Ataque a Gaza

Desde la desconexión de Israel de Gaza hace más de tres años, esta zona y su población no han dejado de ser utilizadas por Hamás, apoyado por los Gobiernos de Siria e Irán, para realizar ataques indiscriminados contra Israel.

Por Alberto Mazor

Entre las agresiones más crueles cabe citar las de septiembre de 2007, cuando los islamistas lanzaron proyectiles sobre escuelas algunos minutos antes de que se abrieran las aulas, provocando un estado de pánico y terror difícil de borrar de la memoria de cientos de niños israelíes.
Israel se retiró de la Franja con el objetivo de facilitar el pleno autogobierno de los palestinos. Sin embargo, esa política de mano tendida no produjo los resultados esperados.
Es cierto que la desconexión unilateral llevada a cabo por el Gobierno de Ariel Sharón no fue una maniobra estratégica inteligente. Ella se llevó a cabo sin ninguna negociación previa con alguna fuerza política palestina, sin llegar a ningún tipo de acuerdo con la Autoridad Nacional Palestina, que en dicha época – vale la pena recordar – era el ente soberano que gobernaba la Franja.
El precio que pagó Israel por dicha acción fue la ascención de Hamás al poder, primero por medio de elecciones legislativas y luego a causa de un golpe de estado en Gaza mediante el cual violó el Pacto de Sharem A-Sheik firmado con Al Fatah, que establecía un gobierno palestino de unidad nacional. Debido a ello, inmediatamente después de la desconexión, aumentaron en forma extrema los disparos de misiles sobre las poblaciones israelíes cercanas a la Franja.
Cualquier Estado soberano cuya población civil es víctima de constantes bombardeos (¡siete años!) hubiera procedido como lo hizo Israel en estas dos últimas semanas:
* Hubiera alertado a los agresores antes de tomar represalias.
* Hubiera reclamado una y otra vez ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
* Hubiera tratado de que países vecinos y otros, que puedan tener alguna influencia sobre los agresores, influyan sobre sus dirigentes para que éstos ordenen el cese de los lanzamientos y la vuelta al armisticio conseguido varios meses atrás.
Israel realizó todos esos pasos.
Ayer, en forma prácticamente inusitada, el mismísimo canciller egipcio, Mahmud Abu Al-Rayet, culpó abiertamente a Hamás por haber violado la tregua y declaró que ahora este grupo radical fundamentalista tendrá que soportar las consecuencias de dicha acción.     
La ruptura del alto el fuego por parte de Hamás, coincidente con un mal momento para Irán, cada vez más abrumado por las sanciones económicas y el hundimiento del precio del petróleo, provocó la contundente represalia israelí. Cientos de muertos, entre ellos numerosos miembros y varios jefes militares de Hamás, y la destrucción de instalaciones usadas por los terroristas es el saldo inicial de una operación que en palabras de Ehud Barak, se extenderá cuanto sea necesario para garantizar la vida y la seguridad de los ciudadanos.
Esta vez el objetivo no es interrumpir el lanzamiento de misiles y morteros contra Israel, sino impedir que estos hechos se repitan en el futuro, un fin lógico y justificado. Una vez rota de forma definitiva la confianza que las autoridades israelíes habían depositado en Hamás (el pacto de tregua no establecía ninguna fecha determinada del final de la misma), la única opción que quedaba era atacar el aparato logístico creado por Hamás en la Franja y reducir al mínimo posible sus actividades terroristas.
Es muy difícil que los bombardeos no acaben con la vida de personas inocentes. A pesar del dolor por estas pérdidas, es imposible olvidar el origen de la tragedia: tanto Hamás como los que dentro y fuera de Gaza dan cobertura y legitimizan sus atrocidades usan a la población árabe palestina como carne de cañón.
En lo que a oportunismo político se refiere, conviene ver todo el panorama: No sólo Israel está en épocas de elecciones. El mandato del Presidente Mahmud Abbás está por concluir y Hamás sabe muy bien que sus bombardeos a Israel fortalecen su posición ante la opinión pública palestina. Sus manifestaciones en las que se jacta de ser más fuerte que nunca y de que no cederá ni ondeará la bandera blanca, demuestran el nulo respeto de este grupo de asesinos por las vidas de quienes dice representar. Toda muestra de comprensión hacia ellos en esta situación, sólo daña cualquie posibilidad de paz en la región.
Así las cosas, poco podrán hacer Israel y la Comunidad Internacional, cuya pasividad limita con frecuencia la desvergüenza, mientras la población árabe palestina no reaccione contra sus verdaderos enemigos, estos fabricantes de miseria y destrucción en nombre de Alá. Sólo ellos pueden – y deben – desatar ese nudo gordiano.