A dos años del 11 - S:

Comprender sí, aprobar no

Han pasado dos años desde los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York y el edificio del Pentágono en Washington como para poder trazar alguna perspectiva sobre el grave y espectacular hecho que en la Argentina llevaron a la dualidad del aplauso y manifestaciones de alegría -porque, al fin, el imperio había conocido en carne propia lo que era el sufrimiento- y de pena y solidaridad con las víctimas. Sin embargo, pocos intentaron un análisis de clase, separando la actividad del Imperio del pueblo norteamericano y haciendo lo mismo con el hecho en sí. En este trabajo nuestra colaborador Ismael Viñas lo intenta en primera persona.

Para hacer un análisis que separe las actitudes del gobierno del pueblo de los estados Unidos es necesario, según me parece, responder a las siguientes preguntas:

¿Es posible tener comprensión en relación al atentado?:
Claro que es posible comprender el atentado como una manifestación del odio acumulado por los pueblos islámicos contra el Occidente colonialista que ocupó sus tierras, oprimió y explotó a sus pueblos saqueando sus riquezas y abusando de sus masas pobres.
Más tarde, terminada la era colonial después de la Segunda Guerra Mundial, las potencias de Europa Occidental, pero sobre todo Estados Unidos, continuaron interviniendo sobre esas zonas (y en otras del Tercer Mundo) apoyando regímenes reaccionarios -a menudo terribles y genocidas- y expoliando sus riquezas. El que los autores del atentado hayan sido fanáticos religiosos procede de las entrañas de los pueblos islámicos. Muestra su atraso, su barbarie y su carácter retrógrado, pero esto -de todos modos- no puede cuestionar en absoluto nada lo anteriormente mencionado.

¿La actividad del Imperio hace posible comprender lo ocurrido?:
La actividad del Imperio norteamericano en especial, responsable directo o indirecto de la mayor parte de las intervenciones, golpes de Estado retrógrados, triunfos de las fuerzas más reaccionarias y mantenimiento de los regímenes más fanáticos y genocidas -tanto en el orbe islámico como en el resto del llamado Tercer Mundo (recuérdese su apoyo activo a las guerras tribales en Afganistán, incluido el apoyo a los talibanes- su apoyo anterior al régimen de Saddam Hussein, su intervención contra el gobierno de Mossadeg en Irán, su apoyo a los golpes de Estado genocidas en el Cono Sur de América Latina, para dar sólo algunos ejemplos que ilustras lo dicho)- hace comprender el odio acumulado.

¿Es posible justificarlo o aprobarlo?:
No es posible, ni útil, ni correcto aprobar o justificar ningún acto terrorista, que en su esencia (aún sin tener que responder a los contenidos religiosos fanáticos, y por lo tanto reaccionarios) es negativo y retrógrado, pues constituye un intento de desplazar a las masas y de reemplazar -también- su violencia por otra.
Una cosa es comprender los atentados y otra, muy diferente, justificarlos o aprobarlos, y esto es aun más válido para el pensamiento de izquierda, que no puede aplaudir ni consagrar como positivo nada que separe a los pueblos de la búsqueda de su camino correcto. El enamoramiento de la violencia, que ya hizo caer a las izquierdas en la trampa del foquismo, no debe ahora desplazarse hacia el terrorismo. Ambos empujan a sendas desviadas y, a menudo, hacia los brazos de la reacción -como el caso de los atentados del 11 de septiembre-, por más que el odio contra sus enemigos sea legítimo.

¿Cuáles han sido las consecuencias del 11 – S?:
Las consecuencias de los atentados del 11 de septiembre no han podido ser más reaccionarias, tanto en la acción externa del Imperio como en la política interior de los Estados Unidos.
En su actividad exterior, ha llevado al Imperio a convertir a un grupo aislacionista -no demasiado popular- en un gobierno agresivo que ha consolidado y ampliado una nueva etapa del imperialismo, al pasar de la era de los movimientos de liberación nacional triunfantes al ingreso pleno en una era (ya insinuada antes con las agresiones en Centroamérica) de actos con sentido netamente imperialistas: conquistas de tierras e intentos de crear semicolonias en Afganistán o Irak, con la imposición de gobiernos “amigos” apoyados por fuerte presencia militar extranjera.
Hacia el interior, el grupo más reaccionario del gobierno de Bush ha impuesto leyes (como la Patriot Act) y prácticas que se traducen en restricciones a las libertades de la ciudadanía norteamericana y en abusos contra los inmigrantes legales e ilegales -y aun contra los simples turistas-.
Con ello se confirman los análisis y opiniones de los marxistas clásicos que sostuvieron que los actos de terrorismo traían un recrudecimiento de la reacción, tanto más cuanto más exitosos y vistosos (violentos) fueran.