Causa AMIA:

Tu papel en este lío

Así como en la causa por el atentado a la Embajada de Israel en una veintena de hojas se explican los fundamentos con que los peritos sostuvieron que una implosión fue lo que derribara el edificio, en la causa por el atentado contra la AMIA se destacan otras tantas sobre las que se ha puesto la atención en los últimos años, tras la sentencia del Tribunal Oral que anuló la farsa con que se pretendía cerrar el caso.

Por Leandro Irskovich

Ya hace dos años el periodista Raúl Kollmann publicó en ‘Página/12’ un artículo que bajo el título “Dos letras distintas para un croquis que era falso”, se ocupó de esas hojas que reseñan las visitas de la camarista Luisa Riva Aramayo al entonces detenido Telleldín a mediados de 1995, y en particular de una ellas que “es la clave del encubrimiento en el caso AMIA” según afirma Kollmann. “Supuestamente Telleldín en esos encuentros le trazó en ese papel a la camarista el croquis de cómo le entregó la camioneta, usada luego como coche bomba, a los policías bonaerenses, ubicando la cuadra de su casa y números con los que indicaba los autos de los uniformados, las fechas y algunas letras más. Ese papel de agenda puso en marcha la pista policial que el Tribunal Oral consideró un armado destinado a satisfacer oscuros intereses de gobernantes inescrupulosos”.

Durante el juicio oral, peritos grafólogos determinaron que la letra no era de Telleldín, como dijo Riva Aramayo, y también se estableció que el croquis tiene la letra de dos personas. Por ello interesa establecer de quién es la letra del croquis, concluyó Kollmann: “Es la forma de saber quién participó del inicio del armado del encubrimiento, porque si una de las letras corresponde a la fallecida Riva Aramayo -cosa que no se sabe-, al menos la otra es de una persona que estuvo presente y tuvo que ver con los inicios de la pista falsa”.

Unos meses antes de esa nota, el Tribunal Oral había anulado la investigación de Galeano y liberado con su sentencia a todos los acusados, y según reseña Kollmann se “estableció en ese fallo cómo se dibujó una pista falsa desde octubre de 1995, cuando se abandonaron las otras hipótesis y todo se orientó hacia la acusación contra los policías. Esa pista falsa se instrumentó a través de un expediente paralelo, conocido con el nombre ‘Brigadas’, y el punto de partida fueron las reuniones de la camarista Riva Aramayo con Telleldín, el croquis, y luego un encuentro entre el juez Juan José Galeano y el entonces ministro del Interior, Carlos Corach, muy vinculado a Riva Aramayo”.
“Según el testimonio de uno de los prosecretarios de Galeano -recuerda Kollmann-, el juez volvió de la reunión con el ministro y dijo: Esta es la pista que hay que cerrar antes del segundo aniversario del atentado. Para poner en marcha toda esa trama, Galeano usó como piedra basal lo que le aportó Riva Aramayo. En un video filmado por Galeano, y en el que el mismo juez negocia con Telleldín, el detenido aparece diciendo el 1º de julio de 1996: Yo me moví perfectamente. Conseguí por medio del poder, del poder del gobierno, que me dieran el apoyo. Yo en la primera reunión le dije, ‘hablá con el Presidente y decile si le conviene voltear a la policía. Porque si no yo me quedo como estoy’. Se lo dije a Riva Aramayo en la cárcel” .

Ya en unos artículos que también publicara ‘Página/12’ en septiembre de 2004 a propósito de ese fallo, Kollmann se había referido a ese papel explicando que “según dejó trascender el fallo y el comunicado de los jueces, ejemplos de cómo operó ese entramado fueron las dos visitas que la fallecida camarista Luisa Riva Aramayo -muy cercana a Corach- realizó a la cárcel de Devoto en donde estaba alojado Telleldín. Riva Aramayo volvió con un papel en el que había un croquis de las manzanas aledañas a la casa de Telleldín y ahí se ubicaban, con nombres, a los hombres de la Bonaerense, a quienes después se los sindicaría como cómplices del atentado porque en ese día -el 10 de julio de 1994- supuestamente se llevaron la Trafic que estalló frente a la AMIA ocho días más tarde. Riva Aramayo le dijo entonces a Galeano que el mapa había sido confeccionado por Telleldín y que los nombres también los había puesto El Enano, como llaman a Telleldín. Se comprobó que no se trata de la letra del Enano y tampoco de Riva Aramayo sino de uno de sus colaboradores” .

En el testimonio que prestara, ante el Tribunal del juicio, Susana Spina -secretaria de Galeano y fiel ladera- había apuntado a uno de esos colaboradores de Riva Aramayo cuando fue interrogada sobre aquellas entrevistas informales con Telleldin: “el que también podría saber algo -dijo-, dado que la doctora Riva Aramayo ya no está, es Ariel Lijo, que creo que en algunas oportunidades estaba” . “Él -por Lijo- algún conocimiento puede tener… porque me parece que confeccionó inclusive el proyecto de recusación que presentó la doctora Riva Aramayo”. Ariel Lijo acompañaba a Riva Aramayo desde antes de que fuera camarista y para el tiempo de las entrevistas con Telleldín era uno de los secretarios en la Cámara Federal, según surge de los antecedentes que presentó al concursar por el juzgado que había sido de su cuñado, Gabriel Cavallo, también denunciado por el Tribunal Oral. Fue finalmente designado juez por el gobierno kirchnerista y heredó también la causa sobre las irregularidades en la investigación del atentado una vez que apartaran a Bonadío a fines del año pasado.

En la “Crónica de un Encubrimiento” que escribió Jorge Lanata en su columna dominical de ‘Perfil’, en marzo de 2006, se refirió también a esos encuentros de Riva Aramayo con Telleldín. “Hubo un complot para encubrir el atentado. Este complot provino desde el propio Estado, y tuvo lugar desde enero de 1995 hasta que la causa fue elevada a juicio. Cuando Galeano volvió de sus vacaciones -confían los investigadores-, se encontró con un paquete cerrado. En ese punto comenzó a influir personalmente la camarista Luisa ‘Piru’ Riva Aramayo, muy cercana a Corach, quien visitó a Telleldín en la cárcel para llegar a un arreglo”.
“En el famoso video porno judicial de Galeano y Telleldín -recuerda Lanata-, este último le dice: -Ya se lo dije a Riva Aramayo. Hablen con el presidente y díganle si le conviene voltear a la Policía. La ‘Piru’ -que falleció en agosto de 2002, quizá víctima de su intensa vida social- también visitaba a Emir Yoma en un departamento de la madre de Mariano Cúneo Libarona, y le tocó redactar el sobreseimiento de su hermana Amira en el marco del Narcogate. También fue cuestionada, en su momento, por encontrarse con el entonces ministro Corach para festejar las Pascuas judías”. Lanata además señaló que fue Zannini, el secretario legal y técnico del Presidente Kirchner quien sentenció: “No podemos ir contra el menemismo”. “El Gobierno quiere que todo termine en un encubrimiento judicial, y cargarle el muerto a un muerto: Juan José Galeano” , concluye el periodista.
Y a pedido del Gobierno fue entonces que “el muerto” fue finalmente citado a prestar declaración indagatoria por el juez Lijo. El periodista Kollmann también lo explicó recientemente en su clara opinión sobre “Los que están y los que faltan” de junio de este año en ‘Página/12’, donde señaló: “eso es lo que falta en la fotografía que resulta de la resolución de Lijo. Ni Galeano ni Anzorreguy ni ninguno de los protagonistas -incluyendo a Beraja- pudieron haber realizado lo que hicieron en la principal causa judicial del país sin el visto bueno de la Casa Rosada, es decir sin el protagonismo del entonces ministro del Interior, Carlos Corach, y el presidente Carlos Menem. Como sostuvieron los jueces del Tribunal Oral, la maniobra empezó con una visita a la cárcel realizada por la camarista María Luisa Riva Aramayo, más que allegada a Corach. Es impensable que esa movida e incluso el pago a Telleldín se hubieran realizado sin el consentimiento del ex presidente. La pintura del Tribunal Oral es que la causa AMIA no fue una maniobra del juez con ayuda de la SIDE sino una maniobra de la Casa Rosada utilizando a quienes se le subordinaban: Galeano, los fiscales y la SIDE”.
“Tal vez el juez Lijo -se ilusionó Kollmann- avance en esa dirección después de tomarles declaración indagatoria a todos los citados. El gran interrogante es justamente hasta dónde se va a llegar en dos terrenos fundamentales: El primero, tiene que ver con el enfoque de los delitos cometidos. Una cosa es si se imputa a los acusados de haber pagado 400 mil dólares en forma ilegal, y otra muy distinta es acusarlos de haber urdido una gran maniobra, de la que el pago fue solo una parte, para entregar culpables truchos a la sociedad y mantenerlos presos durante años sabiendo que no tenían que ver. El segundo aspecto clave es dónde se ubicará el listón de la acusación. El rumor extendido es que no se quiere avanzar sobre la cabeza del menemismo, por lo que las imputaciones llegarán, a lo sumo, a Anzorreguy y únicamente por el pago ilegal. El gobierno nacional, a través de la Unidad AMIA del Ministerio de Justicia, que es querellante en esta causa, debe dejar en claro que no aceptará que el listón se ubique allí. En la fotografía de la acusación no pueden quedar afuera los que movieron los hilos, los políticos inescrupulosos que mencionó el Tribunal Oral”.

Puestos a ver qué papel tuvo cada uno en este lío, “el muerto” fue a su último encuentro con Lijo llevando a su indagatoria el único papel que le interesó presentar para favorecer su posición en procura de no ser detenido, que es lo único que hoy preocupa al ex juez, y le entregó a Lijo en la mano, como un mensaje claro, la copia de aquel escrito que presentara Riva Aramayo cuando fue recusada y que Galeano sabe quién le ayudo a hacer. Para ser más claro, en el tramo final de su declaración, Galeano miró a los ojos a Lijo y recordó que el croquis en cuestión, ese con que empezara toda la historia falsa, no se lo había entregado personalmente Riva Aramayo, sino que se lo había traído al juzgado “alguien de la cámara”. Lijo debe haber visto la muerte en los ojos del muerto, y no se interesó en repreguntar. Cuando tras su declaración le preguntaron si creía que iría preso, el ex juez federal levantó los hombros y contestó a la prensa: «Eso depende del doctor Lijo”.