¿El fin de los judíos?

El futuro de la educación judía no formal según las tendencias actuales

Por Kevin Ary Levin

Si pensamos en minorías nacionales y culturales en el mundo, las podremos encontrar de todas las formas y tamaños: provenientes de países limítrofes, más similares o diferentes a la sociedad que las rodea, más integradas o más cerradas en sí mismas, con mayores o menores dilemas de identidad. Sin embargo, dudo que el lector pueda pensar en el caso de una sola minoría, que tenga expectativas de mantenerse en el tiempo sin un compromiso sincero y coherente hacia la educación de sus niños y jóvenes.

Refiriéndonos específicamente a nuestra comunidad judía, hoy en día debemos dudar de si tales palabras pueden aplicarse al definir los esfuerzos invertidos en trasmitir identidad, historia, cultura y valores judíos.

En el área de la educación formal, es esencial tomar en consideración la clausura de varias escuelas en los últimos diez o quince años, entre las cuales podemos mencionar las escuelas Peretz, Golda Meir, Natan Gezang (secundaria) o la “conversión” de la escuela Wolfsohn que pasó a estar en manos de Jabad Lubavitch.

La red escolar judía, que tradicionalmente abarcó una porción particular de la comunidad, fue históricamente complementada por instituciones de educación no formal, entre las cuales queremos destacar acá, los movimientos juveniles sionistas (tnuot noar).

Las tnuot, como se suelen llamar, son movimientos que surgieron a comienzos de siglo en Europa Oriental, con el objetivo expreso de preparar a los jóvenes para su alia (migración a Israel) donde poder participar de la construcción del hogar nacional judío, siguiendo la ideología sionista en alguna de sus vertientes particulares. Así, por ejemplo, los movimientos sionistas socialistas educaron durante décadas a la alia a un kibutz, mientras que otros lo hicieron a la ciudad, u otros pusieron énfasis en la preparación militar de sus javerim (miembros) que sería fundamental en la construcción del Estado.

Hoy en día, las tnuot continúan realizando una tarea educativa que, adaptándose a las épocas, mantiene sus objetivos de proveer educación judía, identificación sionista y un activismo ideológico, realizando todo este trabajo, de forma completamente voluntaria. Todo esto, en una época marcada por la lógica del consumo y el desencanto por los valores y las ideologías, como dicen aquellos que osaron definir al postmodernismo.

En las diversas comunidades ubicadas en todo el territorio argentino, diferentes movimientos constituyen factores de importancia en la formación de la identidad judía de los jóvenes, pudiendo llegar a aquellos que por diferentes motivos (incluyendo los económicos) no están en las escuelas, o a pequeñas comunidades donde la tnua se vuelve en el instrumento fundamental de trasmisión por fuera de la familia.

Tradicionalmente, la labor educativa de estos movimientos, que cuentan con miles de miembros en el país, fue posibilitada gracias a los aportes de instituciones como la Agencia Judía, que comparte en gran parte la visión ideológica y objetivos de estos movimientos juveniles.

Sin embargo, la Agencia Judía, como institución que depende de las donaciones filantrópicas, se encuentra especialmente afectada por la actual crisis económica. En otros términos, al ajustarse el cinturón, la gente deja de donar.

Otras instituciones del movimiento sionista, u organizaciones comunitarias, también se han desentendido a lo largo del tiempo de los movimientos juveniles, reduciendo el presupuesto con el que cuentan los movimientos juveniles.

Una revisión actual del estado de los movimientos, nos muestra que las consecuencias de esta falta de fondos son claras: edificios que no se encuentran en buen estado, falta de recursos educativos, incertidumbre económica y, en forma cada vez más grave, un alcance menor en números de gente que participa de las actividades.

Esta situación se da en un momento en que no podemos decir honestamente que no existe dinero en la comunidad judía. De hecho, muchas instituciones y actividades se mantienen a través del tiempo, siendo el dinero destinado a “educación” o “juventud” el principal afectado.

Se convierte entonces en una cuestión de prioridades. Simplificado, la juventud no es una prioridad. El futuro de la comunidad, por lo tanto, tampoco lo es. ¿Cómo podemos imaginarnos en veinte años una comunidad que cada día excluye más y no da espacio a una educación reconocida como de excelencia como la que dan las tnuot? O donde cada día es más caro ser judío, existiendo menos opciones donde poder dar a los hijos una formación judaica que siga los deseos de los padres.

La UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) define que "los objetivos básicos de la educación deber ser aprender a aprender, aprender a resolver, aprender a ser." Desafortunadamente, en la comunidad de hoy, aprender a ser judío es un privilegio que le corresponde a cada vez menos personas.

Es necesaria una reelaboración de prioridades, tomando en consideración que existen espacios comunitarios que, quizás sin llegar a ser nunca económicamente autosustentables, son marcos que deseamos mantener si buscamos ser coherentes con prédicas que se basan en la “continuidad judía”, la “lucha contra la asimilación” y el pluralismo. Si estos no fueran muchas veces sólo slogans, la realidad quizás sería diferente.