Alquimia política

Por José Alberto Itzigsohn

Desde que se llevó a cabo la llamada Operación "Plomo fundido" en Gaza, se ha producido un marcado deterioro en las relaciones entre el gobierno turco y el de Israel. El gobierno turco ha manifestado su disgusto por esa operación, mediante comunicados y gestos políticos —algunos de ellos ofensivos— sin llegar a la ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Pero, además de la crítica de gobierno a gobierno, lo cual es admitido en el marco de las relaciones internacionales, se han producido en Turquía hechos que tienden a crear un rechazo al pueblo israelí en su conjunto, al punto de que muchos israelíes renuncian a viajar a Turquía por temor a su seguridad personal. Me refiero, entre otros hechos, a dos series televisivas de gran difusión en ese país. En una de ellas se destacan escenas de sadismo intencional de soldados israelíes que culminan con la imagen de uno de éstos matando a sangre fría a una niña árabe. La otra serie se centra en el robo de niños turcos para enviarlos a Israel con fines siniestros, reiterando así viejos temas antisemitas. Y, entre otras escenas, se ve a un "superhéroe" turco que mata a un israelí dedicado a esos robos y cuya sangre salpica simbólicamente un Maguén David. Estos episodios son muy serios, ya que desbordan la crítica política y conllevan una incitación al pueblo al asesinato y a la violencia antiisraelí.

Obviamente, estos episodios requerían una enérgica respuesta diplomática de parte de Israel, que podría incluso aprovechar para mejorar la situación y superar el actual desacuerdo político con Turquía.

 

Desacierto

Pero lo que se hizo —y es de dominio público—, constituyó un grave desacierto. Aconteció en cambio, que el Viceministro de Relaciones Exteriores israelí, Danny Ayalón, invitó al embajador turco para expresarle el disgusto de su gobierno. Pero de una manera singular y muy descortés.

En la entrevista el alto funcionario visitante debió sentarse en un sofá bajo, en la mesa sólo se ubicó la bandera israelí —es de rigor la presencia de ambas enseñas—, se convocó a la televisión israelí, y, en otra trasgresión a las normas protocolares, Ayalón se dirigió a ésta en hebreo, idioma que su huésped desconoce. Pudo así indicarles que filmen la humillación de su interlocutor y que presten atención a que él no iba a sonreír.

Esta escena, ampliamente difundida, le dio pie al gobierno turco para expresar su indignación, pasando del papel de acusado al de acusador. Y, como consecuencia, exigiéndole una disculpa diplomática a Israel, que ante la presión internacional finalmente tuvo que acceder a brindarla.

Esto es lo que llamo “alquimia política”, ya que se produjo la transformación de una situación en su contraria. Por mi parte, no tengo conocimientos diplomáticos, pero sí experiencia en relaciones humanas.

 

Simetría o dominancia

Por ello, acudo aquí a los trabajos de uno de los estudiosos  más reconocidos en este tema, Paul Watzlawick, autor del libro —ya clásico— "Pragmatic of Human Relations" (Pragmática de las Relaciones Humanas). Allí sostiene que las relaciones entre personas pueden establecerse en un plano igualitario (simétrico) o, por el contrario, en un plano de dominancia-subordinación, cuyas posiciones las define como "one up" (en inglés, estar por encima) o bien "one down" (estar por debajo).

Hay circunstancias en que esas posiciones se alternan y otras en las cuales son fijas. Por ejemplo, si un oficial dice a sus soldados: ”Ustedes están bajo mi comando", la palabra “bajo” implica dependencia, pero en este caso no ofende ya que es institucionalmente aceptada. Aunque en otras situaciones puede producirse una pugna por la situación de supremacía y lo que eso expresa. La experiencia en las relaciones sociales ha establecido normas, a las cuales las personas deben ajustarse para evitar el rebajar y humillar al otro. Es de señalar que "humillar" viene del latín "humilis" (bajo) y que a su vez está relacionado con "humus" (tierra). Así, humillar es, pues, rebajar, echar por tierra al otro, lo cual constituye una grave ofensa; especialmente en situaciones protocolares que se han creado a lo largo del tiempo precisamente  para evitar ofensas. Humillar públicamente a un embajador constituye entonces un hecho grave, aun cuando el motivo de la queja estaría justificado, como en este caso.

 

El honor

Como justificación de esa conducta, se ha argumentado que se trataba de la defensa del honor nacional, siendo éste uno de los lemas preferidos del actual Ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Avigdor Liberman. Pero ese honor puede y debe ser defendido sin recurrir a un nivel de lenguaje analógico, en el cual la baja altura del asiento que se brinda al visitante intenta transmitir la presunta inferioridad del otro. Es un mensaje que visiblemente pretende descolocar (sacar de su lugar) emocionalmente al adversario y dar  un refuerzo simbólico a  la argumentación posterior. La lista de recursos usados para "descolocar” es infinita: desde largas esperas (la clásica "amansadora" sudamericana), hasta negar el respeto formal (como en este caso) o aun violencia concreta, que ha sido tan frecuente en otras etapas históricas

El prócer uruguayo Artigas, solía decir: "Con la verdad, no ofendo ni temo”. Y así es: cuando tenemos razones, no necesitamos humillar a nadie y menos aún, darle armas formales como se le brindó a Turquía con la violación del protocolo y el maltrato, que le sirvió a los funcionarios de ese país  para desviar la atención de la causa originaria que motivó el disgusto de Israel.