Especial para Nueva Sión

Hamás vs. Israel como sistema

La discusión sobre quién tiene razón en el actual enfrentamiento en Gaza es absolutamente estéril. Los críticos de Israel encuentran "pruebas en el terreno" de que Israel es culpable, porque los números no mienten: 760 muertos en 10 días es un crimen de guerra. Los defensores de Israel tampoco mienten.

Por Por Marcelo Kisilevski, desde Modiín, Israel

De esos 760 sólo un 25% son civiles, y el resto son militantes de una organización a todas luces terroristas que asedió a Israel durante los últimos 20 años y que usa a los civiles palestinos como escudos humanos.
El mundo se olvida, como dice mi colega Jana Beris, que Israel se viene autoconteniendo de no hacer este operativo desde hace 8 años, precisamente para no matar civiles, lapso durante el cual Hamás mataba cientos de israelíes con sus Qassam y sus hombres-bomba. Y tiene razón también Alan Dershowitz, cuando dice que el criterio numérico no es el único que debe usarse para juzgar los hechos, y que incluso se convierte en un criterio perverso. Pues el criterio que define, dice, es el de el riesgo que impongo a mi enemigo. Si una organización terrorista dispara un misil para deliberadamente matar niños en un jardín de infantes de Beer Sheva, Israel tiene derecho, amparado por la ley internacional, a matar a todos los combatientes de la organización que ordenó el ataque, no importa su número. Y no importa que no haya muerto ningún niño: Israel no puede ni debe permitir que el Hamás juegue a la ruleta rusa con los suyos, dice Dershowitz.
Todo esto está bien. Llegados a este punto, con una organización intransigente disparando cohetes de modo histérico, jugando al todo o nada y al suicidio colectivo, el operativo israelí, terrible, doloroso para ambas partes, cuantitativamente más terrible y doloroso para los palestinos -nunca nos olvidemos de los civiles palestinos, ni de los nuestros, ni a nuestros soldados- era inevitable y está justificado. Pero la pregunta que Israel deberá hacerse el día después es cómo no llegar más a "este punto".
Pues la seguidilla de hechos que llevan a todos los operativos israelíes, que hacen recrudecer el odio de los palestinos, que hacen florecer organizaciones terroristas demenciales, que "no pierden la oportunidad de perder la oportunidad", que arrastran a otro "operativo inevitable", donde todos "tienen razón", forma parte de un patrón estanco. 
Ya se ha hablado más de una vez de círculo vicioso. Le preguntan a un hombre golpeador por qué le pega a su mujer. "Porque se la pasa gritando", contesta. Le preguntan a su mujer por qué grita: "¡Porque me pega!" Así sería la cosa en el Medio Oriente. Los palestinos creen que hacen "resistencia" contra la violencia israelí cuando realizan actos de terrorismo contra civiles, y los israelíes creen que combaten el terrorismo cuando realizan sus operativos. Así lo explicaba en los años ’60 el teórico de la comunicación Watslawic en su "secuencia comunicacional". Según este modelo, todo se trataría de un gigantesco malentendido.
Creo, en cambio, que se puede abordar mejor el patrón de acontecimientos utilizando el modelo del "pensamiento sistémico" propuesto por el teórico Peter Senge. El modelo va más allá de lo comunicacional, al introducir el concepto de un sistema de fuerzas, que actúan en resistencia mutua, confirmándose, sin que una pueda existir , de hecho, sin la otra. Se trata de un sistema dinámico, no de una mera secuencia o un círculo vicioso.

Nadar contra la intuición

Vaya una historia del propio Senge, en su libro "La quinta disciplina", traducido al hebreo como "Hairgún Halomed", "La organización de aprendizaje":
"Hace unos años fui testigo de un trágico accidente, cuando salimos a navegar en Main, a principios de la primavera. Llegamos a un pequeño dique, y bajamos a la costa para pasar nuestra embarcación al otro lado del obstáculo. Llegó al lugar un segundo grupo, y un joven que estaba bebido decidió pasar su rapsoda de goma al otro lado del dique. Luego de pasarlo, la rapsoda volcó, y el hombre se vio lanzado al agua congelante. No logramos llegar hasta él, y contemplamos horrorizados su lucha desesperada por nadar contra la corriente, contra las olas que volvían hacia la base del dique. Su lucha continuó sólo algunos minutos, y entonces murió por enfriamiento. Su cadáver inerte fue chupado de inmediato en el torbellino acuoso. Segundos después, su cuerpo resurgía flotante hacia la superficie, unos 10 metros corriente abajo, libre del torbellino de la base del dique. Lo que el joven intentó hacer en vano  en sus últimos momentos de vida, lo hizo por él la corriente, segundos después de su muerte. Irónicamente, fue precisamente su lucha contra las fuerzas que actuaban en la base del dique la que lo mató. No sabía que el único camino para salvarse era ‘contrario a la intuición’. Si no hubiera intentado mantener la cabeza sobre el agua, sino buceado hasta donde la corriente se mueve río abajo, se habría salvado".
Senge aplica esta historia, su teoría y todo su libro a empresas e instituciones. Habla de "prototipos sistémicos" y del modo por el cual sus diversos actores se retroalimentan para perpetuar situaciones repetitivas. Entonces, hace referencia a situaciones más amplias: "Cuando se revelan prototipos en la familia, en el sistema ecológico, en la noticia periodística o en la sociedad, a menudo no las vemos tal como las sentimos, debido a su complejidad. A veces nos crean una sensación de dejá-vu, una especie de sospecha de que ya hemos visto este patrón de fuerzas en el pasado. ‘Ah, otra vez’, nos decimos. Si bien los gerentes experimentados conocen muchos de estos moldes argumentales intuitivamente, en general no los saben explicar".
Senge advierte que, para adoptar el pensamiento sistémico, no basta con decir: "hay que ver el panorama general y adoptar una actitud de largo plazo". Pero identificar los patrones en los acontecimientos, dibujar el molde dentro de los cuales se mueven los actores del drama, puede servir para alimentar procesos positivos en la organización, en la sociedad y entre países, y corregir los negativos.
Para llevar la metáfora a la realidad de Medio Oriente, mencionemos los tres tipos de fuerzas que actúan en un sistema: reforzantes, debilitantes y retardadores. Así pues, tanto israelíes como palestinos vienen realizando acciones desde prácticamente siempre, que refuerzan, reafirman y agravan los riesgos del sistema. El operativo Muro de Defensa y sus similares reforzaron el sistema. Los Acuerdos de Oslo fueron un intento de debilitar el sistema, el problema fue que generaron otro sobre el que había que haber actuado subsecuentemente. A la larga, el viejo sistema, el viejo patrón, se vio reforzado. Y la última tregua, entre Hamás e Israel, entre junio y diciembre de 2008, podría ser leído como una fuerza suspensora o retardante del sistema, aunque a la larga sirvió para dar más fuerza a uno de los actores, por lo cual se trató de una inyección reforzante. La única fuerza suspensora a la vista en este sistema resulta ser el poder de disuasión que logra restaurar Israel después de cada operativo. Tal como ocurrió con Hezbollah en el sur del Líbano, que no ha vuelto a agredir con olas de misiles Katiusha el norte israelí, pasará algún tiempo antes de que Hamás vuelva a levantar la cabeza. Pero a no engañarnos, Hamás -o su reemplazo- volverá.
Según el modelo, en lugar de meramente poner el sistema al descubierto para que todos los actores se "den cuenta" del malentendido que genera el "círculo vicioso", aquí se trataría de introducir nuevas fuerzas en el sistema dinámico, capaces de modificarlo.
Si leemos este sistema como en el ejemplo del dique, colocando a Israel en el rol del nadador, el Hamás, con su esencia intransigente, será la cascada que baja del dique generando las olas que vuelven sobre sí mismas y generan el remolino. En lugar de luchar contra el Hamás, entonces, Israel debería efectuar acciones que esquiven al Hamás sin tratar de combatirlo. Pues si lo combate, permaneciendo dentro del sistema, las mismas acciones israelíes generarán a la larga más odio contra Israel y más terrorismo, es decir, perpetuarán la fuerza del dique. Los operativos , desde Muro de Defensa a esta parte, han sido y habrán de ser cada vez más fuertes, más violentos contra los palestinos, y más generadores de odio,  terrorismo palestino y, en el futuro, nuevos operativos "inevitables", porque así es la dinámica de este sistema.

Desarrollo inducido desde afuera

Se debe introducir una fuerza inductora desde afuera, que haga bucear a Israel -y también al pueblo palestino- hacia afuera del torbellino, y que no modifique radicalmente al Hamás,  sino que lo torne irrelevante.  Como el torbellino que sigue existiendo aun cuando el nadador lo ha abandonado a fuerza de buceo, pero deja de existir dentro del sistema, que ha pasado a ser otro, a "pasar por otra corriente".
Pero el nadador necesitaba imaginación, poder pensar por fuera de lo que su intuición le marcaba, que era resistir fuera del agua, combatir las olas que lo devolvían a la base del dique una y otra vez. Como al nadador de la anécdota, imaginación y visión de estadistas es lo que les falta a los actores de este sistema. En una reunión del gabinete con el Alto Mando israelí, uno de los generales preguntó retóricamente: "Está bien, supongamos que volvemos a conquistar Gaza. ¿Entonces qué?" No obtuvo respuesta. Pero él es un general, y en ningún lado se espera -ni se debiera esperar- que un militar piense con mente de estadista. Él sólo debe ganar la batalla. ¿Pero qué hay con los políticos que estaban allí sentados? También son parte del sistema al entender el conflicto sólo en términos de enfrentamiento.
Habrá que pensar con imaginación. Quizás haya que conquistar Gaza y eliminar la amenaza inmediata del Hamás, pero actuar rápidamente para que la próxima organización terrorista -que odiará más a Israel, que será más sofisticada y más mortífera- no llegue a surgir. Israel y el mundo deberán hacer todo al revés en Gaza y en los territorios. Imaginación. Crear un momentum de paz, crear el estado palestino, diseñar una especie de Plan Marshall para ese estado. Es un ejemplo. No sería fácil, porque el pueblo palestino no es el alemán, en el sentido de que, aun si todas las empresas multinacionales del planeta invirtieran y crearan allí puestos de trabajo, habría que darles a los potenciales empleados una extensísima capacitación, que podría durar varios lustros, para ocupar todos esos puestos y poner en marcha esa economía. Pues bien, habrá que empezar cuanto antes. El tiempo que llevaría cambiar el "sistema" no es excusa para no hacer nada, para preguntarnos "¿y después qué?" El supuesto "fundamentalismo" y "lavado de cerebro" de las masas palestinas tampoco es excusa. Las opiniones públicas pueden cambiar, y lo han hecho rápidamente, tanto del lado israelí como del palestino, varias veces en los últimos 20 años.
Sólo la apertura política, la satisfacción a sus necesidades nacionales y su desarrollo económico "medio a la fuerza", harán que el "sistema" sufra -o goce de- un viraje dinámico. Repito: se trata de un sistema de fuerzas que habrá que esquivar, a veces quebrar. Y a no engañarnos: hay fuerzas sistémicas que se oponen al cambio tanto en el seno de los palestinos como de los israelíes. El sistema es mucho más complejo que la dinámica de terrorismo-operativos. Pues la idea de desarrollo económico para los palestinos no es nueva, y ya Shimón Peres, actual presidente, ha escrito un libro al respecto: "El Nuevo Medio Oriente".
Su idea todavía no resultó, porque, a decir verdad, todavía no se intentó. Se intentó la ocupación, que reforzó el sistema; se intentó un acuerdo de paz a medias, sin desarrollo económico, que también lo reforzó; también la inyección de dinero, con la expectativa de que los palestinos se desarrollaran solos, que construyeran su "estado en camino", fracasó miserablemente y reforzó el sistema, al ser utilizados los fondos de los países donantes para la compra de armas y para el desarrollo de elites corruptas.
En conclusión, esta aproximación al conflicto visto como sistema podría servir como herramienta para un cambio estructural en las relaciones con los palestinos. Sin embargo, soy pesimista. Tanto en Washington como en Jerusalem y en Ramallah, siguen creyendo en la buena voluntad de los actores -que están inmersos en este sistema de fuerzas- de cambiar la realidad. Pero los israelíes creen que los palestinos entienden sólo por la fuerza, mientras que los palestinos creen exactamente lo mismo de los israelíes. Según la visión aquí presentada, ambos tienen razón.
Un oficial del ejército israelí ejemplificó con una metáfora el diálogo existente entre la capa militar y la gubernamental, que se mantiene pura y exclusivamente en el paradigma del discurso confrontacional, característico de este sistema: "Nosotros hemos lanzado una pelota al aire, y ahora los políticos deben decidir dónde quieren que la detengamos. Si la detenemos a una baja altura, el gobierno obtendrá un período de pocos años hasta el próximo operativo. Si la detenemos a una mayor altura, tendremos muchos años de calma". Hasta la próxima vuelta.
Tengo un hijo de 8 años. Basándome en el ritmo del sisetma, cuando él esté en el ejército habrá de participar en algún "amplio operativo" de Tzahal contra el terrorismo, necesario y justificado, llegados a ese punto. Ya me estoy preguntando cómo se llamará.