Guerra en Gaza

Después de los cañones

El cese al fuego que primero declaró unilateralmente Israel y después replicó Hamás también de manera unilateral, ha producido ya una calma relativa en la zona del conflicto. Tzáhal se ha retirado totalmente de Gaza y en el curso de estos últimos días han cesado los lanzamientos masivos de misiles de Hamás hacia las poblaciones israelíes del sur.

Por Alberto Mazor

Es buen tiempo para comenzar a sacar conclusiones acerca de lo que condujo a esta guerra y del estado de cosas que prevalece ahora que el pasado estruendo bélico ha llegado, al parecer, a su fin. Por lo pronto, resaltan los siguientes puntos:
Hamás se rehusó a renovar la tregua que, según la organización, finalizaba el 19 de diciembre y emprendió una escalada en su ofensiva misilística contra Israel, evaluando quizá que no habría ninguna respuesta contundente. Tal cálculo derivaba del supuesto de que estando Israel en plena campaña electoral no emprendería una acción militar de gran envergadura.
De igual modo la dirigencia de Hamás creyó que la traumática experiencia que significó para Israel la guerra de hace dos años y medio contra Hezbollah, detendría la puesta en práctica de una amplia ofensiva.
Evidentemente, Hamás se equivocó.
Las bajas palestinas en Gaza, incluyeron a miembros de Hamás lo mismo que a población civil. Las cifras están aún por precisarse ahora que haya posibilidad de que fuentes independientes investiguen los datos proporcionados durante la guerra. De lo que no hay duda, sin embargo, es de que el grado de destrucción en Gaza y la magnitud del sufrimiento de la población civil palestina fueron devastadores.
En el lado israelí, al menos un millón de civiles vivieron en la angustia cotidiana, pendientes de la caída sobre ellos de los misiles Kassam y Grad. Las medidas de precaución y seguridad tomadas por las autoridades evitaron, sin embargo, pérdidas humanas mayores.
La guerra no condujo a un rompimiento de los acuerdos tácitos entre Israel y sectores árabes como la Autoridad Nacional Palestina de Mahmud Abbás, Egipto, Jordania y Arabia Saudita. De hecho, estos últimos manifestaron bien claro su irritación con Hamás por su conducta aventurera. La preocupación por el avance del eje Irán, Siria, Hezbollah, Hamás fue un elemento fundamental en el mantenimiento de una actitud relativamente ecuánime que si bien manifestó su condena a la ofensiva israelí, se mantuvo anclada en el plano de lo verbal y esperando de hecho un debilitamiento sustancial de Hamás.
En la Cisjordania palestina no estalló una nueva Intifada. A pesar de los llamados del líder de Hamás exilado en Damasco, Khaled Meshal, a emprender una ofensiva popular en la Margen Occidental contra Israel, ésta no se produjo. Tampoco se ha desatado una campaña de atentados suicidas contra Israel como aquella que operó a lo largo de los años de la segunda Intifada.
En ningún momento las promesas de apoyo a Hamás de parte de Irán, Siria y Hezbollah cruzaron la línea roja que separa a las declaraciones y manifestaciones verbales, de un activismo concreto expresado en términos militares.
Las primeras horas tras el cese del fuego atestiguaron una movilización de las mayores potencias occidentales para colaborar con el esfuerzo de evitar, por todos los medios posibles, una renovación de los arsenales que utiliza el islamismo militante de Hamás con objeto de sabotear los esfuerzos de pacificación en la zona.
La reunión, primero en Egipto y luego en Jerusalén, de los mandatarios de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, España y la República Checa se agregó a las iniciativas de EE.UU destinadas a poner en práctica mecanismos que impidan la renovación del contrabando de armas hacia Gaza, cuya verdadera intención es transportar gratuitamente la infuencia de Irán a esta región sin que Ahmadinejad se mueva de su silla. Antes del operativo, nadie consiguió frenar dicho accionar por vías pacíficas, porque sería como quitarle el oxígeno a Hamás, cuya filosofía está basada en la lucha armada no sólo contra Israel, sino para lograr imponer el Islam fundamentalista por la fuerza, tal como lo puede atestiguar cualquier miembro de Al Fatah.
Inmediatamente finalizadas las hostilidades, Hamás emprendió un acoso contra habitantes de Gaza afiliados a Al Fatah. Se registraron asesinatos y mutilaciones que preludian que la necesaria y verdadera reconciliación de ambos movimientos tendrá muchas dificultades para establecerse.
Israel logró recuperar el valor de la disuasión como estrategia central de defensa. A pesar de que la Segunda Guerra del Líbano fue muy mal dirigida, la situación en el norte de Israel, luego de dos años es diferente: el ejército libanés y la ONU (resolución 1710) patrullan la frontera con Israel, cosa imposible de lograr antes de aquel conflicto. Hezbollah debe medirse ahora con presiones internas y lo último que necesita es un nuevo enfrentamiento con Tzáhal. Durante la acción en Gaza cayeron dos misiles Katyusha en la ciudad norteña de Naharía. Inmediatamente después de que los medios israelíes publicaran la noticia, el canal de TV "Al Manar" de Hezbollah se apresuró a comunicar que la organización no tenía nada que ver con dicho lanzamiento.
Lo mismo acontece con Hamás en Gaza. El golpe recibido ha sido contundente. El primer ministro, Ismail Haniye, declaró (igual que Nasrallah en su momento) que de haberse imaginado la reacción israelí ante su negativa de renovar la tregua y su accionar frente a la escalada masiva de lanzamientos de misiles, no hubiera procedido como lo hizo.
La concepción de que Israel no reacciona masivamente ante actos vandálicos que ponen en peligro la vida de centenares de miles de ciudadanos, se rompió en forma categórica. Es verdad que tanto Hezbollah como Hamás se rearman, pero eso viene a satisfacer, más que nada, necesidades inmediatas de influencia en sus complicadas realidades políticas internas.
Por ultimo, en lo que respecta al soldado israelí secuestrado, Guilad Shalit: A pesar de que Hamás propuso hace varios meses atrás la liberación de 450 de sus miembros, al mismo tiempo hacía todo lo posible para no liberar a Shalit. Así lo expresó el Ministro de Información egipcio, Ómar Sulimán, encargado de las mediaciones, quien siempre culpó a Hamás de poner trabas en la negociación de intercambio de prisioneros.
Desde el punto de vista de Hamás era lógico que obrara de tal manera. Al creer que Israel se abstendría de entrar en Gaza, no le convenía entregar su carta más valiosa, sino conservarla para tratar de obtener máximos lucros.
El resultado de la operación en Gaza cambió radicalmente la situación. Hamás quedó tan debilitado (ya propuso la formación de un gobierno de unidad nacional con Al Fatah) que necesita urgentemente ganar puntos dentro de la opinión pública palestina, la cual comienza a exigir explicaciones sobre lo sucedido. Para ello, la liberación de sus prisioneros pasa a ser algo prácticamente existencial.
Por otro lado, la dirigencia israelí entiende la gravedad del daño que sufrió Hamás, y los jefes del Mosad y del Servicio de Seguridad evalúan que liberar en este momento a los terroristas no causaría daños mayores a corto y mediano plazo.
En otras palabras, debido a la acción en Gaza, la liberación de Shalit antes obstruída por Hamás, fue sacada del congelador y podría estar ahora más cercana que nunca. 
Estos serían por lo pronto algunos puntos de un primer balance de este doloroso conflicto, aunque por supuesto sólo los acontecimientos y desarrollos que aparezcan en los meses venideros, entre ellos el resultado de las próximas elecciones en Israel, podrán dar una perspectiva más completa de sus consecuencias globales.