en casos extremos determina quién y cómo vivirá. Pero esta no es la única causa: la rigidez en la definición del "otro" la transforma en a-histórica, la eterniza y la hace incuestionable.

Por Afro Remenik

Hoy existe la sensación de que la relación entre palestinos e israelíes está pronta a cambiar. Los intentos de la Autoridad Palestina de ser reconocida como un Estado Nacional por el resto de las naciones los sitúa en un nuevo lugar para relacionarse con los judíos israelíes. Dilucidar hacia adonde avanzará esta relación podrá ser más factible si conocemos los entretelones históricos de la misma, y cómo ha ido cambiando a lo largo de los años. El siguiente artículo intenta mostrar cómo judíos y árabes dentro del Estado de Israel se observan mutuamente, y cómo esta mirada va construyendo la identidad propia y la ajena.

Las identidades tranquilizadas (1948-1967)

Durante las dos primeras décadas del Estado de Israel, la relación entre judíos y árabes dentro del país podría definirse como «se mira pero no se toca». Los poblados árabes vivían bajo gobernación militar y constante toque de queda, lo que hacía casi imposible romper con el aislamiento social y geográfico. También a nivel laboral los árabes se concentraron en ciertas ramas productivas como la construcción y la agricultura. Esto, por supuesto, determinó que los árabes quedaran rezagados a una clase social baja, lo que fue potencializado por las políticas públicas discriminatorias por parte del naciente Estado de Israel. También la educación ayudó a este aislamiento al mantener escuelas separadas para los dos grupos lingüísticos.

Para entender esto nada mejor que leer lo que los propios palestinos dicen de los judíos en esta época, y en este sentido nadie mejor que Majmud Darwix el poeta nacional palestino:

ESTADO DE SITIO

*En el Islam hay una primera época donde el mundo está asumido en la ignorancia. Este época se la conoce como yahiliya (Edad de la ignorancia). En esta época el mundo está sumido en caos y el políteismo afecta a gran parte del mundo. También se dan ritos que van en contra de lo que se espera que hagan los humanos. Es por eso que Dios decide mandar a la tierra al que será su último profeta para que propague la palabra de Dios.

Aquí, en la falda de las colinas, ante el ocaso
y las fauces del tiempo,
junto a huertos de sombras arrancadas,
hacemos lo que hacen los prisioneros,
lo que hacen los desempleados:
alimentamos la esperanza.

Un país preparado para el alba.
Nuestra obsesión por la victoria
nos ha entontecido:
no hay noche en nuestra noche que con la artillería refulge;
el enemigo vela,
el enemigo nos alumbra
en el sótano oscuro.

Aquí, tras los versos de Job, a nadie esperamos.

Aquí no hay yo,
aquí Adán recuerda su arcilla…

Este sitio durará hasta que enseñemos al enemigo
algún poema de la yahiliya.*

El cielo es gris plomizo a media mañana,
anaranjado por las noches. Los corazones
son neutros, como las rosas en el seto.

Bajo sitio, la vida se torna tiempo:
memoria del principio,
olvido del final.

La vida.
La vida plena,
la vida a medias,
acoge una estrella cercana
atemporal,
y una nube emigrada
espacial.
Y la vida aquí
se pregunta:
¿Cómo resucitar a la vida?

Él dice al borde de la muerte:
No me queda un rincón que perder,
libre soy a un palmo de mi libertad,
el mañana al alcance de mi mano…
Pronto, me adentraré en mi vida,
naceré libre, sin padres,
y tomaré por nombre letras de lapislázuli…

Aquí, en los altos del humo, en la escalera de casa,
no hay tiempo para el tiempo,
hacemos lo que hace quien se eleva hacia Dios:
olvidamos el dolor.

El dolor:
que la señora de la casa no tienda la colada
por la mañana, que se conforme con lavar esta bandera.

Nada de ecos homéricos aquí.
Los mitos llaman a la puerta cuando los necesitamos.
Nada de ecos homéricos…
Aquí un general excava un Estado dormido
bajo las ruinas de una Troya inminente.

Los soldados calculan la distancia entre el ser
y la nada
con la mirilla del tanque.

Calculamos la distancia entre el propio cuerpo
y las bombas… con un sexto sentido.

Vosotros, los apostados en el umbral, pasad,
tomaos con nosotros un café árabe
—acaso os sintáis seres humanos como nosotros—.
Vosotros, los apostados en el umbral de las casas,
largaos de nuestras mañanas,
necesitamos creernos
seres humanos como vosotros.
[…]

(Tomado de Mahmud Darwix, Estado de sitio, traducción de Luz Gómez García, Madrid, Cátedra, 2002; agradecemos a la editorial Cátedra su autorización para la reproducción de este poema.)

Tanto judíos como árabes intentaron diferenciarse y distanciarse  el uno del otro. Para el judío israelí esta era una situación nueva, ya que hasta este momento el «otro relevante» para su propia identidad era el judío diaspórico (amante de los libros, burgués, tradicionalista), y el árabe era más bien un modelo a seguir (trabajador, agricultor, rudo).  Pero en este nuevo momento el judío eretz-israelí se encontró embutido en un «sándwich» identitario entre dos «otros»: por un lado el judío diaspórico mercantilista y europeo, por el otro el árabe primitivo y feudal. Entre estas dos antítesis el judío eretz-israelí se planteo como pionero, modernista y socialista.

También en el mundo árabe israelí esta situación de «se mira pero no se toca» planteó una nueva definición identitaria. Hasta mediados de la década del ’40 del siglo XX la identidad árabe palestina se encontraba fuertemente marcada por los ámbitos local-familiar y religiosa (soy musulmán de Um-El-Fajem), y menos por la dimensión lingüística-cultural (árabe) y nacional (palestina). Esto cambia con el levantamiento del Estado de Israel, ya que desde ese momento el componente árabe sube su influencia frente a las otras dimensiones. Esto se debe a que el ámbito local-familiar disminuye su peso relativo por su disgregación con la expulsión/salida voluntaria de grandes masas de palestinos hacia afuera de los límites del Estado de Israel. Esto a su vez genera que se establezcan lazos más directos y carnales con los países árabes vecinos, donde la situación económica y social de los refugiados era vista como superior a la de los que quedaron en Israel.

Para el árabe de Israel el «otro» judío era un ser arrogante, dominante, y autoritario. Esta visión estaba marcada por el hecho que el principal y casi único vínculo entre el árabe y el judío era a través del gobernador militar, del soldado, del médico, del policía, de la asistente social; casi eran inexistentes los contactos comerciales, contractuales, culturales o sociales.

Esta separación entre judíos y árabes produjo una relativa tranquilidad de 20 años, que ocultaba un creciente y peligroso conflicto. El propio Menajem Beguin entiende que esta situación es insostenible en el tiempo y llama ya en el 20 de Febrero de 1962 a anular el Estado de Sitio para los ciudadanos árabes: «Los árabes en nuestro Estado progresan económica y educacionalmente, en los hechos se mueven en forma libre, se pueden sentar en la Knesset y con justa razón hablar árabe. Nosotros les dimos esos derechos, ya que desde el momento que empuñamos la bandera de Sion, creemos que el Estado de los judíos debe ser y será un Estado con igualdad de oportunidades para todos sus ciudadanos sin diferencias de religión, nacionalidad o origen».      

                                         La identidad entrampada (1967-1988)

Un segundo período comienza a mediados de los ’60 junto con algunos hechos políticos que condicionan un cambio en de identidad: la formación de la OLP en 1964 bajo la tutela egipcia, el fin de la gobernación militar a los poblados árabes en Israel en 1966, la guerra de los seis días en 1967 que determino la ocupación de Cisjordania y Gaza por el ejército israelí y por último el fin del mandato egipcio a la OLP en 1969.

Todas estas transformaciones influyeron en el fortalecimiento del componente palestino dentro de la identidad árabe israelí, de tal forma que sólo en este momento histórico es posible hablar de una identidad palestina nacional propiamente tal. Dentro de los factores que influyeron en este punto puede nombrarse:

–          que la situación económica de Israel y de los palestinos al interior de Israel mejoró mucho, al igual que el nivel educacional y cultural.

–         que el reencuentro con los palestinos de Gaza y Cisjordania generó un proyecto político común, y favoreció la trasmisión de noticias sobre la humillación de los palestinos al interior del mundo árabe.

–         que la derrota árabe en la Guerra de los Seis Días hizo disminuir el orgullo árabe.

Como aclara el historiador Rashid Khalidi, «lo que ahora los palestinos comparten es algo mucho mayor de lo que los separaba: todos han sido desposeídos, ninguno es dueño de su destino, todos están a merced de autoridades hostiles, distantes y frías. Si hasta 1948 la población árabe de Palestina no había estado segura de su identidad, ahora la experiencia de la derrota, de la privación y del exilio garantizó que ellos supieran muy pronto lo que significa su identidad como palestinos»[1] . Así quedó inaugurada una nueva narrativa histórica que haría de toda derrota un triunfo y, en cierta medida, absolvería a los palestinos y a sus dirigentes de cualquier tipo de responsabilidad sobre su propio destino. La imagen recurrente de esta nueva etapa es la del sumud; el que resiste; el que resiste frente al poderío militar judío, pero también frente a la tentación de asimilarse a la cultura israelí dominante. Entonces el «otro judío» no es menos la autoridad, y más el seductor, el comerciante, el charlatán, el mercantilista.

 En este periodo, para el judío el «otro» palestino pasa a ser parte de un destino común, indivisible del destino israelí. Esta visión puede ser vista en la visión pacifista de Yehuda Amijai:

Un pastor árabe busca un cabrito en el Monte Sion

Un pastor árabe busca un cabrito en el Monte Sion
y en la colina de enfrente busco yo a mi hijo pequeño.
Pastor árabe y padre judío
en fracaso pasajero.
Nuestras voces se encuentran sobre
la Fuente del Sultán, en el valle de en medio.
Ambos queremos que no entren
el hijo y el cabrito en el proceso
de la máquina horrenda del Jad Gadiá.*

Después los hallamos entre las matas
y recuperamos nuestras voces,
que lloraron y rieron dentro.

Las búsquedas en pos de un cabrito o de un hijo
siempre fueron el comienzo
de una nueva religión en estos montes.[2]

De esta forma, en estos años son los palestinos en Israel los que se encuentran al interior de un «sándwich» identitario: por un lado la modernidad israelí y por otro la identidad palestina.  Ellos necesitan de ambos elementos, ya que por una parte la modernidad israelí es el medio de desarrollo político y económico, pero por otra parte la «palestinidad» representa el objetivo a conseguir.

En este sentido, el palestino-israelí se encuentra rehén de un doble juego de seducción: por un lado el mundo palestino lo intenta seducir para fortalecer su creciente espíritu nacional, por otro el mundo israelí lo intenta seducir para fortalecer su creciente espíritu democrático.

Las identidades confluyen (1988-1996)

Desde 1988 se puede hablar de un tercer periodo en la formación del otro al interior de la sociedad israelí. Como saben, a fines de 1987 explota la primera Intifada. En ella, armados principalmente con piedras y palos, los palestinos de Cisjordania y Gaza se «revelan» contra la ocupación israelí. Lo importante en este momento para nosotros es recordar que los palestinos israelíes no se levantan en combate, y fuera de débiles gestos de solidaridad no existe reacción por parte de ellos: la línea verde no sólo era un límite geográfico, sino que también un límite identitario y de destinos.

En verdad, este hecho da muestra del triunfo (momentáneo) de la seducción democrática israelí, por sobre la seducción nacionalista palestina.

También la Guerra del Golfo ayudo a profundizar esta tendencia, ya que los cohetes lanzados desde Irak podían caer indistintamente sobre árabes y judíos por lo que la comunión de destinos se veía inevitable.

En este mismo sentido ayudó el comienzo de las conversaciones de paz que tuvieron como resultado los Acuerdos de Oslo de 1993.

En ese contexto, se pueden observar algunos fenómenos novedosos entre los palestinos ciudadanos de Israel:

a) El aumento del servicio militar voluntario israelí entre los palestinos y su incorporación a las unidades especiales de la policía y las unidades de origen árabe de los territorios ocupados.

b) La celebración, por propia iniciativa, de Iom Haatzmaut y de izar la bandera sobre las casas y medios de transporte.

d) El entusiasmo de los jóvenes palestinos-isralíes por pertenecer a las organizaciones juveniles de los partidos y los “movimientos juveniles”.

d) La similar reacción frente al asesinato del Primer Ministro Itzjak Rabin entre judíos y palestinos israelíes y el rechazo a los ataques suicidas.

e) La entusiasta y masiva participación de palestinos israelíes en nuevos centros culturales apoyados por el Estado y en talleres educativos para jóvenes y mujeres bajo el lema «educación para la vida democrática».

Estas expresiones no sólo continúan el proceso de integración comenzado en el período anterior, sino que muestran un cambio cualitativo importante: ya no es consecuencia de necesidades económicas, sino que estas transformaciones se producen en forma voluntaria como producto de un real deseo de integración.

De la misma forma, el judío en esta etapa no sólo abre sus puertas en forma pasiva a la igualdad de oportunidades (liberal), sino que hace un esfuerzo activo por integrar y hacer sentir integrado a la minoría palestina.

El fin del paraíso (1996-2011)

Desde el inesperado triunfo de Netaniahu sobre Perez en 1996 el proceso de acercamiento fue interrumpido y revertido. La misma elección fue un golpe bajo para la minoría palestina, ya que ellos sintieron que este fue un acto de rechazo de parte de la mayoría judía. Este sentimiento se profundizo con sus nuevas políticas neoliberales que cortaron los incentivos a los centros culturales palestinos, cerraron los talleres de «educación para la vida democrática», el apoyo a los movimientos juveniles árabes, y se dificulto el ingreso de palestinos a las fuerzas de seguridad. También el nivel socio-económico de los árabes decayó (al igual que de toda la población obrera), debido al fin del Estado de Bienestar.

La gran decepción provocada por todos estos acontecimientos hacia el interior de la comunidad palestina en Israel se vio reflejada en la participación activa que tuvieron muchos palestinos en el levantamiento de Octubre del 2000 al comienzo de la segunda intifada, en que murieron doce árabes ciudadanos israelíes.

Este hecho produjo a su vez el rechazo activo de los judíos a los palestinos, cortando casi totalmente toda comunicación, contactos laborales y comerciales, entre otros.

En ese momento yo me sumo a la historia…

Yo en esos años trabajaba como pastor de ovejas en mi kibutz Gazit. Y como era de esperar era casi el único judío que trabajaba en ese rubro. En octubre de 2000 los campos de pastoreo de mi kibutz fueron quemados por alguien. A partir de ese momento comencé a interesarme por el tema. En un primer momento buscando a los culpables, pero después de un tiempo intentando construir un puente que se había roto. Es así que con un amigo del kfar vecino comenzamos a hacer actividades conjuntas entre los jóvenes de mi kibutz y de su pueblo. En ellas jugábamos y conversábamos sobre temas de jóvenes: chicas y chicos, fiestas y el significado de la vida; pero también temas relacionados con nuestra realidad judía o árabe y del hecho de estar metidos en la mitad de un conflicto sangriento y enorme.

Los jóvenes se dicen de todo. Desde las cosas más duras a las más dulces. No tienen tapujos ni misericordia. Se decían, por ejemplo, después de una acalorada charla sobre identidad,  «cuando yo sea soldado te voy a buscar y te voy a matar» o «no sé por qué los nazis no terminaron el trabajo que comenzaron», después de cada una de estas discusiones nosotros (los madrijim) estábamos seguros que aquí se mataban, o por lo menos que este iba a ser el último encuentro; sin embargo, nunca paso a mayores, y los grupos siguieron funcionando, y expandiéndose. A los pocos meses, ya funcionaban unos 10 grupos judíos-palestinos de este tipo. Sentíamos que había real sed de comunicarse y entablar vínculos.

Quizás el secreto del éxito de nuestras actividades era el contraste con la realidad existente. En estos años, el odio y desconfianza de uno con el otro llegaron a niveles impensados. Para el árabe, el asesinato de Rabín y todos los hechos que siguieron después no eran más que la prueba de que ellos nunca serían reconocidos como ciudadanos con igualdad de derechos en Israel. Por otro lado, las revueltas de octubre de 2000 le probaron a los judíos que los palestinos ciudadanos de Israel  nunca serían de confiar, y que su fidelidad siempre estará con los árabes de más allá de la línea verde.

Es en estas circunstancias que se enmarca la nueva relación entre palestinos y judíos. Mientras más pasa el tiempo, el panorama parece menos alentador para ambas partes. Pero nosotros, que sabemos que la historia tiene sus idas y venidas esperamos ansiosamente que esta visión del uno y del otro cambie, y que cambie para mejor. Como sionistas soñamos con un futuro de paz y democracia para Israel. Nos podrán tratar de ingenuos, no será la primera ni la última vez, pero nosotros sabemos que si lo queremos no será una leyenda.

 Bibliografía:

John E. Hofman. Identity and intergroup perception in Israel: Jews and Arabs.Haifa:University ofHaifa, 1976.

‘Az§z H. aydar. “The different levels of Palestinain ethnicity”. En Milton J. Esman and Itamar Rabinovich (Eds.). Ethnicity, pluralism and the state in the Middle East.Ithaca, N. Y.:CornellUniversity Press, 1988.

 Sammy Smooha. Arabs and Jews in Israel. Boulder, CO: Westview Press, 1989-1992, vol. 2: Change and continuity in mutual intolerance

R. Suleiman. “The Palestinian and Israeli identities of the Arabs in Israel”. News from Within, 11, 3 (1995),

 

Agradecimiento a Enrique Grinberg por las fotos.



[1] Rashid Khalidi, Palestinian Identity, The Constructions of Modern National Consciousness,

ColumbiaUniversityPress, Nueva York, 1997.

[2] בתוך, שלווה גדולה שאלות ותשובות, ירושלים: שוקן, 1979