Documento de intelectuales argentinos

Sobre la situación en Medio Oriente

El siguiente texto fue lanzado al ruedo por Mario Goloboff, escritor; Manuela Fingueret, escritora; el ingeniero Mauricio Tenembaum, Fundador y Miembro Permanente de la Comisión Provincial por la Memoria (Pcia. de Buenos Aires) y el doctor Leopoldo Schiffrin, Juez Camarista del Fuero Federal y Asesor académico de la Comisión Provincial por la Memoria, en respuesta al publicado por un grupo de intelectuales que se presentara a través del diario ‘Página/12’, y que tanto revuelo trajera dentro de la comunidad judía de la Argentina. Nueva Sión anticipa su contenido el que aún está siendo refrendado por más adherentes. Las firmas presentadas al final del texto son las informadas a la fecha de publicación.

Los intelectuales, científicos, artistas y trabajadores por los derechos humanos abajo firmantes, nos sentimos particularmente alarmados, desconcertados y de ningún modo representados, como mujeres y hombres progresistas y democráticos, como argentinos y judíos, por diferentes manifestaciones de nuestros compatriotas (algunos también argentinos y judíos) respecto de la actual situación en Medio Oriente, y por el regreso de fastidiosas expresiones que fueron el caldo de cultivo de los crímenes más abominables. Ellas demuestran un grado de maniqueísmo, de superficialidad y de apresuramiento indignos de la gran tradición cultural y política de la izquierda (por impreciso que el término parezca hoy), de la que deberíamos ser mejores herederos.
Por encima de que muchos de nosotros no creemos que la solución de la llamada “cuestión judía” haya consistido en la creación de un Estado judío, tal como piensan otros firmantes de este documento que residen en Argentina y en el extranjero, queremos recordar las condiciones y circunstancias en que nació Israel, y que ignoran o parecen ignorar muchos contemporáneos. Aquél surgió luego de una larga y tenaz lucha armada contra el ocupante inglés, con el aporte de brigadas internacionales socialistas y comunistas, valiéndose, entre otras, de armas que llegaban de la Europa oriental liberada de los nazis, y su creación fue oficialmente reconocida en primer lugar por la Unión Soviética, en segundo lugar por los Estados Unidos y en tercer lugar por el gobierno argentino del General Juan Domingo Perón. Nació Israel como un estado de aspiraciones socialistas en medio de un mundo árabe dominado por jeques, dinastías, sectas, familias y señores vinculados al imperialismo, especialmente inglés y luego norteamericano.
Después, el mundo árabe fue evolucionando políticamente desde los 50’, con la expropiación del Canal de Suez y otras medidas anticoloniales, y las posiciones soviéticas adecuándose a sus propios intereses y a esa nueva configuración económica, política y geopolítica. También las de las izquierdas que seguían sus dictados. Estar, desde entonces, con “la causa árabe”, se inscribió entre las consignas más caras al movimiento progresista y antiimperialista. Y en defensa de ella se desoyeron los mínimos reclamos del Estado de Israel para gozar de su modesto territorio en condiciones de paz. Y si es verdad que la política del Estado de Israel fue dirigida en muchas ocasiones por la derecha (en un país en que rige la democracia parlamentaria), también lo es que siempre se desoyeron en el seno de aquellas izquierdas los llamados de la izquierda israelí (hasta expulsarla de la Tricontinental en los 60’) para crear condiciones de paz en Medio Oriente.
¿Qué se discute hoy en el fondo? ¿El derecho de Israel a su existencia, como en 1948 o en 1967, en medio de los países árabes? Podríamos, en América latina, en materia de «legitimidad» y prioritariamente, discutir la de Panamá (arbitraria creación de Estados Unidos que lo desgajó de Colombia para facilitar el uso del Canal), luego la de Uruguay (cuyos 33 patrióticos Orientales tenían la intención de reanexar la Banda Oriental a las Provincias Unidas, propósito que impidió Gran Bretaña), y luego la de todos los países de África negra y, por supuesto, la del mismísimo Irak («A Irak lo creé yo, dijo Churchill, un viernes a la tarde, a la hora de la siesta»).
Si, en cambio, lo que se discute es la cuestión palestina (que no es de ningún modo la defendida ahora por Irán y Siria, y por el Hezbollah, el cual ataca en zonas donde el conflicto palestino ya no existe como tal) recordemos que los refugiados palestinos fueron producto de la violación por parte de los entonces “reaccionarios árabes” de la resolución de las Naciones Unidas de creación de dos estados, uno judío y otro árabe, decisión aceptada por los judíos y no por aquellos gobiernos árabes (que invadieron inmediatamente al nuevo Estado).
Además, el hecho es que hay hoy un 18% de árabes en Israel. En cambio, los judíos de los países árabes, de los que jamás se habla, tuvieron que irse todos de todos los países árabes. Es decir, en los países árabes sí hubo limpieza étnica de judíos, no quedó ninguno. (Y no sólo de judíos: para hablar de un pueblo políticamente menos incorrecto, en Egipto no quedan más griegos. El país donde vivió Cavafis, el más grande poeta griego del siglo XX, el país de «El Cuarteto de Alejandría», no tiene ya, prácticamente, griegos…)
Independientemente de que estamos en contra de los bombardeos israelíes, y de que pensamos que tiene que haber soluciones políticas, diplomáticas, dialogadas y no bélicas para el conflicto, llamar a estas muertes, por más horribles que sean, “genocidio”, parece un escándalo verbal y también conceptual, y es particularmente insultante para con las víctimas de genocidios. No aludimos sólo a las víctimas de la Shoá (negadas reiteradamente por Nasrallah y los revolucionarios líderes del “Partido de Dios”). Hablamos del millón y medio de armenios liquidados en Turquía; hablamos de los 800.000 tutsis; hablamos de los 200.000 muertos, musulmanes negros, de Darfour, asesinados por el régimen militar, islamista, en Sudán, de todos los cuales, se diría, algunos izquierdistas acaso ni sospechan que existieron.
Los “genocidas” israelíes actuaron de manera excesiva, se dice. Buena parte de la izquierda israelí piensa lo mismo. También nosotros. Pero ¿qué dirían si un comando de un grupo guerrillero boliviano, anti Evo Morales pongamos por caso, que controlara la provincia de Tarija, invadiese Jujuy y matara a cuarenta y ocho soldados argentinos (esa es la proporción de poblaciones) y secuestrara a doce? ¿Considerarían excesiva una reacción armada argentina? ¿Fueron excesivos los cortes de ruta de Gualeguaychú y la práctica del bloqueo porque se están construyendo dos plantas en Uruguay? Hipótesis no menos verosímiles ni menos actuales: ¿condenarían a Chávez por ocupar regiones colombianas, de ser atacado por los paramilitares de Uribe? ¿y a los cubanos por perseguir hasta Miami a los “gusanos”? Llama la atención: muchos ni siquiera pestañearon cuando, hace apenas unos años, el régimen serbio practicaba la “depuración” (¡de musulmanes!) en Kosovo, Bosnia y alrededores… Y ni palabra, antes y después, de la de los chechenios, las emprendidas por los Kmer rojos, la depuración de tibetanos y de musulmanes en China…Es decir, que para quienes se llaman, así, de izquierda, no existen los principios, sólo las ocasiones y los actores: si las acciones las emprenden los que se proclaman, como ellos, de izquierda y antiimperialistas, son buenas; si las emprenden los salvajes sionistas israelíes son malas. No vamos a caer en la ligereza de acusarlos de antisemitismo, pero qué extraño suena… Toda esta trivialización, desde hace años, del llamado Holocausto; toda esta demonización de los israelíes (de derecha y de izquierda); esta utilización desvariada de la palabra “genocidio”; esta vinculación de la acción israelí con intereses norteamericanos, naturalmente con el crimen y el dinero, en suma…
Aparte, discutamos también por qué la izquierda (y, en muchos casos, la derecha) sólo se interesa por las víctimas cuando los victimarios, o presuntos victimarios, son judíos. Y, dicho sea de paso ¿por qué no se ocupan un poco en denunciar la situación social a que están sometidos los pueblos árabes por sus gobiernos y sus clases explotadoras? ¿O ya no hay clases en los países árabes? ¿Qué hace la izquierda para mejorar el estado de miseria en que aquellos viven bajo oligarquías, dinastías, jeques, sectas chiitas y sunitas, ayattollahes y hezbollahes? ¿Y de familias tan progresistas como la de Bin Laden? ¿Qué para denunciar el «opio del pueblo» a que están condenadas esas masas por los fundamentalistas? ¿Qué dice la mayor parte de esta buena izquierda de la represión a sangre y fuego de cualquier grupo progresista, no religioso, en Irán y otras comarcas? En fin ¿qué de las mujeres veladas, vendidas, mutiladas del clítoris, que se cuentan, en los países árabes, por cientos de miles? ¿Autorizan allí legalmente el aborto? ¿Hay movimientos de liberación femenina en esos países? ¿Y ecológicos? ¿Cómo actúan? ¿En qué condiciones? Y algunas otras cuestiones por el estilo… ¿No estarían, estas preocupaciones, más cerca de un pensamiento progresista? ¿No serían cuestiones más pertinentes para provocar tanta indignación, tanto fervor?
La guerra no es sólo el despliegue de la violencia, sino también la trampa en que caen los pueblos cuando no encuentran palabras para la diferencia. Contemplar a diario cómo mueren aterrorizados los libaneses que viven en los territorios desde los cuales parten las amenazas y los misiles contra la población israelí suscita nuestra indignación. Pero el momento en que corre la sangre por las ciudades de Medio Oriente no resulta el más adecuado para perder la prudencia, ni para alentar maniqueos y estériles debates entre quienes estamos tan lejos de los acontecimientos y de sus oscuros entretelones.
Si lo que nos importa es la paz, la concordia y la resolución justa y consensual de los diferendos, parece necesario que nos esforcemos en encontrar las palabras adecuadas para expresar nuestro anhelo de justicia e igualdad para todos los afectados por el desgraciado y prolongado conflicto del Medio Oriente.
Todos los pobladores del Medio Oriente tienen derecho a vivir en espacios civiles seguros y reconocidos.
Rechacemos la violencia ejercida por cada uno de los involucrados hacia sus oponentes.
Repudiemos la injusticia social, la desigual distribución de la riqueza que impera en forma estructural en la región.
Pareciera que, además de la necesidad de cumplir con los acuerdos internacionales y de asegurar la viabilidad de dos estados, el israelí y el palestino, no hay en el presente mayores certidumbres ni caminos establecidos o garantizados.
Todos los ataques armados deben cesar. Debe cesar también la amenaza a la existencia del Estado de Israel, ya sea armada, verbal o propagandística. La denegación de ese reconocimiento implica una concesión inaceptable al negacionismo de la Shoá, que se profiere sistemáticamente en la actualidad (y desde hace décadas), como parte del conflicto del Medio Oriente. Amenaza demencial, por otra parte, sobre la cual se han escuchado pocas voces indignadas en nuestro medio.
Debe asimismo llamarse y demandarse al Estado de Israel la recuperación del legado moral del pueblo judío, actualmente en peligro. Aun cuando la fuerza parezca justificarse ante los ojos del gobierno y de parte del pueblo israelí, no aprobamos que la conservación de la identidad judía del Estado de Israel deba tener ese precio.
En necesario luchar porque la supervivencia del Estado de Israel sea compatible con condiciones de respeto a la alteridad, que se han perdido hace tiempo. Expresamos nuestro anhelo y reclamo, sin por ello dejar de condenar todo fundamentalismo, y de señalar que las fuerzas del antisemitismo y el odio exterminador entre los pueblos están vigentes y deben ser combatidas por las conciencias libres, democráticas y progresistas del mundo.
Que no se confunda y que se entienda bien: Defendemos nuestra condición de judíos ante el crecimiento de la ola antisemita en Europa y América latina. Defendemos (aunque algunos de nosotros no compartimos los ideales y presupuestos teóricos del sionismo) el derecho a la existencia del Estado de Israel. Defendemos la paz y la solución del conflicto por vías políticas y diplomáticas. Y, no menos que todo lo demás, defendemos las ideas racionalistas, humanistas, antirracistas, laicas e internacionalistas que fueron las banderas de los movimientos socialistas y libertarios en el mundo, y que hoy están a punto de caer, víctimas de la inmadurez intelectual, del infantilismo político, del seguidismo panárabe y del confesionalismo, en este verdadero asalto a la razón.

Adhieren:

José Adaszko (Vice Presidente Primero de AMIA)
Claudia Aranovich (Artista Plástica)
Cecilia Bardach (Escribana)
Adriana Budich (Artista plástica)
Daniel Chirom (Escritor. Director de la revista El jabalí)
Daniel Colodenco (Médico)
Mario Diament (Periodista, dramaturgo)
Alicia Dujovne Ortiz (Escritora, periodista.)
Silvio Fabrikant (Fotógrafo)
Roberto Faur (Economista. Gerente del Fondo Nacional de las Artes)
Ricardo Forster (Filósofo)
Kurt Frieder (Director Ejecutivo de Fundación “Huésped”)
Berta Goldenberg (Directora teatral y docente)
Jorge Goldenberg (Guionista y autor de teatro)
Mauricio Guzmán (Músico, Subsecretario de Cultura de la Provincia de Tucumán)
José Alberto Itzigsohn (Psiquiatra, Jerusalem, Israel)
Pablo Jacovkis (Matemático. Ex Decano de la Facultad de Ciencias Exactas)
Elio Kapszuk (Productor cultural)
Isaac Tamir Kleiman (Director de orquesta y docente de música Universidad de Córdoba)
Martín Kohan (Escritor)
Osvaldo Kreimer (Ex abogado principal. Comisión Interamericana de Derechos Humanos)
Mirta Kupferminc (Artista visual)
Guillermo Lipis (Periodista, Director de Nueva Sión)
Norberto Lischinsky (Escritor, Subsecretario de Cultura de la Provincia de Corrientes)
Horacio Lutzky (Periodista y abogado)
Sara Minuchin-Itzigsohn (Antropóloga)
Cintia Montagut (Poeta, España)
Daniel Muchnik (Escritor y periodista)
Diego Paszkowski (Escritor)
Alejandro Rofman (Economista. Investigador Principal CONICET/CEUR)
Rosa Roinsinblit (Vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo)
Dina Roth (cantante)
Marcelo Rudaeff -Rudy- (Humorista y escritor)
Daniel Sabsay (abogado constitucionalista)
Héctor (Toto) Schmucler (Profesor Emérito de la Universidad de Córdoba)
Leonardo Senkman (Historiador. Director de la revista NOAJ – Jerusalem, Israel)
Ana María Shúa (Escritora)
Jorge Schussheim (Músico)
Arnoldo Siperman (Vice-rector del Colegio Nacional Buenos Aires)
Clarisa Siperman-Kohanoff (Historiadora. Consejo para las Minorías Étnicas de Irlanda del Norte-NICEM)
Sarah Solzi de Rofman (Psicopedagoga. Presidenta de FADIP: Fundacion para la Asistencia y la Investigación en Problemas de Aprendizaje)
Saúl Sosnowski (Escritor)
Perla Suez (Escritora)
Dario Sztajnszrajber (Filósofo)
Eliahu Toker (Poeta y traductor)
Paula Varsavsky (Escritora)
Silvyna Walger (Periodista)
Marcos Weinstein (Presidente de la Asociación Familiares de Desaparecidos Judíos de Argentina)