Itzjak Rabin:

Entre la Guerra del Iom Kipur y un nuevo amanecer

El Iom Kipur, entre otras fechas, parece haber signado la historia de los últimos 30 años de Israel. La Guerra del ´73 fue una victoria militar relativa, una derrota moral para los habitantes de Israel (la guerra “trajo” de retorno unos 2.500 muertos) y un aprendizaje de vida que llega hasta nuestros días. Es posible que la vida de Itzjak Rabin haya resultado un punto de inflexión para esa porción del devenir de Israel: producto indirecto de los resultados del informe de la Comisión Agranat, Golda Meir renuncia a la primera magistratura y es Rabin quien la reemplaza en esas funciones. En Rabin, quien no tuvo -por primera vez- una participación activa en una guerra de Israel, se volcaron las esperanzas de la izquierda israelí para reconstruir el país luego de la Guerra del Iom Kipur. Fue Rabin quien, en septiembre de 1993, dio un encendido discurso en la Kneset (parlamento israelí) buscando la puerta para la paz con los palestinos y los árabes en general. Hoy, a 30 años de la Guerra del Iom Kipur, y próximo a cumplirse el octavo aniversario de su asesinato -a manos de un mesiánico judío- y del inicio de la Intifada de Al Aqsa; el discurso toma la vigencia de ratifica su visión de gran estadista. En aquella oportunidad, un 21 de septiembre de 1993, Rabin parte del aprendizaje que le dejó la Guerra del Iom Kipur y, desde allí, su vinculación con la esperanza de la paz que se abría en ese momento, y que llega -como puede- hasta nuestros días. Nueva Sión presenta un extracto de aquel texto histórico.

Señor Presidente, Presidente del Parlamento, honorable Kneset:

El gobierno presenta hoy ante la Kneset la Declaración de Principios sobre los acuerdos de autogobierno interino para los palestinos en los territorios, las cartas intercambiadas entre Israel y la OLP, y la agenda para las negociaciones entre Israel y Jordania.
Todos los documentos pertinentes han sido presentados a los miembros de la cámara, y no hay otros acuerdos secretos. Todo está a la vista y sobre la mesa.
El Gobierno solicita la aprobación de la Kneset y considerará su decisión como una expresión de confianza en el Gobierno y sus decisiones.
Honorable Kneset: en tres días, cada judío, en todas partes, se envolverá en la santidad de Iom Kipur, un día de balance espiritual nacional y personal. (…)
En vísperas de Iom Kipur 5754, el gobierno de Israel ofrece al pueblo judío una oportunidad para la paz y, tal vez, el fin de las guerras, la violencia y el terror. (…)

La Guerra de Iom Kipur nos enseñó, y también, de diferente manera, enseñó a nuestros enemigos, los limites de la fuerza militar, así como las posibilidades inherentes de una solución política.
Desde que firmamos los acuerdos de separación de fuerzas con Egipto y Siria, desde la firma del acuerdo interino con Egipto, desde la evacuación de las fuerzas de las FDI del territorio egipcio y del corazón de Siria, hemos conocido -y conocemos todavía hoy- largos años de paz, tranquilidad y armonía en esos dos frentes de fuego y guerra.

Por más de 100 años nos hemos esforzado por construir un hogar sobre la tierra para nosotros, en el único lugar que fue, es y será siempre nuestro hogar, aquí en Eretz Israel.
Por más de 100 años nos hemos esforzado por vivir aquí en paz y tranquilidad, por plantar un árbol, por pavimentar un camino. Por más de 100 años nos hemos esforzado por vivir como buenos vecinos con los que nos rodean -sin temor-. Por más de 100 años hemos soñado y luchado.
Nosotros, que volvimos a casa luego de 2.000 años de exilio, luego del Holocausto que envió a los hornos a lo mejor del pueblo judío; nosotros que buscamos la calma después de la tormenta, un lugar donde descansar nuestras cabezas, nosotros, extendimos la mano a nuestros vecinos, y fue rechazada una y otra vez. Pero nuestras almas no se cansaron de buscar la paz.
Nuestras vidas en esta tierra atormentada han estado acompañadas de fuego de cohetes, minas y granadas de mano. Nosotros plantamos y ellos desenterraron; nosotros construimos y ellos destruyeron; nosotros defendimos y ellos atacaron. Casi diariamente enterramos a nuestros muertos. 100 años de guerra y terror nos han herido pero no han impedido nuestro sueño. Por más de 100 años hemos sonado con la paz.
Este Gobierno, que asumió el poder hace un año, ha decidido intentar poner fin al ciclo de guerras y terror para tratar de construir una nueva realidad para el país, el hogar y la familia -que no ha conocido un solo año o mes en el que las madres no hayan llorado por sus hijos-.
Este Gobierno ha decidido intentar poner fin al odio, para que nuestros hijos y nietos no tengan que experimentar el doloroso precio de las guerras, el terror y la violencia. Este Gobierno ha decidido salvaguardar sus vidas y seguridad, para aliviar las penas y las memorias dolorosas, para rezar y tener esperanza en que la paz vendrá.
Hace más de un año, el día en que el Gobierno se presentó ante la Kneset, dijimos: ‘éste Gobierno está determinado a no escatimar energías, a tomar cualquier camino, a hacer todo lo necesario, todo lo posible y más, en nombre de la seguridad nacional y personal, para lograr la paz y prevenir la guerra’.
Dijimos entonces: ‘debemos superar la sensación de aislamiento que nos ha tenido atrapados por casi medio siglo. Debemos unirnos al movimiento internacional hacia la paz, la reconciliación y la cooperación que está arrastrando al mundo entero, a riesgo de ser los últimos en quedar, solos, en la estación’.
Dijimos entonces: ‘creemos con todo el corazón que la paz es posible, que es imperativa, y que vendrá’.
Miembros de la Kneset: hace catorce meses hicimos una promesa a los miembros de la Kneset, al electorado y al pueblo judío: prometimos intentar traer la paz a Israel.
Pudimos haber enterrado nuestras cabezas en la arena, pudimos habernos mentido a nosotros mismos, pudimos habernos engañado y decir que Faisal Huseini, Hanan Ashrawi y los otros representan a los residentes de los territorios, y que no sabemos ni queremos saber quién está tras ellos.
Decidimos no hacerlo. Estamos muy concientes de quién está tras ellos, y el pueblo de Israel también lo sabe. No tenemos interés ni queremos negarlo: se trata de una organización terrorista que no ha tenido misericordia; una organización que envió a aquellos que asesinaron a los niños en Avivim y en Maalot; aquellos que dispararon contra los huéspedes del Hotel Savoy en Tel Aviv; aquellos que mataron a gente inocente en el ataque contra el autobús en la carretera costera; aquellos responsables por cientos de actos de terror, sabotaje y asesinato. Las manos de esta organización han derramado la sangre de cientos de nuestros seres queridos: la sangre de la familia de Smadar Haran en Naharia; la sangre de Ofra y Tal, miembros de la familia de Abie Moses en Alfei-Menashe; la sangre de gente inocente cuyo único crimen fue el de ser judíos.
No podemos elegir a nuestros vecinos, o a nuestros enemigos; ni siquiera a los más crueles de ellos. Sólo tenemos lo que hay. La OLP luchó contra nosotros, y nosotros luchamos contra ellos, y con ellos estamos buscando hoy un camino hacia la paz.
Podríamos cerrar todas las puertas, impedir los intentos de lograr la paz. Tenemos el derecho moral de no sentarnos en la mesa de negociaciones con la OLP, de no dar un apretón de manos a aquellos que blandieron cuchillos, no dar la mano a aquellos que apretaron los gatillos. Tenemos el poder de rechazar, con asco, las propuestas de la OLP, para luego ser participantes involuntarios del ciclo constante en el que nos hemos visto obligados a vivir hasta ahora: guerra, terrorismo y violencia.
Sin embargo, hemos elegido otro camino, uno que ofrece una oportunidad, que ofrece esperanza. Hemos decidido reconocer a la OLP como el representante del pueblo palestino para las negociaciones en el marco de las conversaciones de paz.

En Washington la semana pasada, dije, y quiero repetir esas palabras aquí:
‘Es nuestro destino vivir juntos, sobre el mismo suelo en la misma tierra. Nosotros, los soldados que hemos regresado de la batalla manchados de sangre, nosotros que hemos visto morir a nuestros familiares y amigos ante nuestros ojos, nosotros que hemos asistido a sus funerales y no hemos podido mirar a los ojos de sus familiares, nosotros que hemos venido de una tierra donde los padres entierran a sus hijos, que hemos luchado contra ustedes, los palestinos; nosotros, les decimos hoy con voz clara y fuerte: ya basta de sangre y lagrimas. Basta.’
‘No tenemos deseos de venganza. No albergamos odio contra ustedes. Nosotros, como ustedes, somos gente que queremos construir una casa, plantar un árbol, amar, vivir junto a ustedes con dignidad, empatía, como seres humanos, como hombres libres.
Hoy estamos dándole una oportunidad a la paz y de nuevo les decimos con voz clara: basta’.
No tenemos intenciones o deseos de ocultar la verdad a los miembros de la Kneset o al pueblo de Israel. Junto con estas grandes ventajas -la paz esperada- grandes riesgos están escondidos. Nuestros ojos no están tan ciegos como para no ver los riesgos, y haremos todo lo necesario a fin de reducirlos al mínimo.

En el portal del nuevo año, luego de 100 años de violencia y terror, guerras y sufrimiento, existe hoy una gran oportunidad para comenzar un nuevo capítulo en la historia del Estado de Israel: existe la esperanza de que no hayan más lagrimas.
Pero, sobre todo, quisiera decirles lo siguiente: esta es una victoria del sionismo, que también ha ganado el reconocimiento de sus enemigos más encarnecidos. Existe la posibilidad de que gocemos de relaciones amistosas con nuestros vecinos y que termine el dolor que ha visitado nuestros hogares, el fin de la guerra.
Hago un llamado a los miembros de esta cámara a que nos den la oportunidad de aprovechar esta gran oportunidad.
Miembros de la Kneset: que haya un nuevo amanecer. Feliz año a todos ustedes, a toda la Casa de Israel.